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Sí. A esto han obligado la UD y Paco Jémez. A ir al fútbol a rastras, sin otra motivación que la de ofrecer un esforzadísimo e impecable ejercicio de fidelidad. No se entiende de otra manera el suplicio que supone acudir al estadio considerando antecedentes y actualidad. Descenso confirmado y a cámara lenta desde que comenzaran a amontonarse las negligencias meses atrás, un proyecto en ruinas, futbolistas y entrenador fuera de catálogo, gradas desiertas, el himno reverberando en el vacío, silencio sepulcral con el balón en juego, bostezos por doquier, un once huérfano de canteranos, otra puñalada a los pocos románticos que todavía presumen de escudo. Lo que para la mayoría es una bendición, balón en curso, objetivos por cubrir, sueños europeos, como el caso del adversario de ayer, sin ir más lejos, lucir en el mejor escaparate, en la UD es un dolor. Manda el calendario y hay que cumplirlo, pero eso no resta el sonrojo que supone este tramo de competición de barbecho, en el que se hace imposible cualquier tipo de compensación a tamaño navajazo en el alma. Quedan todavía dos jornadas por delante y, háganse a la idea, serán igual o peores. El único alivio es que una será lejos, muy lejos, allá por Eibar. Pero luego vendrá el Girona, otro día para no recordar.
En medio de este solar de emociones le toca remar a la UD y así, en un clima anónimo y de murmullos, midió fuerzas al Getafe. Un Getafe con Rémy, sorprendente titular en tanto en cuanto no figuraba en la convocatoria oficial de su equipo. Que si estaba lesionado, que si la cacareada cláusula del miedo... Nada, ahí estaba el francés repudiado por Jémez ajustándose la coleta entre los de rojo, dispuesto, a buen seguro, a tomarse la revancha por el desalojo del que fue protagonista y del que, también, muchos en el club no han parado de lamentarse. Con Rémy en el campo y el Getafe alineando, de entrada, más canarios (Ángel) que la UD, el encuentro se gestionó sin improvisaciones. El local, con sus habituales carencias para enganchar dos pases, el visitante a medio gas sin que le hiciese falta más para salvaguardarse de daños. El fútbol en su versión más transparente en un pleito de entretiempo, con demasiada gente a paso tranquilo, como si la cosa no fuera con ellos.
Jémez, el mismo que admitió desconocer que su capitán, David García, está a punto de hacer historia en la UD, de traca lo de este entrenador, agitó poco el once. Mantuvo a Nacho Gil entre sus elegidos, una broma de mal gusto, y apenas sorprendió en una puesta en escena que, con el paso de los minutos, terminó por no cuajar. Lo de siempre, Etebo en solitario en la zona ancha, arriba Calleri condenado siempre entre adversarios, alboroto general, pocas ideas y menos acierto. Las pinceladas de Halilovic fueron versos sueltos ante tanta grosería. Gálvez, con un testarazo al palo, un mal despeje de Djene que salvó de milagro Guaita y un zapatazo de Nacho Gil que se fue al limbo cuando lo más fácil era meterla entre palos fue el testamento que dejó una primera mitad más inclinada al área del Getafe y con una UD tan esforzada como negada. Como en otros muchos días, la mayoría, no había manera de acertar con alguna.
Resignación, estupor, como prefieran. En este equipo hacer gol es de jeroglífico para arriba.
Los aficionados que se atrevieron a personarse en Siete Palmas correspondieron con tímidos aplausos los intentos baldíos de su gente. Ánimos combinados con las pancartas que ya se han hecho habituales y en las que se reclaman, por la vía de urgencia, medidas rotundas para corregir lo heredado. «Menos limosnas y más dimisiones», fue la respuesta de una parte del respetable a la decisión de la directiva de regalar los abonos a quienes deban renovarlos. División de opiniones, demasiadas vías de agua, acusaciones cruzadas.
Por la vía del sudor no alcanzó y tampoco la suerte. Si hubo un equipo que merecía mandar en el marcador, era la UD. Y en la reanudación, el plan de abordaje continuó con el mismo éxito. Mucho ruido y pocas nueces, que diría el castizo. Otra vez Gálvez, ahora con la derecha, estrelló la pelota en la madera a la salida de un córner y cuando ya todos se aprestaban a celebrarlo. Tampoco tuvo mejor puntería Calleri, tan esforzado como desquiciado. Puede escribir un libro el argentino de todo lo que le ha tocado padecer en esta campaña. Con todo, la reverencia a su orgullo y empeño no puede negarse bajo ningún concepto. Si todos corrieran y empujaran como él, lo mismo se hubiese dado otro desenlace.
El encuentro transcurrió entre indecisiones hasta adentrarse en la fase crítica, la que penaliza al máximo cada error, la que anula segundas oportunidades. Ahí se ha manejado de pena la UD siempre, propietaria de todas las calamidades.
Remaron en contra, por si fuera poco, los cambios de Jémez, que eligió a Jairo como uno de los revulsivos y hasta le negó a David García la oportunidad de lograr esta temporada el récord histórico de Germán Dévora.
En el minuto 68 Chichizola tuvo que aparecer ante una embestida de Amath que tampoco culminó Ángel, pero el ariete criado en el Tenerife y motivadísimo por dejar su tarjeta (el larguero dilató sus deseos) acabaría viendo puerta casi al final y en una jugada que fue un regalo, con pérdida en la salida del balón y una manada ante Chichizola. El 0-1 no se ajustó a lo que se pudo ver, pero llueve sobre mojado. Esta UD es ya insufrible.
Y lo peor: esto no ha terminado. Aún hay más.
0. Las Palmas: Chichizola; Míchel Macedo, Gálvez, Ximo Navarro, Aguirregaray; Halilovic, Etebo, Aguilani (Javi Castellano, min. 61), Nacho Gil (Jairo, min. 71); Ezekiel (Erik Expósito, min. 61) y Calleri.
1. Getafe: Guaitia; Alberto, Djené, Alba (Miguel Ángel, min. 62), Antunes; Portillo, Gaku Shibasaki, Barri, Amath (Merveil, min. 78); Rémy (Jorge Molina, min. 63) y Ángel.
Gol: 0-1, min. 88: Ángel.
Árbitro: Alberto Undiano Mallenco (Comité Navarro). Mostró tarjeta amarilla a los jugadores visitantes Rémy (min. 44) y Merveil (min. 85).
Incidencias: partido de la trigésima sexta jornada de LaLiga Santander, disputado en el Estadio de Gran Canaria ante 4.624 espectadores.
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