Entrevista a Kirian Rodríguez
«Los ojos de mi novia eran el 70% de la cura y yo creo que ha tenido un 80 o 90% de culpa de que yo me haya curado»El centrocampista de la UD Las Palmas ya tiene el alta tras superar por segunda vez un cáncer y no quiere sentir presión para volver a jugar
Barranco Seco es un horno. El sol pega fuerte y la calima no ayuda. Llega Kirian Rodríguez, después de una refrescante ducha tras un intenso entrenamiento, y lo hace siendo él mismo. En su mirada se aprecia su determinación y su sonrisa dibuja las inmensas ganas de vivir que tiene. El tinerfeño, tras recibir el alta médica competitiva y superar nuevamente el cáncer, está dispuesto a abrirse. Nada hubiese sido posible sin el apoyo de su pareja. En sus ojos estaba la cura.
El centrocampista no pone fecha a su regreso a los terrenos de juego y pide «paciencia» al aficionado de la UD Las Palmas. «Que esté tranquilo, que estoy convencido de que cuando llegue mi momento será cuando el míster lo vea en los entrenos, los compañeros lo sientan en los entrenos y cuando yo me encuentre en las condiciones adecuadas», dice.
¿Y cómo espera que sea ese regreso? «Tranquilo», desea. «Lo prefiero como la última vez, que prácticamente sea porque el equipo lo necesita y porque justo es que tenga que entrar, más que porque sea a lo mejor un poco de ruido o que la gente la tome por el aplauso o por chillarle a Kirian de nuevo. Prefiero que sea porque sea el momento en el que toque».
–¿Cómo está? De uno a 'me subo por las paredes', ¿cuántas ganas tiene de volver a jugar?
–Bien, bastante bien. Contento, ya no solo por mí, sino por mi familia, que lo ha pasado bastante mal. La recaída fue otro duro palo para ellos. Estoy bien, por el alta, por la salud… Y, del uno al diez, un cinco o seis. Tampoco es que tenga esa euforia por volver.
–¿Cómo está tolerando los entrenamientos?
–Bien, es cierto que al principio me costaba bastante. Al principio me asfixiaba mucho. Mis revoluciones por minuto se aceleraban demasiado rápido. Desde que volvimos tras el partido contra el Tenerife esas sensaciones han ido mejorando semana tras semana. Llevo ya casi un mes completando todos los 'entrenos' con el grupo y a medida que vayan pasando, me iré encontrando mejor.
–Entiendo que no se marca un tiempo para volver a competir.
–La otra vez tardé bastante. Fue un año y algo en volver. Pero esta vez tenemos algo más de conocimiento y no pasaron tantos meses parado. Pude volver a entrenar cuando salí del hospital, durante los procesos de quimioterapia de las tres primeras sesiones, que fue desde que lo anuncié hasta mitad de abril… Pude entrenar prácticamente, correr, hacer ejercicios de fuerza con Andrés, el readaptador. El proceso ha sido totalmente diferente, pero cuando pasas por el autotrasplante, tu cuerpo cae demasiado en picado. Esa recuperación es lo que más me ha costado esta vez, pero espero no cumplir el año para volver. No tener que esperar a enero o febrero. Quiero estar antes. Mis sensaciones corporales están siendo mucho mejores. Nunca se sabe. Al final también influirán los partidos, el día a día o la presión que tiene el míster de tener que llevar al equipo lo más arriba posible.
–Nadie conoce su cuerpo mejor que usted mismo.
–En el día a día prácticamente llevo la misma vida y normalidad. Y en los entrenamientos los estoy llevando como uno más, tanto a nivel de datos físicos como en el juego. Sí que había un tramo en el que me pasaban como aviones. O, cuando empecé, en los primeros días, casi no me podía ni mover ni repetir un esfuerzo. Recuerdo alguna broma en pretemporada en Marbella, de que se me escapara la pelota en algún control y decirme a mí mismo, 'pero Kirian, arranca, arranca' —ríe—. No podía realmente. Eso ya prácticamente ha desaparecido. En muchas sesiones me veías fuera, apoyado en el balón. Necesitaba respirar. Cogerme alguna sesión libre. Ahora mismo eso ya no pasa. Se va notando y el cuerpo va agradeciendo el ejercicio.
