«O se cubre el convento, o se pierde»
El arquitecto Francisco Cabrera presenta los resultados de los trabajos de conservación y restauración de la zona conventual de Betancuria, que incluye la iglesia y la ermita de San Diego, que han costado 101.099 euros al Cabildo
Catalina García y Puerto del rosario
Miércoles, 30 de enero 2019, 07:19
La protección de la iglesia conventual de Betancuria pasa por cubrir lo que queda: es la única manera de frenar el deterioro». Lo confirma el arquitecto Francisco Cabrera Sánchez, director de la primera fase de las obras de conservación y restauración de la zona conventual, que incluye la iglesia conventual propiamente (y que se conoce popularmente como convento) y la cercana ermita de San Diego. La Diócesis de Canarias y el Cabildo de Fuerteventura financiaron estos trabajos ejecutados entre junio y noviembre de 2018 y cuyas conclusiones se presentaron anoche en el Archivo Insular, en Puerto del Rosario.
En las obras, la primera institución majorera aportó 101.099 euros, mientras que el Obispado costeó la redacción del proyecto, la dirección de obra y el equipo técnico. Además de Cabrera Sánchez como autor del proyecto de consolidación y rehabilitación de lo poquito que queda de la iglesia conventual y la vecina ermita, dieron su opinión cinco expertos más: la arqueóloga Rosa López, la restauradora Chus Morante como especialista en policromía para las ornacinas, Sonia Argano (cal y piedra), Manuel Solá (especialista en restauración) y Loren Mateo Castañeyra (en bienes muebles como dinteles, puertas, etc).
En el lugar donde en torno a 1414 se levantó el primer convento de Canarias y hoy se mantienen en pie la iglesia conventual y la ermita de San Diego se realizaron trabajos de consolidación de las patologías más urgentes: los pavimentos, los revestimientos, los sillares o elementos de piedra aparte de los muros y, finalmente, el entorno más inmediato, siempre eliminando los restos de cemento usado recientemente y sustituyéndose por cal extraída de hornos romanos. El escaso tiempo para llevar a cabo la obra marcó esta primera fase, «por lo que concluimos que algunas cosas necesitaban más tiempo para una resolución más efectiva, como fue el caso del tratamiento de la enorme cantidad de cantería en hornacinas, arcos, etc, que se dejó para una segunda fase de consolidación con ensayos de laboratorio a la vista de los distintos de piedra y según su grado de erosión».
Para la segunda fase, además de la cantería decorativa, se incluiría el control del escorrentías derivadas del agua de lluvia, tanto en la ermita de San Diego como en la iglesia conventual, que no van a donde tienen que ir, es decir al barranco, sino que se deposita en la base de los muros. Finalmente, queda también pendiente el control del acceso de visitantes a toda la zona del convento de San Buenaventura y la continuación de los estudios del pavimento original de la iglesia conventual.
Siete celdas por fases.En la zona conventual de Betancuria, el arquitecto Francisco Cabrera parte de que primero se levantaron las siete celdas donde dormían los monjes franciscanos y que se hicieron en dos fases, tal y como se ha podido comprobar en la campaña arqueológica realizada por la Dirección General de Patrimonio Cultural del Gobierno de Canarias: una primera de una obra rudimentaria; y una segunda de construcción de las celdas cuyos restos se pueden observar aún a ras de suelo.
A continuación, le tocó el turno a la fundación de la iglesia conventual. En cuanto a la ermita de San Diego, Cabrera Sánchez relata que primero se levantó una capilla y luego una ampliación que dejó al recinto religioso con su actual aspecto. «La contemporaneidad de estos dos inmuebles se relaciona porque San Diego de Alcalá es uno de los tres monjes iniciales que llegaron a Betancuria y él iba a orar a la cueva de la primera ermita».
De Betancuria, los franciscanos se marcharon a otras islas a construir otros conventos. De los que aún están en pie y de las fotos antiguas de Miguel de Tarquis, este arquitecto sacó la maqueta de lo que realmente hubo en la hoy zona conventual.