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Es desesperante. Justo cuando asomaba un rayo de esperanza, justo cuando se encadenaban varios resultados positivos, justo cuando existía la posibilidad de salir del descenso después de cuatro meses en el infierno... Otro palo. De nuevo volvieron los fantasmas, los balones a la nada, la candidez defensiva y la nulidad en ataque. Es después de partidos como el de ayer cuando realmente parece imposible que el equipo pueda quedarse en Primera División. Y no por puntos, las matemáticas no exigen un milagro para salir del descenso. Es por las sensaciones. Ni con cuatro entrenadores mediante, la UD ha encontrado un estilo, un ideal, una forma de jugar.
Jémez había insuflado un gen competitivo ausente hasta ahora en el equipo. Con eso le había dado para tumbar a un Valencia que estaba más pendiente de la Copa que otra cosa. También al Málaga, colista y con pie y medio en Segunda. Un puntito sacó en San Mamés frente al peor Athletic de la última década. Pero contra un equipo Champions como el Sevilla hace falta más para dar la sorpresa y rascar algo. Mucho más.
El conjunto andaluz necesitó muy poco para asaltar el Gran Canaria. Orden atrás, velocidad para salir a la contra, y desequilibrio con Correa y Sarabia en bandas, justo lo que no tiene Las Palmas. Los amarillos no sabían que hacer con el balón. Había tramos con posesiones intrascendentes en campo propio y, de repente se pasaba al continuo juego en largo personificado en Gálvez. Si el balón llegaba a Calleri, podía haber cierto peligro, pero como fuese dirigido a Jairo o a Nacho Gil, era balón perdido.
Ayer el primer tiro de los amarillos llegó en el 72. Gálvez fue el autor, ya con 0-2 en el marcador y en una jugada a balón parado. No hubo resistencia, apenas se compitió. El equipo hispalense solo había ganado un partido a domicilio en Liga con Montella en el banquillo, pero se encontró un paseo en Gran Canaria este sábado de carnaval.
El 1-2 final fue irreal para lo visto sobre el césped. La UD no se mereció ni siquiera puntuar. Es cierto que le escamotearon un gol en el último minuto de partido -Gálvez partió en posición legal- pero, aparte de eso y del penalti que se había encontrado de casualidad un poco antes, el representativo no hizo nada en ataque. Es cierto que se pudo empatar. Si Iglesias Villanueva hubiera hecho buen uso del reglamento, Las Palmas no se hubiera ido de vacío. Pero eso sería poner una cortina de humo al foco del problema. Si se perdió fue porque fue lo merecido en otro mal partido de los amarillos y esa es la conclusión más grave a estas alturas.
Para colmo, lo que viene pinta aún más siniestro. Un futuro sin Viera no es futuro. Es cierto que en las últimas jornadas ha estado ausente el 21. Normal con todo lo que tiene encima. Pero, en su nivel, Viera es el mejor, el alma, el factor diferencial. En definitiva, el capitán. Y sin él, la UD se queda huérfana, vacía y casi sin vida. Decía el mediapunta que con Jonathan Viera el equipo ha sido colista y que sin él no se acaba el mundo. Sea esto cierto o no, lo que es evidente es que sin su magia, la salvación parece más imposible todavía.
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