–El otro día dijo que esperaba no ser tan pesado con Luis García como lo fue con García Pimienta. ¿Ya lo está siendo o se está controlando?
–Mi naturaleza me lleva muchas veces a querer competir y pelear. A protestar alguna decisión como pitar una falta. Muchas veces no lo puedo evitar. Pero si quiero evitar esa presión de ir convocado ya. Con Pimienta, desde el principio, le dije:'convócame aunque no me vayas a poner'. Porque quería estar con el grupo y sentirme cerca. Eso en aquel momento me precipitó. Porque al verme en la convocatoria, ya quería el siguiente paso, que era estar en el campo. Y a lo mejor estaba yendo para aportar algo más al cuerpo técnico que físicamente al grupo. Mi mente no me permitió decir, oye, que no estás aquí para jugar todavía, ten paciencia.
–¿Qué es lo que más de menos ha echado esta segunda vez fuera de los terrenos de juego?
–Si te soy sincero, nada. No he echado de menos ninguna sensación. Ni la rutina, ni los viajes. Las dos veces me lo he tomado como que le estaba exigiendo a mi cuerpo más de la cuenta, sometiéndolo a una presión muy grande y yo soy de los que piensa que el sistema linfático, que al final es el que hace que me de el linfoma de Hodgkin, me estaba mandando un mensaje. Cómo hablaba mi yo interior podía afectar a las enfermedades que podrían venir después. Las dos veces me lo he tomado como que necesitaba un descanso. Me lo he dado para mí y para mi familia. Esta semana ya hablaba con mi novia y le decía que lo mismo los fines de semana ya se acababan para nosotros. El ir a la playa y a comer lapas a La Garita, que lo hacemos mucho, pues se pueden acabar. He intentado aprovecharlos y estar con los míos. Para recuperar esos días en los que no había podido estar con mis amigos. Era lo que me hacía falta y lo que necesitaba. Desconecté del fútbol. Estas semanas sí que he visto algo para conocer rivales porque me suelo fijar mucho en los apoyos, en quién salta a la presión y quién no. Para saber las carencias y las virtudes de los rivales. En el verano, que me ayudó a estar desconectado, y la pretemporada, he podido desconectar. No he echado de menos nada.
–Eso es muy positivo.
–La verdad es que sí. No solo por mí, sino por mi gente. Es que llevo desde los cuatro años todos los fines de semana en campos de fútbol. Aquí vine con 18 años y he estado fuera de casa. No he tenido prácticamente un fin de semana para irme a Fuerteventura con la familia o simplemente para hacer una comida familiar con todos ellos. Siempre todo era corriendo.
–Unas minivacaciones forzadas que le han venido bien también para estar fuerte de mente.
–Mi novia me decía: 'no digas que estás de vacaciones, no seas cabrón, que estás de baja' —ríe a carcajadas—. Cuando salíamos con sus amigos y me decían que mañana trabajaban yo les respondía: 'pobrecitos, yo estoy de vacaciones'. Me veían calvo, con la mala pinta, sabiendo que tenía una nueva sesión de quimio y me decían, cómo que de vacaciones. Claro, yo si quería iba a entrenar al día siguiente, si tenía ganas y mi cuerpo me lo permitía.
–Ha hablado mucho de su pareja. ¿Cuánto de difícil habría sido superar esto sin su apoyo?
–Hubiese sido imposible. Es más, mi madre suele decir que a mi novia me la mandaron antes de que me diera la enfermedad. Que la pusieron antes en el camino por algo. Ella justo se iba a marchar a Valencia porque es farmacéutica e iba a hacer el FIR para prepararse para la especialización. Esa semana me da el cáncer. Y decide no irse y quedarse aquí conmigo. Para mí hubiese sido una relación a distancia. Ella en Valencia buscando su futuro y yo aquí el mío. Los caminos se encontrarían en algún momento, pero no de la manera en la que nos tuvimos que encontrar. Viviendo en una casa prácticamente sin haber convivido nunca. Yo con la enfermedad, ella cambiando la isla porque vivía en Tenerife con su madre. Gracias a que me la encontré antes de la enfermedad, mi madre tenía razón. Las chicas de la asociación del cáncer me decían que los ojos de mi novia eran el 70% de la cura y yo creo que ha tenido un 80 o 90% de culpa de que yo me haya curado.
–Su familia también ha sido sustento. ¿Cómo lo ha llevado?
