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Reyes Martel: «La pena a un menor es un traje a medida»

Reyes Martel: «La pena a un menor es un traje a medida»

La Magistrada titular del Juzgado de Menores número 1 de Las Palmas se alegra del éxito que tuvo hacer el camino de Santiago acompañando a jóvenes con medidas judiciales y ahora anuncia que la iniciativa se ampliará desplazándose con un grupo en junio hasta Galicia.

Jueves, 1 de enero 1970

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— Siempre ha insistido en el problema de raíz con los menores, que el problema reside en su propio hogar...

— Cierto. Hay familias desestructuradas que carecen de valores y sus niños viven problemas desde el nacimiento. Padres que consumen drogas, en prisión, malos tratos familiares, etcétera. Estos niños nacen limpios como todos y no llegan a los 14 años y empiezan a cometer delitos. Dichos menores tienen un antes y ese antes es el que hay que cambiar con medidas de prevención.

— ¿Quiénes las pueden y deben llevar a cabo?

— Los ayuntamientos y sus servicios sociales, pero con un matiz. ¿Cómo se enteran estos servicios sociales de que hay un problema con un niño? Será si alguien se lo cuenta. ¿Cuántos policías hacen falta en cada ayuntamiento para ir casa por casa a ver si el niño va al cole y está bien atendido? Es imposible. Eso lo tiene que proporcionar la propia comunidad, los ciudadanos. Algo que pasaba con la violencia de género cuando al principio que se comenzó a dar la alarma acerca de estos delitos y se veía como el ciudadano tomaba conciencia de que se maltrataba a una mujer, pero miraba a otro lado. Nos olvidamos del compromiso social y la solidaridad y se acentuaban los delitos. Oíamos que se cometían escándalos, golpes o llantos en la casa del vecino y la gente pasaba, hasta que hemos ido adquiriendo conciencia del problema y se ha ido mejorando la situación. Con los menores pasa lo mismo. En el caso de los niños de Jinámar, se trataba de niños sin escolarizar, registrar, llevarse al médico... esos menores no viven en una cueva sino en un edificio con más gente y seguramente lo sabían. Y quien denunció fue una vecina y porque le molestaban. La comunidad tiene la obligación llegar a denunciar cualquier delito y cuando se habla de menores puede incluso tratarse de abandono.

— ¿Cree que esa falta de denuncia es por el miedo a que les quiten la custodia a sus padres?

— Si al ayuntamiento le llega esta noticia y la emplea en red, nosotros podremos evitar algo tan terrible que es que a un niño lo saquen de su familia, porque por muy malos que puedan ser sus padres, son sus padres. Cuando ya en la segunda etapa interviene la Fiscalía de Protección, arrancarlos de su familia provoca un trastorno de conducta enorme. Es en ese momento el menor va a un grupo de convivencia en el que se crean muchas rupturas de sentimientos del chico porque van cambiándolos de un lado a otro. El niño necesita afecto y medios para ser educados dentro de una normalidad.

— ¿Las instituciones ponen los medios necesarios?

— Tenemos medios entre comillas. Si en ese campo no hacemos las cosas bien y los agentes implicados no trabajamos en red, nos encontramos a un niño con 14 años que está haciendo cosas malas. Estaríamos al filo de la navaja, con muy poco tiempo entre los 14 y los 18 años para corregirlo. La justicia de menores es muy desconocida y lo que hace el juez es atacar, junto a los equipos técnicos, psicólogos y trabajadores sociales y las entidades colaboradoras de la Comunidad Autónoma, el problema. Intentamos corregir esa mochila cargada de un montón de cosas negativas que está ya llevando al menor por un camino equivocado.

— Pero en la justicia de menores, el tiempo y dedicación que debe de emplear el juez es superior...

— Efectivamente. No podemos funcionar como un compartimento estanco. En Menores no se termina el trabajo del juez con una sentencia como pasa con los adultos, que cuando se comete un delito se pone una pena y ya está. En un menor no, es un traje a medida que hay que ir adaptando. Hay que escoger las actividades adecuadas para cada uno de ellos ya que no a todos les viene bien jugar al fútbol. Hay que adecuar las medidas a los chicos y chicas.

