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Canarias7 / Las Palmas de Gran Canaria
Viernes, 17 de julio 2020, 05:00
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El denunciado, que fue puesto en libertad con cargos el pasado día 1 de marzo, “había sido detenido en al menos dos ocasiones”, según informó un cargo del centro de salud donde trabajaba.
Carlos L. R. especialista en geriatría, presuntamente abusó de numerosas mujeres de avanzada edad, que acudían a su consulta por su reconocido prestigio. De hecho, muchos de los comentarios de sus pacientes en páginas especializadas, valoran muy positivamente su profesionalidad.
El médico detenido, es además un reconocido poeta, con tres obras publicadas: Pasan los días (2012), Diálogos al sol (2014) y País de Lux (2016). Ha participado en diversos foros literarios, y demuestra su pasión por la poesía en su blog.
Según una reseña del Museo Domingo Rivero, «Carlos L. R., desarrolla su faceta profesional en Las Palmas de Gran Canaria, en el campo de la medicina, siendo experto en Demencias y trastornos de conducta en el anciano. Es editor, publica con sello Ediciones OK literatura social. Siempre ha mostrado interés por el hombre y su entorno, que afronta mediante los temas eternos que suelen estar presentes en la expresión poética: como el amor, la muerte y el tiempo».
La primera de las seis veces en las que la denunciante acudió a consulta con el investigado fue por un dolor en la rodilla izquierda tras haber sufrido una caída en el domicilio. La mujer se percató de un acercamiento anormal del facultativo, quien se empecinaba en tocarle las manos de un modo cariñoso, según consta en la denuncia.
La segunda vez que fue al centro de salud, aquejada de asma y ansiedad, el médico, al percatarse de que estaba en la sala de espera, presuntamente y según esta parte, la dejó para el final y, al acceder al despacho, cerró la puerta como no hacía con el resto de pacientes. Este hecho ocurrió el 28 de diciembre del pasado año, cuando el investigado le dijo a la paciente que no se sentara y se mantuviese de pie. En ese momento, supuestamente el facultativo aprovechó para ponerse detrás de la paciente y comenzó a masajearle la espalda, los pechos por dentro de la ropa e incluso el sujetador, además de los glúteos y la vagina por encima del pantalón. Además, cogió las manos de la mujer y restregó contra ellas sus genitales, no pudiendo precisar la víctima de estos hechos si los tenía dentro o fuera de la ropa.
Al mismo tiempo que tocaba a la paciente, le susurraba al oído «tranquila, relájese, dos minutos más, dos minutos más...».
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