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Suele ser un lugar común apelar a los beneficios de mantener las costumbres como una forma de cohesión social. Sin embargo, en muchas ocasiones, aquello que llamamos tradiciones no son más que malas costumbres. El dicho se podría aplicar a los concursos de belleza ligados a las fiestas patronales de muchos pueblos isleños y peninsulares. Se premia «el conjunto armónico de elegancia», la «simpatía», la «fotogenia», el «saber estar» y, por supuesto, «la belleza».
Contra este tipo de actividades se reveló esta semana Nova M. Kirpatrick, responsable de fiestas del Ayuntamiento de Arrecife de Lanzarote. La concejala decidió eliminar el «tradicional» concurso de miss San Ginés y las voces en contra no se han hecho esperar. Pero también las que se solidarizan con la decisión.
Kika Fumero, directora del Instituto Canario de Igualdad (ICI), es una de las que cree que el dinero público no debería emplearse para sustentar concursos de miss (señoritas) o de míster. «Reproducen estereotipos, la cosificasión de los cuerpos, y eso hace mucho daño y atentan contra la dignidad de los seres humanos, especialmente de las mujeres», afirma.
A su juicio, tanto unos como otros, tienen «repercusión» social. «Tenemos que revisar que cánones de belleza estamos perpetuando, qué ideología estamos transmitiendo» con este tipo de concursos, señaló la responsable del ICI. Porque «ese canon de belleza tiene consecuencias y trae consigo que las y los jóvenes quieran ser así». Fumero se refirió a que incluso esa presión social puede provocarles «trastornos de la alimentación» como anorexia o bulimia.
Fumero deja claro que estar en contra de este tipo de concursos no es estar en contra de las fiestas tradicionales. E insistió en que estos concursos «hipersexualizan» a las mujeres -especialmente a las más jóvenes y a las niñas–. «Tenemos que replantearnos este tipo de cuestiones, estamos en el siglo XXI, hay que darle una pensada al objetivo y al origen de este tipo de fiestas y qué mensaje transmitimos a la sociedad, qué imaginario simbólico perpetuamos y qué impacto tiene esto en la integridad de la infancia, de las niñas en particular, y de las chicas y chicos y las mujeres», abundó. Para la directora del ICI, una solución sería «plantearnos qué queremos transmitir y centrar nuestros concursos no en la belleza sino en otra serie de características y valores». Por eso, dijo, «es el momento de replantearnos si lo que queremos es potenciar la belleza por encima de todo o sentar en la sociedad otra serie de valores porque ya sabemos que los cánones de belleza impuestos nos hacen daño».
Además, dijo Fumero, parece un «contrasentido» que desde las administraciones públicas se estén impulsando políticas en pro de la igualdad entre mujeres y hombres «pese a las resistencias» y, por otro lado, añadió, «se esté perpetuando aquello contra lo que estamos luchando. No tiene sentido, hay que unificar criterios».
La solución que han apuntado en algunas fiestas es organizar tanto concursos de belleza femeninos como masculinos. «Eso es una trampa», afirma Fumero, «si una cosa es mala para la mujer ponerla para los hombres no vale». Además, añadió, «que no tienen la misma repercusión porque los concursos de belleza para chicas y chicos no se publicitan igual y no tienen la misma industria detrás. Lo que no quiere decir que también dañe a los chicos. Lo he visto en mis años de docente, el daño que se hacen para parecerse a», concluyó.
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