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La UD no da para más

Tropiezo devastador ante el Mallorca que deja la promoción de ascenso a siete puntos y recupera todos los fantasmas y dudas que venía arrastrando el equipo hasta la llegada de Mel. Nada funcionó ayer, ni siquiera el error arbitral que toleró el empate del rival pese a que se produjo en fuera de juego y tras un gol de bandera de Rafa Mir

Lunes, 18 de marzo 2019, 07:44

Cuando parecía que sí, Mel convertido en amuleto después de la batalla ganada en Riazor, cuando la UD estaba rescatando su candidatura, con cálculos optimistas y un puñado de buenos propósitos, y para una vez que la gente volvía al estadio guiada por buenos presagios, el chasco no pudo ser más monumental. Porque perder ante el Mallorca, como así pasó anoche, tiene un efecto devastador en matemáticas, posibilidades y esperanzas. Las Palmas eligió el peor día para desengancharse, con la promoción ya a siete largos puntos que equivalen a un desierto, y una vuelta desoladora a tiempos que nadie quería revivir. La UD fue de nuevo un equipo frágil, previsible hasta la saciedad y con flojera de piernas para imponer juego, guion y prestaciones. Le levantaron el partido sin sofisticaciones, acudiendo al orden y a la perseverancia. Un poco de empeño, suerte también en la miopía del árbitro, que se tragó un orsay como una catedral en el primer gol del Mallorca, y rebelión total en el Gran Canaria en el momento menos oportuno posible.

Mel lo había advertido hasta la saciedad. Hacen falta muchos pasos para el completar el camino milagroso de meterse entre los seis primeros. Lo dijo al llegar y lo recalcó aún con los ecos triunfales de su debut. Sabe cómo funciona este negocio y la transitoriedad de lágrimas y euforias. Una semana atrás, todo eran reverencias. Hoy la clasificación duele a la vista, con la UD hundida en el barbecho anónimo y a años luz del que se suponía su escalafón. Y aunque el calendario todavía ofrece revancha, con marzo ya bien avanzado supone un ejercicio casi irracional sostener la vela encendida de que se podrá llegar a tiempo. Por arriba ya hay diferencias irrecuperables. Eso en lo que a números se refiere. Y, en señales de vida, el meneo recibido ayer también da pistas de lo que está por venir. Nada bueno, por cierto.

A una condición física sospechosa, con apagones alarmantes y algunos jugadores fundidos y agotadas las reservas, Las Palmas también queda retratada por su falta de colmillo y la ausencia absoluta de oficio. Tenía un 1-0 fantástico a favor ante el Mallorca para bajar la persiana y alimentar su crecida. Y, una vez más, y ya son incontables, se vino abajo de manera clamorosa y terminó encogida y sin soluciones, en una suerte de cortocircuito generalizado. Hasta Mel, activo en la banda, quedó paralizado por la enésima exhibición de impotencia de los suyos. Y eso que todo pintaba de maravilla con la obra de arte de Mir, que metió el taco izquierdo para rematar un centro lateral desde la izquierda y firmar uno de los mejores goles jamás vistos por aquí. De espaldas, y a la primera, la clavó en la red con un escorzo magistral y a la altura de Messis, Cristianos y demás artistas. Ni con esas arrambló Las Palmas, consumida por el vértigo y el golpe de pedal de un Mallorca académico y al que movieron, desde la zona ancha Salva Sevilla y Baba, magistrales los dos en posicionamiento, conducción y velocidad. Todo lo que tuvo el visitante se echó de menos en la cuenta propia. No hubo vigor para sentenciar, tampoco suerte en momentos trascendentales y, finalmente, faltó de todo cuando el adversario jugaba a su antojo, con combinaciones eternas y simétricas, amenazando con contras mortales. Y pasó lo que pasó, un 1-2 que reabre heridas y, vayan a saber, lo mismo es ya el cierre definitivo de la temporada.

Había ganas de ver a la UD de Mel en su territorio. En las cuentas de ascenso está marcado en rojo no fallar en el Gran Canaria y meterle pierna, corazón y alma para defender la plaza sobre todas las cosas y llegaba el Mallorca como primera reválida. La apuesta fue valiente en dibujo y disposición. Interiores a la antigua, pegados a la cal Fidel y Momo, arriba sueltos Mir y Rubén, con Timor y Galarreta en la gestación. Toda una declaración de intenciones. Los inicios llamaban a pálpitos positivos. Posesión, espacios e iniciativas, todo inclinado al área del visitante. Y pronto, muy pronto, Mir llenó la grada de fiesta con un gol de bandera, quizás de los que nunca vuelva a hacer. Tremendo lo que se inventó el murciano porque, efectivamente, lo buscó, quiso que fuera así y saltó con la bota orientada a la obra de arte que le quedó. Gol de videoteca en los primeros minutos que acabó arruniándose de manera irremediablemente.

El Mallorca no se quebró y tuvo el don de verse favorecida por una decisión arbitral, que validó un gol de Budimir que era ilegal por su posición. Si un tacón, el de Mir, parió el 1-0, otro, el de Fidel, permitió un robo del equipo balear, contra fulminante y un jugadón de Estupiñán, que limpió a David García con un golpe de cintura, que se culminó como nunca debió. El empate rescató todos los fantasmas y fue a peor. Tuvo acercamientos la UD, posibilidades de volver a ponerse por delante, pero poco a poco, sin visos de cambio, emergió un Mallorca entero y trabajado, un Mallorca con cuajo, capaz de resistir algún apretón y jamás perderle la cara al botín de los tres puntos.

Si el final de la primera mitad dejó murmullos en la grada, qué decir de lo que vino después, ya con el adversario adueñándose de cada tramo del campo, ensanchando sus acciones para romper en tres las líneas de oposición de la UD y con la mirada puesta en la meta de Raúl, antes entonado con alguna salida a tiempo para evitar males mayores. Incontrolable Lago Júnior, un puñal por la izquierda, y con esfuerzos inútiles por gestionar la pelota con verticalidad y precisión, al UD se desconectó el encuentro y, con el 1-2, en un aclarado defensivo tremendo tras el saque de una falta desde el centro del campo, rosca templada de Salva Sevilla que nadie fue capaz de achicar, nadie dudó de que la suerte estaba echada.

Mel tiró de banquillo con todo. Hasta Pekhart tuvo minutos. Nadie se acordaba ya del gigantón checo, que llevaba una eternidad sin jugar. Pero los experimentos no hicieron más que acentuar las distancias y las diferencias, el abismo que hoy separa a los dos equipos. El Mallorca tiene fachada saludable, recibe y se pone en pie, no se conforma con el botín menor, tampoco pacta ni negocia esfuerzos. Por algo está donde está.

En tanto, la UD no va tampoco con Pepe Mel. Quiso levantarse con lo que logró dos jornadas atrás, rompiendo quinielas tras someter al Deportivo en Galicia. Pero, a la luz de los hechos, con lo acontecido ahora, su fiabilidad regresa al sótano y las nubes negras cubren su panorama. Necesita mil milagros y todos juntos para meterse de nuevo en la pelea. Y será imposible hacerlo a este galope, con semana de alegría y muchas más en un páramo. Dicen que le fe es lo último que se pierde. El problema es que a este equipo probablemente sea eso lo único que le queda.

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