— ¿Y en cuanto a la formación?

— La formación también hay que intentar adaptarla y con vocación de empleabilidad para que no se queden fuera del sistema. Es un horror porque no funciona y a los 16 se quedan descolgados y hay que darles una solución.

— Otro campo es el de los delitos de violencia doméstica. ¿Han aumentado en los últimos años?

— Es que hablamos de otro perfil, de aquellos niños que lo tienen todo y se comportan como tiranos o emperadores. Me enfada mucho porque pensamos que darle todo lo material a nuestros hijos es lo mejor que podemos hacer. El mejor colegio, ropa, móvil, los llenamos de regalos, la primera comunión parece una boda, grandes cumpleaños, reyes magos excesivos... ¿Qué disparate es este? ¿Y luego no tenemos una hora del día para nuestros hijos porque estamos todo el día trabajando fuera de nuestras casas y llegamos cansados? A eso hay que añadirle que hay un abismo entre generaciones mucho más grande que el nuestro con nuestros abuelos debido a la tecnología. Ha llegado para quedarse y hacernos la vida más fácil, pero somos trogloditas ante nuestros hijos que son aborígenes digitales. Vemos a nuestros hijos con la tableta y nos despreocupamos para hacer nuestras cosas sin atenderles. Hay que saber con qué amigos están hablando porque en la red hay auténticos depredadores. Los padres deberían interesarse y aprender a jugar con ellos, no quitarles las tabletas para así compartir un tiempo con ellos y, de paso, te enterarás del mundo en el que vive, un mundo peligroso.

— ¿Está a favor de imponer normas y disciplina?

— Si no existe la disciplina y las normas, habremos perdido el norte. Todos tenemos que cumplir unos horarios y normas para vivir. Le estamos enseñando un mundo que no existe y, de seguir así, ¿qué va a ser de nosotros? Tenemos que tener normas en todos los sentidos y ni siquiera nosotros los adultos podemos decidir y hacer lo que queramos en nuestras vidas. La vida tiene muchas frustraciones y si no enseñamos a frustrarse serán unos completos desgraciados y de ahí vendrán las depresiones, que entren en contacto con sustancias ilegales... la culpa la tenemos los mayores. Hemos querido darles lo mejor a nuestros menores que nos equivocamos. Faltas de autoridad, de respeto... ¿A dónde vamos a llegar? La sociedad se convertiría en una selva.

— ¿Considera que cada vez hay menos respeto de los menores hacia el juez?

— Está cambiando todo a peor rápidamente. Hace poco un niño me decía en el mismo juicio que quién era la madre para quitarle la wifi y el móvil. Estaba reconociendo un delito de maltrato doméstico y a mí me indignó esa situación. Con 17 años ya tenía actitudes muy peligrosas.

— ¿Qué efecto ha generado la actividad del Camino de Santiago como medida?

— Fue una medida que pusimos en marcha para que el menor pudiese luchar por una meta, adquirir entusiasmo, relacionarse, ser empático con otras personas... El Camino de Santiago, que vamos a repetir y dando el salto a Galicia, ha sido muy positivo. En el que hicimos en octubre pasado de Tunte a Gáldar con 145 personas coincidimos varios perfiles. Un chico con su madre de una clase media/alta por violencia doméstica y otro chico de la misma edad de familia desestructurada con una vida horrorosa. Para echarse a llorar si veías su historia. Se encontraron por el camino y, en un momento determinado, el de clase media alta le preguntó si el chico que lo acompañaba era su padre –realmente era su educador–, a lo que contestó que a su padre lo había visto afortunadamente por última vez hacía años golpeándole a él, a su madre y a todo lo que tenía delante. El primero de ellos se quedó impactado y produjo un efecto de ponerle los pies en el suelo y que pensara qué estaba haciendo. En estas actividades se encuentra a otras personas y se valora lo que se tiene, aunque sea poco. Al chico de clase baja le ayudó a considerarse uno más, hacer cosas con el resto del mundo y hacer amigos de otro tipo, con otras metas para poder continuar. Hace falta promover la integración, el sacar a los menores de los círculos de aislamiento vicioso en los que vivimos a diario. En esta experiencia queremos que se rescaten los valores que todos hemos olvidado por el camino, una actividad que sirvió para acercar generaciones, distintas épocas y procedencias.

