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El ventilador del caso Alba

El ventilador del caso Alba

El juicio al juez Salvador Alba está sometiendo al Poder Judicial a un escrutinio muy poco frecuente y con derivadas que van más allá de Canarias, en el que se exponen en público las amistades, odios y relaciones con la política, el poder económico y la prensa de quienes visten la toga.

José María Rodríguez (Efe) / Las Palmas de Gran Canaria

Jueves, 1 de enero 1970

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El Tribunal Superior de Justicia de Canarias (TSJC) celebra desde el pasado lunes uno de los juicios de mayor impacto en las islas en décadas: el que debe dilucidar si el magistrado de la Audiencia de Las Palmas Salvador Alba manipuló una instrucción para perjudicar a la juez Victoria Rosell, que acababa de ser elegida diputada.

La historia tiene en el centro a uno de los empresarios más importantes y controvertidos de Canarias, Miguel Ángel Ramírez, presidente de la Unión Deportiva Las Palmas, y su supuesto fraude millonario a Hacienda y a la Seguridad Social a través de Seguridad Integral Canaria, que primero investigó Rosell y, más tarde, Alba.

En las tres jornadas celebradas hasta ahora en el juicio se han vivido momentos que no han dejado indiferente a nadie, ni siquiera a un tribunal, el TSJC, que no hace tanto juzgó y condenó a todo un presidente de una Audiencia Provincial acusado de haber asesorado al narcotráfico, José Antonio Martín, tiempo después rehabilitado por el Tribunal Supremo.

En los interrogatorios se ha mencionado, directa o indirectamente, a media docena de magistrados, algunos de primer nivel, como Manuel Marchena (presidente de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo) o José Ramón Navarro (presidente de la Audiencia Nacional); políticos, como José Manuel Soria; directores de periódicos nacionales, como David Jiménez; confidentes policiales...

Y hasta se han vivido momentos con pocos precedentes en un juicio, como que un empresario le llame mafioso a un juez sin pestañear, a la cara y delante de un tribunal superior.

Estos son algunos de los momentos principales del juicio:

«No podía mirar para otro lado»

Salvador Alba sostiene que se le acusa con pruebas manipuladas y que él se limitó a informar al Consejo General del Poder Judicial y al Tribunal Supremo de las irregularidades que creyó haber descubierto en el Juzgado de Instrucción número 8 de Las Palmas de Gran Canaria, cuando sustituyó allí a Victoria Rosell.

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«Yo era el instructor, no podía mirar para otro lado. Claro que tenía interés, muchísimo. Si se llegaba a acreditar que este señor (Miguel Ángel Ramírez, acusado en esas diligencias de fraude fiscal) era socio de la pareja de la juez (Carlos Sosa), era un disparate como la copa de un pino», alegó en su declaración.

«Valía todo. Era como Chicago años 30»

Así describió el empresario Miguel Ángel Ramírez cómo se sintió cuando el juez al cargo de su caso, Salvador Alba, lo citó a reunirse con él sin su abogado y entrando en los juzgados por el garaje. Ramírez recuerda que el ahora procesado acababa de imponerle una fianza de 35 millones, lo que hacía peligrar sus negocios.

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Según su versión, fue a la cita a sabiendas de que era «una trampa», se sentó con Alba, le escuchó decir que quería «cargarse» profesionalmente «a esa hija de puta» -en referencia a Rosell- y se dio cuenta de que estaba «ante la mafia». Así que le siguió el juego, tomando la precaución de grabarlo todo.

«Alba infunde pavor», «es nuestro Villarejo»

La juez Victoria Rosell, de nuevo diputada de Podemos, relató al tribunal que la persecución que denuncia haber sufrido por parte de Alba le ha robado tres años de vida, que le ha provocado daños profesionales, políticos, económicos y hasta psicológicos de entidad, sobre los que pidió no dar muchas explicaciones en público, porque no quiere que su historial médico llegue a Alba.

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«No solo es temor. Alba infunde pavor», enfatizó la diputada de Podemos. «Ese señor es nuestro Villarejo».

«Nos traicionó. Grabó a los compañeros»

Lo dijo el presidente de la Audiencia de Las Palmas, Emilio Moya, para explicar por qué sus relaciones con Alba, su antiguo compañero de sala, son casi nulas. Moya recordaba así la reacción que Alba tuvo al descubrir que Ramírez le había grabado. Salvador Alba grabó entonces una conversación con sus compañeros de sala, que solo sirvió para que el CGPJ le abriera un expediente a él, pero que dejó muy mal a los magistrados que participaban en una charla salpicada de frases de muy mal gusto, luego tachadas de machistas o xenófobas, como «las rumanas, todas putas« o «fuera de Rusia, unos mafiosos».

«Ramírez decía que la grabación era nuestro seguro de vida»

El empresario Héctor de Armas, antigua mano derecha de Ramírez en sus negocios, ha pasado de ser testigo de la acusación, a testigo de la defensa, con una carta de por medio entregada a Salvador Alba.

De Armas ha contado al TSJC que su exsocio grabó al juez «para chantajearlo» y que cuando volvió de su reunión con él, estaba «feliz como un niño el día de Reyes», porque le había cogido en una conversación comprometedora. «Decía que era nuestro seguro de vida», relató este empresario, que sostiene que Ramírez quería utilizar esos audios para forzar a Alba a archivar su caso de fraude fiscal.

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