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Mil agujeros y una canallada

Mil agujeros y una canallada

Mal día eligió la UD para recuperar su versión más permeable y siniestra. Cuando los cálculos daban un valor superlativo a los puntos ante el Sevilla, por aquello de poder salir del descenso a la espera de la suerte del Levante, el partido ante el Sevilla fue una pésima noticia de principio a fin.

Jueves, 1 de enero 1970

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Pocas casualidades hay en el fútbol, cuyas justicias rara vez se alinean contra la lógica. Jugar a nada, incidir en errores y malvivir en el césped trae lo que trae y ayer, a Las Palmas, el castigo le encajó atendiendo a sus precarias señales de vida. La realidad es que jamás se vio con opciones de competirle al Sevilla salvo cuando, al final, en pleno alboroto, y luego de un penalti que apareció de la nada, Halilovic mediante, achicó balones por la tremenda. Y, ya sobre la bocina, Gálvez cazó una dejada de Calleri y anotó el que hubiese sido el empate. Estaba habilitado, por milímetros, pero en posición correcta y el árbitro vio un fuera de juego demasiado canalla, de los que se ponen en las clases magistrales para que no se piten. En caso de duda, dejen seguir, que dirían los puristas. Iglesias Villanueva no lo hizo, silbó sin razones y evitó la proeza de haber pescado un punto en mitad del páramo que fue la actuación propia. De largo que la negligencia del colegiado dejó a todos con mal cuerpo ante la evidencia de que ahí, justo en esa jugada, birló a Las Palmas lo que era suyo. Eso no quita las sospechas que volvieron a teñir a una UD partida, horizontal y gelatinosa, inocente atrás y amputada arriba.

Para hacerse una idea de la nulidad de la UD, todo se resume en los guantes de Chichizola, un punterazo de derecha de David García para evitar un gol de Ben Yedder y las acometidas de Gálvez, que fue, atención, el mejor recurso ofensivo del equipo. Hasta que él chutó, minuto 72, nadie había hecho algo potable arriba. Y suya pudo ser la gloria en su acometida final. Ni rastro de Viera, por el que suspiran aquí y también en China, y muy malas sensaciones generales en el que fue un clarísimo ejercicio de retroceso colectivo. Paco Jémez, refractario a las excusas, también remó lo suyo. Lo de insistir con Nacho Gil y acordarse de Jairo fue una torpeza a ojos de todo el mundo. Si los puso para dar amplitud al resto, el resultado no pudo ser más contraproducente, obligando, además, a un esfuerzo extra a Macedo y Aguirregaray, que se vieron solos en sus carriles y con los adversarios entrando a placer. Esta UD asimétrica fue la que capituló ante el Sevilla. Cierto que el rival es de lo mejor que hay en España, compite en la Champions League y luce joyas de nivel internacional. No es tragedia caer frente a enemigos de este calibre y conviene eludir dramatizaciones. Pero evitar dramatizaciones tampoco debe ocultar la crítica propia, el mirarse el ombligo y certificar que fallaron muchas cosas achacables a Las Palmas y que ayudaron a poner el encuentro siempre inclinado a los intereses del adversario.

Sigue siendo un dolor el problema mayúsculo que tiene la UD a la hora de asomarse arriba. Al descanso llegó sin una aproximación digna de mención a los dominios de Rico. Ni de lejos se requirió al meta del Sevilla, quien se limitó hasta bien entrado el encuentro a recoger cesiones y protagonizar salidas facilonas a balones tibios. No más por allá y un latifundio alrededor de Chichizola, obligado a ejercer de líbero y al que no pillaron de milagro en varias contras iniciales. Hasta David García, de nuevo en escena, ejerció de improvisado salvador cuando adivinó, con la bota derecha, qué dirección tenía un remate de Ben Yedder ya limpiado el portero y con todo a favor para meterla. Se veía venir al contrario, confortable en todos los sectores, con balón y metros y un Sarabia diabólico, imposible para Aguirregaray al mostrar su zancada por la derecha. Sin salida por fuera, ausentes Gil y Jairo, Peñalba a trompicones hasta que ya no pudo aguantar y Etebo sacando pulmones para aparecer en mil sitios, la UD estuvo varios cuerpos por debajo del Sevilla y los daños se convirtieron en una cuestión de tiempo. Al minuto 35, una galopada de Sarabia, con quiebro magistral a su par, acabó en zapatazo repelido por Chichizola para que Ben Yedder, que pasaba por allí, la empujara, esta vez sí, a la red. No por esperado fue menos doloroso el 0-1. También, conste, merecido. Corrió más y mejor el Sevilla y expuso detalles que le distinguieron.