— Ahora habrá una segunda iniciativa en Galicia...

— Será una parte aquí con el bordón que nos trajeron del Xacobeo y que dejamos en Gáldar, por lo que ahora haremos el trayecto Gáldar-Tunte, desde el 29 de mayo al 31 donde cogeremos un avión a La Coruña para hacer una parte del camino inglés. El 1, 2 y 3 de junio estaremos en ruta y ese último día nos uniremos con más chicos gallegos y de otras comunidades donde llegaremos a Santiago para volver el domingo 4 a nuestro origen.

— ¿Y la financiación?

— La actividad para chicos de protección y reforma es gratuita, por lo que necesitamos que nos pongan el avión, avituallamientos, etcétera. La vez anterior, como todo lo que hacemos en Up2U, es con financiación privada. Ahora la red de albergues de la Xunta de Galicia nos apoyará, al igual que fundaciones que nos contactarán con empresas para que nos den cobertura en Galicia.

Mil menores sometidos a medidas judiciales

Financiación privada. Como comentó la magistrada Reyes Martel, Up2U siempre ha trabajado con financiación privada y la que ha llegado desde el capítulo institucional «ha sido de manera puntual y en especies. Entendemos que la administración pública atiende ya muchas otras necesidades y el ciudadano corporativo es el que debe de implicarse y devolver a la sociedad lo que la sociedad le da». Los niños crecen muy rápido y aunque Martel sostiene que las administraciones «han aportado su granito de arena, su burocracia es muy grande y sería imposible depender de estos fondos porque el recurso para un niño lo necesitamos ahora, ya», afirma convencida.

Apoyo de la judicatura. La titular del Juzgado de Menores número 1 de Las Palmas considera que siempre en la judicatura «habrá quien discrepe pero yo no estoy haciendo nada que no me permita la ley», refiriéndose a las medidas impuestas como las del Camino de Santiago. Las mismas «son las que son y tienen un contenido que lo aprueba y controla el juzgado para ir modificándolas. El contenido de las medidas es lo que estamos proporcionando», relata. ¿Son demasiado innovadoras?, se le pregunta: «Mi compañero magistrado Emilio Calatayud lo ha hecho antes que yo y los chicos escogidos para hacer qué cosas, se eligen en base a unos parámetros en colaboración con los técnicos. Hay unos mil menores en Canarias sometidos a medidas judiciales y hay que ver si las medidas propuestas son compatibles con ellos», confiesa la magistrada. Para ella, se trata de un trabajo «complejo pero fundamental. Nuestro reglamento también establece que los jueces de menores pueden proponer a la entidad pública el contenido de la medida que estimen, incluso durante la ejecución de la misma. Pero contar a bote pronto que una juez condena a hacer el camino de Santiago a 19 menores... No es cierto puesto que no hay ninguna condena en la ley que diga de hacer el camino de Santiago o ir a jugar al fútbol. Solo es el contenido de esa medida».

Interés global. «Un menor tiene que ver con todo en su formación y lo que hacemos con el camino de Santiago es turismo social. Empleo, igualdad, asuntos sociales, deportes, patrimonio, cultura, educación... tiene que ver con todas estas áreas y no solo debe de ser una carga para una consejería», apuntó.

Encuentro de jueces. Por último, Reyes Martel adelantó que en 2018 se va a celebrar un encuentro de jueces de Menores que se hace todos los años dentro del Plan de Formación del CGPJ y que tendrá lugar dentro del Foro Internacional para la Inclusión Social de los Menores de Up2you, que se celebrará los 24, 25 y 26 de octubre en Gran Canaria. A fecha de hoy hay 32 magistrados inscritos en la actividad y será multidisciplinar para fiscales, trabajadores sociales, psicólogos, técnicos, médicos, etcétera.

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