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«Sentimos que pasábamos por encima de algo porque nuestro barco se tambaleó», explica Carmela Armas, una de las pasajeras del buque que cubría el trayecto entre Gran Canaria y Tenerife. En ese momento la gente se levantó de sus asientos y «vimos lo que parecían contenedores flotando». La joven, que se iba unos días de vacaciones a Tenerife, explica que «pensábamos que se habían caído camiones y coches de la bodega».
En aquel momento no sabían que su barco había chocado con una pontona, pero pronto las noticias de la colisión empezaron a llegar a través de los móviles. «No vimos a nadie en el mar», prosigue la vecina de Siete Palmas, «y enseguida el barco se escoró a la izquierda».
Mientras esperaba a coger el barco de las 19.45 horas para retomar sus vacaciones, recordaba que «aunque hubo alguno que se puso nervioso, en general la gente mantuvo la calma».
La tripulación les pidió que se sentaran «porque en el atraque, el barco se iba a escorar más». La operación duró unos veinte minutos pero culminó sin incidentes.
Una tranquilidad que destacaron todos los pasajeros. «La gente reaccionó muy bien. Mantuvieron la calma», afirmó Bartolomé Molina ya una vez en tierra.
Para él la de ayer fue una experiencia para el recuerdo. «El capitán hizo lo que tenía que hacer salvando a todos los pasajeros al poner rumbo al puerto. Cuando veníamos navegando el barco se fue escorando cada vez más hasta que se estabilizó. Tuvo la sangre fría de salvarnos. Eso hay que aplaudirlo», afirmó el camionero.
Cirilo González también sintió una intensa vibración y pudo ver a varias personas en el agua tras el golpe. «No sé como el capitán no les vio antes de chocar», afirmó.
Todos los afectados fueron reubicados en otros barcos para que pudiesen continuar con su viaje.
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