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La desesperación de ATI por el futuro electoral debe ser muy profunda. A eso suena la petición de unidad nacionalista que hace Carlos Alonso, el político con más influencia a la Canarias del clavijismo en la que vivimos. Carlos Alonso, el insularista más recalcitrante de la new generation del populismo de derechas, esa que tanto se encomienda a la Virgen de Candelaria como al demonio, (según convenga en el guión de la propaganda) se paseó esta semana por Gran Canaria amparado por sus colaboradores de aquí, empresariales y políticos, para pedir con vehemencia un pacto con Nueva Canarias, en el que incluye como limosna a José Miguel Bravo de Laguna, otro que ha descubierto que la ideología, las convicciones y la ética son de quita y pon.
Alonso, que tiene calculado cómo repartirse el poder, propone un conchabo electoral en el que cree que caben todos, siempre que tengan los mismos intereses. En su percepción de la realidad no existen las ideas fundamentales, paradigmas morales o ideológicos. Tampoco tiene escrúpulos y cree que todo el mundo es igual. Quiere una coalición electoral con lo peorcito de la política canaria, los que han perdido el norte y han vendido su alma al poder, como él mismo y su partido, o como José Miguel Bravo de Laguna y Casimiro Curbelo, caído del caballo para ver la luz del insularismo y ahora impulsor de la escisión dentro del PSOE.
En esa suma añade a Nueva Canarias, partido en el que aún imperan, aunque desgastados, los ideales, la ideología y bastantes dosis de honradez, salvo casos de desesperados por agarrar un trozo de la tarta y saciar las ansias de poder.
Alonso, que ha hecho muchos cálculos ya tiene ganadas las elecciones y sueña con ampliar el número de colaboradores del indecente régimen que su partido ha establecido en las islas. Vaticina que esa gran coalición gobernará toda Canarias. Ya se ve con más influencia en el Gobierno, dominando todos los cabildos y los ayuntamientos de las islas. Una gran familia que, aunque muy desavenida, estaría unida por el único interés de repartirse el dinero de todos los canarios, isla a isla, en función del poder que cada uno obtenga o el nivel de engaño al que sometan a los menos listos o a los más honrados.
Porque si algo está en la cabeza del hombre fuerte del régimen, el que se siente heredero del régimen y aspira a echar a Clavijo, es que Tenerife, él mismo y su partido , sigan mandando en Canarias. Para ello necesita de colaboracionistas, como los que ha encontrado en Gran Canaria. Incluir a Nueva Canarias en su lista no tiene otra razón que los números que han hecho en CC. Sin Román Rodríguez no llegan a ninguna parte y la debacle está asegurada en junio del próximo año. Lo dicen las encuestas, las de ellos, las nuestras y las de empresarios generosos, pero también su propia percepción. Abatidos y desesperados, así viven el futuro los líderes de Coalición Canaria que luchan desesperadamente por salir airosos, por ganar tiempo para el régimen engañando a unos y a otros, proponiendo pactos despreciables y apelando al miserable apego al poder. Esa es la idea que mueve a CC, porque los proyectos para Canarias ni los nombra y los principios nacionalistas se los pasa por el arco del triunfo.
Tal es la diarrea mental de Alonso en su desesperación por salvar los muebles, que este pacto lo considera “histórico”. Evidentemente histórico para sus intereses, para ampliar y mejorar el régimen y los privilegios insularistas, para conservar intactas todos las teclas de la cadena de poder para seguir repartiendo el botín de los presupuestos canarios y relegando la democracia a una mera pantomima que ya no responde a una sociedad madura.
Para rematar su pedigüeña, pero altanera posición, acusa al resto de los partidos de impedir el consenso para la Reforma Electoral que Canarias pide a gritos y que tanto le beneficia en su esquema de poder, cuando son CC y sus mariachis de La Gomera los que bloquearon, en el Parlamento de Canarias, aquello que decidió la mayoría.
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