–Esta vez puse algo más de límites con mis padres porque la otra vez nos tuvimos que meter los cuatro en casa y yo estaba acostumbrado a vivir solo. Me tuve que hacer un cuarto prácticamente para tener un poco esa desconexión y libertad a la que estoy acostumbrado. A mí me encanta mi soledad. Mi padre no se vino y a mi madre solo la dejé venir a las tres primeras sesiones de quimio. Que cuando terminase junio y empezara con el transplante, se fuera a casa porque mi padre también necesitaba su apoyo y estar con ella. Esta vez marqué un poco esos límites. Sé que ellos me ayudan un montón, sobre todo en el día a día, cuando no tienes fuerzas y estás más débil. Cierto es que normalmente el más animado en casa soy yo. Pero fueron un apoyo. Vinieron muchos fines de semana, pero les venía bien la monotonía de estar en su casa. Se les hizo muy pesado estar seis meses aquí conmigo. Mi madre estaba cómoda aquí, claro, pero cuando le tocó volver allí fue un choque de realidad. ¿Estará bien? ¿Le pasará algo? ¿Tendrá una recaída? Tenían ese miedo. Por eso dejé que viniera mi madre. Tienes que entenderlos, son mis padres. Yo me suelo subir mucho por las paredes cuando somos muchos en casa y me gusta mucho la soledad. Me gusta subirme al cuarto de la PlayStation o cogerme un libro y desconectar yo solo. Yo le decía a mi novia que necesitaba mi espacio. Esta vez volver a meternos cuatro en una casa iba a ser chocar. Ver las series que ellos querían ver. Y no, yo quería ver las mías —vuelve a reír—.
–¿En qué cambia Kirian a nivel personal después de vivir lo que ha vivido? ¿Valora algo que antes pasaba por alto?
–Mi frase era que si me moría mañana no pasaba nada porque lo he disfrutado al máximo. Y he vivido ya más de lo que esperaba. He valorado mi círculo de amistad y mi familia. La gente que me ha rodeado casi siempre. Los que han estado conmigo. Al final estás en este mundo y no te das cuenta de si tu círculo es positivo o no. Si realmente está por ayudar o no. Y lo hemos pasado todos juntos. Ha sido fácil para mí. Te diría que lo que más he cambiado es la tranquilidad, mi estado emocional. Que no influya tanto de otras cosas. Que dependa de cómo está mi salud o mi familia. Yo me suelo levantar con tos ronca, como mi padre, y hasta que no me tomo el café de por la mañana no se va. Cuando estaba en el hospital tenía ese antojo de lapas, de tirarse en la playa, de tomarte una cerveza de limón...
–Esta es la segunda entrevista que le hago. La primera fue en verano de 2019, cuando promocionó al primer equipo. Ha llovido desde entonces, pero a usted siempre le he visto igual, es la misma persona. ¿Separa el Kirian profesional del personal?
–Yo fuera hablaba poco y un entrenador me dijo que dentro del campo teníamos que ser diferentes. Que es el trabajo, donde competimos. Conozco muchos profesionales de distintos campos y en sus casas son personas muy tranquilas, que se encierran en sí mismas. Y en el trabajo tienen que mostrar un carácter de poder. Yo separo mucho el Kirian profesional. Suelo llevarme más el del trabajo a casa que el de casa al trabajo. Es cierto que soy muy serio, competitivo y cabezón. Me duele mucho perder. Pero cada vez separo mucho mejor. Encima ahora tenemos a Raúl Godoy, que jugó conmigo en inferiores en La Garita, intento hacerle alguna broma. Prefiero separar. Mis redes sociales son todo contenido de fútbol. Intentas que sea una imagen pública como deportista. El Kirian de fuera no tiene nada que ver. Los amigos de mi novia, que ahora los conozco más, al principio tenían miedo de hacerme alguna broma, por el pensamiento que tenían de cómo era yo. Pero yo siempre estoy bromeando, con la sonrisa. Es raro que me moleste algo. Es muy raro que yo discuta en casa con mi novia. Ya tiene que volverse loco el mundo para que se genere una discusión. Yo primo la tranquilidad en el día a día.
–En el mundo del fútbol no es habitual ver a jugadores con un libro en la mano. ¿Cuánto le ha ayuda a nivel mental leer o seguir formándose?
