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Barra libre al vandalismo en Fuerteventura

Barra libre al vandalismo en Fuerteventura

Los atentados contra el patrimonio, en forma de grafitis, esculturas y frases, se multiplican por muy protegido que esté el lugar y pese a los muchos años de formación de los materiales.

Jueves, 1 de enero 1970

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La fundación Telesforo Bravo-Juan Coello alertó esta semana del atentado en forma de esculturas de caras y corazones en los depósitos de las cenizas volcánicas de la Caldera Rebanada, en el malpey de Bayuyo (Lajares), que se formó hace unos 135.000 años. Es sólo un lamentable ejemplo de que en Fuerteventura, a más protección e importancia patrimonial, más actos vandálicos se perpetran por la falta de escrúpulos de los artistas y graffiteros, cómo no por la escasa vigilancia y, en alguna medida, por falta de información.

De norte a sur, la gente deja su huella sobre el patrimonio arquitectónico, como es el caso de la Casa de la Costilla, cuyas paredes resisten pese a las lluvias de cada invierno, que sale al encuentro del visitante en el camino entre Lajares y El Roque, en el municipio de La Oliva. A las inclemencias del tiempo, se suma desde hace meses que los graffiteros han violentado con colores hasta el último hueco de sus muros de piedra.

Muy cerca de la Casa de la Costilla, el Bien de Interés Cultural (BIC), con categoría de yacimiento paleontológico, del barranco de los Enamorados está plagado de firmas, corazones y hasta una calavera aprovechando unas formas geológicas que tardaron siglos en formarse. La que los científicos llamaron la Petra de Fuerteventura es también pista de motocross incontrolado.

Las tongas o amontonamientos de piedra aguardan tanto al subir Escanfraga en Villaverde en forma de espiral o corazón o en el monumental natural de Ajuy (Pájara) donde las firmas empiezan a aparecer de forma preocupante en algunos rincones escondidos de la playa levantada.

Otra de las lamentables variantes del vandalismo es el que se practica -y con demasiada frecuencia- sobre el patrimonio arqueológico: en la montaña de Tindaya, a veces se cuentan más podomorfos de los desaprensivos del siglo XXI que los que dejaron los habitantes prehispánicos hace más de 500 años.

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