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Si Ángel Víctor Torres cree que a CC le importa mucho el reparto de cargos en los órganos dependientes del Parlamento de Canarias, es que aún no conoce la estructura profunda de ese partido, el petróleo que quema en sus bodegas, las alcantarillas políticas en las que se mueve y el aliento que lo mantiene vivo. Si el líder de los socialistas quiere recrearse en su amargura, puede pensar que el miércoles, Clavijo echó una carcajada profunda en su despacho viendo sus fotos con Pedro Sánchez en Ferraz, mientras Barragán tiraba de su puro, en caladas profundas, y jugaba a los aros en el aire con el humo mientras acariciaba su prominente barriga, satisfecho de la hazaña de los últimos días. Ambos repasaban los aliados que tienen en el PSOE, los mismos que sostienen a Ángel Víctor, y cómo con ellos mantienen secuestrado al partido que ganó las elecciones en mayo de 2015. Se vanaglorian de sus habilidades y artimañas, de cómo siendo la tercera fuerza política mantienen secuestrado el poder y juegan a placer con el PSOE y con el PP. “Iluso”, piensan ambos de Torres. La mordida, la gran mordida, el jugo de la política, no está en los órganos de control del Parlamento, siempre manipulados, por un lado o por otro, siempre domesticados, aleccionados y arrinconados, luciendo informes desfasados, sin efectos sobre el poder ejecutivo, que sólo sirven a algún periodista para salir del paso en los días en los que no hay nada que publicar. La sustancia de la política, lo que realmente interesa a ATI, está en el poder local, el que sigue en manos del PSOE, secuestrado y al servicio de sus intereses.

El órdago lanzado por el secretario general de los socialistas canarios, sólo conseguirá una ola mediática, algunos titulares que se desvanecerán de forma inmediata después de la votación del martes en el Parlamento de Canarias. Si Torres piensa que a CC le importa mucho ese terremoto de pequeña intensidad, es que sigue en el limbo de la política regional, es que no ha sido suficiente la humillación a la que lo ha sometido el chicharrerismo imperante en CC en estos días, pactando, a sus espaldas, con el PP. La realidad es que Torres sigue secuestrado por quien le apoyó en las primarias, y por los que le han ido dictando la política que ha hecho en esta última etapa, enganchado a las mentiras del partido y su régimen que le ha retorcido el brazo a los seis meses de entrar en su redil.

En Canarias, para vencer a CC en política, hay que ser mucho más rastrero y despreciable, tener muchos más escrúpulos que la tropa del régimen. Que yo sepa, la política canaria no ha parido un trilero más hábil que los crupieres de ATI, alguien con menos ética y reparos para hacer una guerra sucia con mayor calado que la que dirigen Clavijo y Barragán.

Quien más se acercó al modelo político de CC fue José Manuel Soria. Todos conocemos cómo se movía, pero nunca logró ganarle una batalla, ni siquiera cuando llegó a la cúspide de su carrera política. Siendo ministro, con una estrella mucho más grande en su solapa que la de todo un gobierno autonómico como el canario, no logró doblegar al chicharrerismo profundo. Se alió con él para echar a Paulino Rivero, y estableció una alianza con la que comprometió, aún más, al PP en Canarias.

Román Rodríguez es, quizás, el político de más raza que tienen las islas, por claridad de ideas y por experiencia, pero su forma de entender el mundo, la vida, le limita la desfachatez para usar el grado de instinto perverso que en ATI han cultivado mandando en la política canaria, desbordando los límites y todas las líneas rojas de la ética y algunas del sistema democrático.

Tampoco ha surgido en Canarias un movimiento social o político potente en contra de los despropósitos y el modelo de Gobierno de CC. Tampoco en contra de la hegemonía de ATI, dentro o fuera del partido, y los que han emergido se hunden en sus propias contradicciones, acogotados por la fuerza del régimen.

En Gran Canaria la sensibilidad contra ATI es elevada, y así lo ha entendido Antonio Morales. El presidente del Cabildo de Gran Canaria se ha convertido en la única oposición a CC desde fuera del Parlamento y con capacidad de movilización, pero sabiendo que su radio de influencia es limitado, circunscrito a Gran Canaria, y que aquí, de antemano, Clavijo tiene la batalla perdida, a pesar de las alianzas que ha establecido con partidos nacidos, exclusivamente, para arañar un trozo de poder y mantener en la poltrona a algunas cabezas visibles y a sus allegados y familiares.

La fuerza de atracción mutua entre trileros es inconmensurable en Canarias desde los tiempos de vida activa de Dimas Martín. Una fuerza de enganche que creíamos en vías de extinción, pero a la que la nueva ATI de Clavijo ha dado oxígeno. La Canarias de Clavijo ha vuelto al modelo Dimas, aquel líder conejero de una de las facciones de las Agrupaciones Independientes de Canarias, que marcó una etapa que no hemos logrado cerrar.

La reciente historia de pactos con CC, la del PSOE y ahora la del PP, pone de relieve que los partidos han dado por perdida la batalla de la renovación y se han colocado en una carrera para ver a quien elige Clavijo en el próximo reparto. Ángel Víctor Torres ha sido un simple juguete, ahora roto, en manos de Clavijo, y si, verdaderamente, quiere hacer política a lo grande y volver al seno de la credibilidad, que comience por romper el pacto en La Laguna, por tirar a Carlos Alonso en el Cabildo de Tenerife, o a Marcial Morales en Fuerteventura, que se coloque en la oposición en todas las instituciones en las que mandan, aliado a quien sólo trata de asfixiarlo después de tirarlo a la cuneta.

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