–Muchísimo. No solo a nivel personal. Tengo muchos que son de autoayuda. Otros de estoicismo o ideologías que me gustan. Te dan vocabulario, te puedes expresar mejor con palabras más oportunas. Siempre recuerdo ver a mi madre con libros de Stephen King hasta que una novela de terror le dio un poco de miedo. En casa había una cultura. Me he obligado a leer un poco de vez en cuando, aunque sea un panfleto. Ahora en casa hemos puesto la hora de lectura, para obligarnos a leer aunque sea media hora, hasta que nos entre el sueño. Es bueno para ambos. Mi novia me dice: mira, mira por dónde voy. Son aprendizajes que se queda uno. Los escritores han tenido su vida y siempre es bueno tener consejos.
–En su anterior vuelta fue clave para el ascenso. ¿Es su meta marcada?
–No, creo que cuanto más presión me pongas será peor. La otra vez es cierto que estaba muy concentrado en el ascenso. Quedaban cinco partidos. Ahora es totalmente diferente. Claro que quiero ascender, a mí me gusta ganar todos los partidos. Quiero competir y jugar. No me pongo meta. La otra vez ascendimos, bien, pero yo me quedé con ganas de jugar más partidos. Luego vino el verano y la pretemporada. Solo quería jugar. Me marcaré esos duelos individuales.
–Cuando anunció que volvía a padecer el cáncer, dejó claro a sus compañeros que quería que la UD estuviese en Primera cuando volviese. ¿Se cabreó con ellos?
–Me calenté, me calenté. Las cosas como son —sonríe—. No con ellos, porque seguramente si yo hubiese jugado también habría pasado lo mismo. Había plantilla para salvarnos. Pero entran las dinámicas, que juegan malas pasadas. Con ellos bromeaba mucho cuando les veía. Les decía: 'cabrones, que me quiero comprar una casa, no se dejen ir'. Les dije muchas veces que como no se salvaran no quería ver más a ninguno por aquí. Pero sabía que era una circunstancia que podía pasar. Lo llevé mejor en casa que si hubiera estado en el campo. Había muchos jugadores que estaban muy involucrados con el club y la ciudad, que fue un palo para ellos. Pero es lo que toca. No siempre se gana. No vamos a quedar lamentándonos. El luto está pasado y ahora los rivales, cuando jueguen contra nosotros, deben pensar, cuidado que viene Las Palmas.
–También comentó que si se renunciaba a la identidad, había mucho que perder. Con todo el respeto del mundo, con Diego Martínez se perdió esa idiosincrasia. Con Luis García sí se está jugando al fútbol.
–Yo me adapto a todo. Un tipo de juego puede sacar mayor crédito de mí. Cuando vino Carrión se empezó bien, la idea de juego era buena, pero los resultados no llegaron y se precipitó su salida. Con la llegada de Diego la dinámica empezó a coger con los primeros puntos. Tuvimos buenos tramos de juego, pero luego es más complicado llegar al jugador cuando quieres jugar y los resultados no llegan. Lo que llega es el estrés. Y eso te lleva a no tener mucho el balón para intentar que no se acerquen a tu área. Eso pesó al equipo.
–¿Cómo queda el tema de la capitanía? Para muchos aficionados usted será siempre el primero.
–Es clara. Jonathan es el primero, Álex el segundo, yo el tercero y Sandro el cuarto. Es una cuestión de respeto. Como le dije a Jonathan cuando vino, el debía ser el primer capitán. Él también le habría cedido el brazalete a David García si se hubiera ido y hubiera vuelto luego. Viera fue un capitán ejemplar cuando yo subí. Álex siente muchísimo la UD. Es su casa. Sandro no me dejó ser el cuarto, que debía ser yo el tercero. La capitanía desgasta mucho, es una responsabilidad. Y yo también quería poder descansar.
–¿Y cómo está viendo al equipo desde fuera?
–Estoy muy contento con el mercado, con la gente que ha venido. Ya no solo a nivel futbolístico. Muchas veces primamos el fichar a un buen futbolista antes de que encaje en un grupo y creo que se han sumado ambas cosas. Los chavales han venido con una actitud de escuchar, aprender y agradar. Y encima juegan al fútbol de una manera increíble. Es un grupo muy sano. Y el míster está consiguiendo que cada pieza encajen poco a poco.