Eugenio Suárez, el recordado puntal A que quiso ser gregario
Lucha Canaria ·
Una grave lesión de tobillo privó de mayor eco y fama a un luchador potente, de grandes maneras y prolífico recorrido en los terrerosPedro Reyes
Valsequillo
Sábado, 25 de noviembre 2023, 13:49
Valsequillo fue el lugar elegido para el encuentro con Eugenio Suárez, un bregador que logró ostentar la categoría de puntal A solo una temporada, porque en la misma se rompía el tobillo y, con esta lesión, veía frenada su progresión.
Siempre se le ha considerado como un luchador humilde y él mismo se considera un gregario, a pesar de haber estado en la máxima categoría de puntales.
«Empecé a luchar a los 15 años en el Adargoma. No me gustaba estudiar y mi padre me obligó a hacer lucha, que, por cierto, no me gustaba y terminé amándola. Ahí vi luchar a Maestro Emilio en su última temporada. Incluso algún día entrené con Juanito Mujica, porque vino solo a preparar, no me acuerdo si al Pollo de Valleseco o al Pollo del Puerto. Estaba exclusivamente para entrenarlo a él y me cogió de sparring. Gracias a eso aprendí muchísimo. También luchaba Pepe Juan el Chacalote, que tuvo un trágico fallecimiento. A Maestro Emilio lo tuve de entrenador y solo tengo palabras de agradecimiento por todo lo que me enseñó. Después de temporada y media, me fui al Arguineguín, con Evaristo Marichal y el año siguiente ficharon a Loreto IV. Allí tenía de mandador a Pepito el Pollo de Rojas, grandísima persona y con el que seguí aprendiendo. Terminé mi etapa juvenil en el Guaguas. En el equipo estaba Miguel Ángel Tejera, que también me enseñó muchísimo y donde ya empecé a tirar puntales», rememora con dulce nostalgia.
Ya se veía que Eugenio Suárez iba para puntal con 18 años. «Cuando salí de juveniles, antes no te podían clasificar, firmé en el Arguineguín, en Tercera con Pepe Lomo Quiebre, otro fenómeno, donde quedamos campeones de todo, hasta de la Liga Regional. No perdimos una luchada en todo el año». detalla.
«Ya salí para el Sardina -continúa- y era puntal C. Ahí pude con el Julio Hernández, el Pollo del Callejón, que era puntal A y había sido el primero de esa categoría que llevé a la arena. Ya al siguiente año estuve con él, con David Medina, José Santiago, Natalio Vega y algunos más. La liga era muy dura, pues bregaban Loreto IV en el Maspalomas o Pedro Cano en el Tinamar. Quedamos campeones invictos con el Callejón de puntal A. En la Regional de ese año, contra el Santa Cruz de Melquiades y Chani, el Callejón se lesiona, con tanta buena suerte, que pude con Melquiades en la primera lucha en Gran Canaria. En la vuelta en Tenerife, me tiró, pero el Julio el Callejón estuvo inmenso y ganamos el título regional de Primera».
Su vida deportiva fue muy amplia. «Después del Sardina, que tuvo a Emilín II de puntal y era un fenómeno ya que cuando empezó a luchar, era el puntal del equipo juvenil del Adargoma, comencé a salir de la isla».
Eugenio legó a bregar en varias islas. «Tras una temporada, recalé en el Rosario de Fuerteventura con los hermanos Julio y Ambrosio Hernández, los Callejones, para regresar dos años más al Sardina con Emilín II, hasta que, en el 94, cuando estaba muy bien y entrenando duro, después de ser puntal A, me fracturé el tobillo y se me salió el peroné».
Una lesión determinante
La lesión marcaría ya su futuro como luchador. «Perdí un año y fui al Castillo como puntal B, ya que me habían bajado al no luchar. Coincidí con Loreto IV y David Medina. Tras esa campaña, probé otra isla y me fui al Yaiza de Lanzarote, con Joan Lajo, un luchador apasionado y que al le gustaba mucho la lucha».
Su estancia en Lanzarote fue fructífera. «En el Yaiza ganamos la liga de que era una competición muy fuerte, con Sixto Rodríguez o el Piraña entre otros».
Cuando vuelve a Gran Canaria, comienzan las malas experiencias. «Regresé al Sardina y no fue un buen año. Tuve problemas con la directiva y pienso faltó humanidad ya que creen que los luchadores somos robots, que no somos personas y tienes que estar siempre bien. Para mí fue un año complicado, fue después de la lesión. En la isla siempre agarrábamos los mismos porque éramos solo cuatro equipos en Primera. Como tuve problemas, pedí la baja y me fui al Tegueste de Tenerife donde coincidí con Chicho Ramos, un gran entrenador y fantástica persona. Solo puedo estarle agradecido», precisa.
Después del Tegueste se marchó al Roque Nublo: «La última lucha de Pedro Cano fue conmigo. Íbamos lucha a lucha y la lucha del minuto. Pedro estaba lesionado, aunque yo no me fiaba un pelo. Nos jugábamos el subcampeonato de Gran Canaria, aunque no pensábamos llegar tan alto, pero nos salió un gran año. Estar segundos era una sorpresa y en San Mateo habíamos ganado nosotros, ya que Pedro no estaba muy bien. En la primera agarrada, Pedro Cano se lesiona porque caigo encima. Me separo en la segunda, después me empata a lo zurdo, ya que eso me iba muy mal. Pedro cojo en la del minuto y le digo 'Pedro si estas bien no te voy a aflojar', le pregunté y lo pude tumbar. Nos fuimos a la regional al ser segundos y ya después empezó mi declive».
Última eta
A partir de esa luchada, las cosas son fueron bien. «Tenía un dolor en una nalga. Me decían que era ciática, pero no se me quitaba y cada día iba a peor. Seguí luchando en el Virgen de Fátima con Loreto y Juan Ramírez, también con Koke, el hijo del estudiante, que era un grandísimo luchador. Koke era muy buen y no sé por qué lo dejó».
Finalmente le diagnostican artrosis de cadera y se retira. «Después de estar tres años sin ponerme la ropa de brega, me llama mi amigo Argeo para que regresara al Arguineguín y me convenció. Fiché allí como destacado A en Segunda, pero estaba cojo pedido, casi sin entrenar y seguía tirando a gente, pero era mucho dolor y lo dejé».
Eugenio Suarez se calificaba como «grande pero ágil». «Me gustaba el ganchillo, que lo hacía con la izquierda y si te trababa, te tiraba, pero sino, me tumban de burra. Me gustaba la cadera, iba bien de cango, tenía cinturita. Todo esto me lo enseñaron y creciendo mejoré. El buen puntal no tiene que ser un buen luchador ya que se hacen dos o tres mañas que saben y que tienen perfeccionadas, además que conoce que va a ganar utilizándolas. Solo Loreto IV era un pulpo y no sabía lo que te iba a hacer. Pedro Cano tenía un gran poderío, que alguna vez me vi con las patas p'arriba y le decía: '¡Pedro no me sueltes que me matas!'».