A Jémez se le hacía insufrible la función y pronto quiso agitar a los suyos con cambios. Antes de que cayera en combate Peñalba ya tenía previsto introducir en la cancha a Ezekiel. Detalle significativo de que sus planes estaban siendo equivocados de norte a sur. Y así se alcanzó el descanso, con un anfitrión paralizado, sin soluciones, abocado al fracaso y el de fuera a sus anchas, por delante en todo.

Las esperanzas de reacción pasaban por no encajar más y discutirle la pelota al Sevilla. Para eso entró Tana y, también para lo propio, Viera se esforzó en bajar a buscar la pelota al borde del área propia, Etebo multiplicó sus maniobras y Calleri, siempre en solitario, incordió lo que pudo y más. No se desactivó el Sevilla, decidido a meter la directa y echarle la persiana al asunto. Tardó poco en ponerse 0-2 y luego de una preciosa combinación iniciada por Ben Yedder, con una delicia de centro de Vázquez para que Sarabia, al que habilitaba David García, agujereara a Chichizola. Si antes estaba todo río arriba, con el 0-2 era complicado encontrar creyentes. Porque avanzaba el cronómetro y se sucedían las posibilidades de que el tanteador se incrementara. Una contra cuatro para dos, la UD en paños menores, no terminó con el tercero de pura casualidad. Lo vieron tan fácil que arruinaron una oportunidad que todos veían dentro.

No había manera de meterle mano al Sevilla y era menester agarrarse a casualidades o accidentes. Entonces le cayó un balón a Halilovic y el croata forzó con habilidad el penalti a Layún. Quedaban diez minutos y Calleri, raso por el centro, con temple, habilitó el milagro. La desventaja mínima, el 1-2, encendió a la grada que, de repente, se encontró con que había partido cuando llevaba larguísimo rato entre bostezos y maldiciones a cuenta de lo que veía.

Por terquedad quiso la UD que llegara el sueño de arañar el empate. Premio mayor, pero legítima aspiración. Todo era posible y hasta lo fue, con una dejada de Calleri para Gálvez, sacado del fondo para labores de delantero. Gálvez se quedaba en el mano a mano ante Rico. No estaba en fuera de juego. Pero Iglesias Villanueva levantó el brazo. Una crueldad.

- Ficha técnica:

1. UD Las Palmas: Chichizola; Míchel Macedo, Gálvez, David García, Aguirregaray; Peñalba (Ezekiel, min. 42); Jairo (Tana, min. 46), Etebo, Jonathan Viera, Nacho Gil (Halilovic, min. 58); y Calleri.

2. Sevilla FC: Sergio Rico; Jesús Navas, Mercado, Lenglet, Layún; Nzonzi, Pizarro; Sarabia, Franco Vázquez (Roque Mesa, min. 76), Correa (Sandro, min. 43); y Ben Yedder (Escudero, min. 86).

Goles: 0-1, min. 35: Ben Yedder. 0-2, min. 50: Sarabia. 1-2, min. 82: Calleri, de penalti.

Árbitro: Ignacio Iglesias Villanueva (Comité Gallego). Mostró tarjeta amarilla a los jugadores locales Peñalba (min. 24) y Jonathan Viera (con el partido finalizado), y a los visitantes Pizarro (min. 29), Lenglet (min. 78) y Roque Mesa (min. 90).

Incidencias: partido de la vigésima cuarta jornada de LaLiga Santander, disputado hoy en el Estadio de Gran Canaria ante 19.161 espectadores, según cifras oficiales. Realizó el saque de honor Ana Suárez, reina del Carnaval de Las Palmas de Gran Canaria 2018.

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