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La sandía de Tasarte deja sitio al melón

La sandía de Tasarte deja sitio al melón

La covid-19 dejó sin clientes a la cooperativa agrícola del barranco de La Aldea. Vendía todo a hoteles y restaurantes turísticos. Tuvo que virar el rumbo en tiempo récord y buscarse sitio en supermercados. Ahora explora otras frutas

Gaumet Florido y Tasarte

Jueves, 1 de enero 1970

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Confinamiento. Fase 1. Tasarte. La actividad bulle bajo los invernaderos que gestiona Coparlita, la Sociedad Cooperativa Agrícola de Tasarte. El estado de alarma no riega ni atiende por sí solo sus fincas, por lo que el paso de la covid-19 no les ha cambiado en exceso la rutina de trabajo. No han parado. Pero sí les hizo daño. Bastante. Les dejó sin su único cliente: los hoteles y restaurantes del sur de Gran Canaria y de Fuerteventura. A través de la distribuidora Fran y Chemi SL les vendían todo lo que aquí se plantaba de sandía, papayos y calabazas. Y de repente no tienen a quién vendérselo. Tuvieron sobre la marcha que virar el rumbo y tocar en la puerta de supermercados y otros puntos de venta directa. Pero no será el único cambio que habrán de afrontar. Ya tienen claro, por ejemplo, que la sandía tendrá que ir haciéndole algo de hueco al melón. E incluso a la piña y al maracuyá. La covid-19 modificará un poco el paisaje agrícola de este barranco aldeano.

«¿Quién iba a pensar que iba a pasar esto? Mira que ha habido momentos malos, hemos pasado crisis, temporales de viento, el incendio, de todo, pero nunca íbamos a imaginar que de la noche a la mañana nos veríamos con que no habría ni un solo turista en las islas», confiesa el presidente de la cooperativa, Justo Ramírez, que se las vio y se las deseó para recolocar la producción, pero lo consiguió. Movió cielo y tierra y lo logró en tiempo récord. Con todo, no pudo salvarlo todo. Aunque suele donar fruta, se vio en el trance de tirar unos 15.000 kilos de papayos y entre 10.000 y 12.000 de sandía. «Conté casi 370 llamadas, entre una y otra cosa, para poder darle salida a todo lo que se nos quedó sin vender». Y lo consiguió. Coparlita se reinventó en apenas unos días. Parte de la producción la ha asumido la cadena de supermercados Spar y otra parte Sigoñe. A ambas Ramírez les está muy agradecido. El resto, ya mucha menos cantidad, la distribuye por algunos puestos de Mercalaspalmas. «Es una suerte que todavía haya supermercados que apuesten por el producto local, por el que se planta aquí y nos da de comer, hay otras cadenas que lo traen todo de fuera», se queja Justo. Sin ir más lejos, la semana pasada suministraron a Cencosu, que gestiona la cadena de los Spar, 20 palés de sandías y 12 de papayos.

El caso es que Coparlita lo ha vuelto a conseguir. Ha logrado sobrevivir a otro golpe. A esta cooperativa le sobran callos de tanta pelea. Si ya es difícil dedicarse a la agricultura en una economía como la actual volcada en el sector servicios, más lo es cuando la suerte no acompaña, como le ha pasado a los que conforman esta sociedad. Ya en su día tuvo que reinventarse al darse cuenta de que el tomate, producto en el que estaba centrada, no tenía ya futuro. Afrontaron una dura reestructuración que afectó a trabajadores y también a productores. Algunos eran ya mayores y aprovecharon para colgar las botas. Ahora quedan seis y entre todos plantan unas 60 fanegadas (una parte, pequeña, está en Tasartico). La propia cooperativa como entidad cultiva algunas de las fincas que sus anteriores asociados habían dejado y hoy tiene su propia plantilla, unos 12 trabajadores. Reorientó su producción y del tomate pasó a la sandía (de Tasarte salen 800.000 kilos al año en tres cosechas), al papayo (con 500.000 kilos anuales) y a la calabaza (con otros 300.000).

Este nuevo palo les obligará a replanificarse nuevamente. Seguirán con la sandía, pero ya se preparan para poder suministrar melón a partir de octubre o noviembre. El cliente local no consume sandía en invierno. En cambio, el melón sí. También han reducido la producción de papayos. Aprovecharán para sustituir los papayeros más viejos, de más dos años. Y han empezado con un cultivo experimental de piña y otro de maracuyá. La covid tampoco podrá con ellos.

No han llegado las ayudas

En Coparlita, como en todo el caserío de Tasarte, llueve sobre mojado. El trastorno de este confinamiento les sobrevino apenas unas semanas después de sufrir un grave incendio que quemó cinco viviendas en el pueblo y que, aunque mucha gente no lo sabe, vino acompañado de fuertes rachas de viento, tantas que causó serios daños a los invernaderos de la cooperativa. Ramírez cifra el coste de los desperfectos causados en casi 50.000 euros. «Aquí ya estuvieron los técnicos del Cabildo para valorar las instalaciones y nosotros le remitimos todos los documentos que nos pidieron». Pero lo cierto es que las ayudas no han llegado aún. A esas pérdidas por la climatología le suma este año Coparlita el impacto del cero turístico en sus ventas, que les dejó de un día para otro sin clientes. En este caso, la cuantificación de lo que se perdió ronda los 30.000 euros, calcula Justo Ramírez, que se queja de la poca colaboración con el sector de las entidades bancarias. «Les vas a pedir un préstamo y te lo ofrecen con unos intereses altos, ¿en esas condiciones quién se endeuda?». Con todo, este veterano agricultor no le pierde la cara al futuro y ya rearma la cooperativa para nuevos sustos. De entrada, una lección. Seguirán vendiendo a hoteles y restaurantes. No desatenderán esa clientela. Pero ya no echarán todos sus huevos en esa única cesta.

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