La leyenda de Pedro Cano en San Mateo
El majorero fue estrella en los noventa al frente del Tinamar, con el que logró todos los títulos. Su historia de éxitos y carisma quedó plasmada en un libro
PEDRO REYES
San Mateo
Domingo, 16 de enero 2022, 01:00
El hombre que revolucionó la lucha en San Mateo al final del pasado siglo fue Pedro Cano, quien llegó casi siendo un niño, como campeón juvenil de Fuerteventura, y se afincó toda su vida en la Vega, llevando a la gloria a su equipo de lucha.
'Pedro Cano, el majorero que hizo grande al Tinamar' se titula el libro en el que se desgrana una vida que ahora repasa, después de su jornada laboral en el ayuntamiento.
Llegó en edad juvenil y se retiró en 1999 por las lesiones, pero dejando al Tinamar con todos los títulos de clubes posibles , incluido el Regional de 1991, que encumbró al conjunto de San Mateo a lo máximo del vernáculo deporte. «Empecé a luchar con mis hermanos, que eran más mayores en Fuerteventura, tenía 8 o 10 años, en Gavia. Mi hermano ya estaba en el San Miguel fichado. Poco a poco me fui involucrando con ellos y así acabé en la lucha canaria. Mi primer equipo federado fue el San Miguel de Tuineje, como juvenil solo luché un año ya que me vine a Gran Canaria con 16 para 17 años. Mi hermano Antonio ya estaba aquí y había mejor competición que en Fuerteventura. Vine directamente al Tinamar y estuve aquí toda la vida hasta que me retiré», resume.
Tenía muy claro el motivo de hacer su vida deportiva en San Mateo. «Lo que pasó es que me acogió muy bien la gente, con mucho cariño y por ello no me marché, porque me tenían gran aprecio y yo fui agradecido, quedándome todo el tiempo. La verdad que no me arrepiento de no haberme ido», asegura emocionado. Eso sí, fue tentado por muchos clubes desde el inicio. «Tuve ofertas de numerosos equipos, desde el primer año en San Mateo. Me quisieron llevar para Gáldar, del sur, de Lanzarote o Fuerteventura, pero me sentía muy a gusto aquí y creo que acerté».
La rivalidad deportiva con Antonio González, Loreto IV, marcó su carrera. «Fue uno de los luchadores más grandes que había en Canarias en mi época. No teníamos el peso que tenían otros puntales, pero los dos llenábamos los campos en nuestros duelos. Antonio era el luchador a batir y fue uno de los grandes. A lo zurdo era más rápido y correoso que yo. Era complicado de batirlo si se pasaba. Me ganó finales y yo también le gané a él, pero era difícil hacerlo. Tenías que luchar al 100 por cien, porque era muy competitivo en cualquier agarrada, oficial o amistosa. Fuera la luchada que fuera, la realizaba con mucha intensidad. Otros luchadores complicados fueron el Pollito, que llegó más tarde, pero el Parri, Melquiades, Tonono o Vicente Alonso también eran fantásticos luchadores. Eran puntales consagrados y nosotros éramos más jóvenes. Tenían más poder, más peso y costaba derrotarles. A medida que crecíamos, competíamos ya con ellos», detalla.
Tiene claro lo que significó en la lucha canaria. «Creo que fui un buen luchador. Nunca diré que fui de los mejores, eso lo tendrán que decir otras personas, pero pienso que le di algo a la lucha canaria. Llegué a lo máximo que se puede llegar en nuestro deporte».
Para estar arriba y durante tanto tiempo, asegura que la preparación es fundamental. «Antes entrenábamos demasiado, ya que competíamos cada dos días y seguimos entrenando igual. Llegué a luchar, una vez, siete días seguidos. Aquí en San Mateo, en fiestas de diferentes lugares, después con la selección... Entrenábamos mucho y competíamos mucho. Se entrenaba muy duro, varias horas y con intensidad».
Se define como alguien que lo daba todo. «Como luchador era muy competitivo. En el terrero no tenía a amigos, aunque fuera de la arena lo éramos, pero dentro me transformaba ya que todos queremos ganar».
Su manera de luchar a la zurda era característica y así a analiza. «Mis mañas me gustaba realizarlas a lo zurdo, aunque entrenaba a lo derecho, pero a lo zurdo ya tenía mis luchas, la cadera, los traspiés, las dominaba bastante, por eso entrenaba a lo derecho solamente».
Tuvo momentos mágicos en el vernáculo deporte. «Gané todos los campeonatos por equipos, por pesos... Pero la Liga Regional marca a uno porque eso no lo gana todo el mundo. Por muchas ligas insulares que ganes o por pesos, como la liga regional, no hay nada, es como la Champions y eso es mucho más importante». Y, faltaría más, no olvida alguna de sus actuaciones memorables. «Otro momento importante fue la liga que le ganamos al Guanarteme. Ellos tenían un gran equipo y nuestra media no era tan competitiva. Tenía 19 años, era juvenil y tuve que tirar a 11 en la final de Vecindario. Ya en una luchada anterior de semifinales, de desempate, tuve que tirar a los 12».
Como en todos los deportistas de larga carrera, se vio obligado a superar, también, momentos amargos. «Las situaciones tristes son las lesiones, que me marcaron. Me operaron, me rompí otra vez y hubo un momento que pensé en dejar la lucha. Sufrí cuatro lesiones de la rodilla y llega un instante en que te preguntas qué hacer, que fue cuando lo dejé. Se me rompió el menisco y el ligamento y ya tenía varias operaciones y por tanto me retiré. Antes era entrenar, entrenar, entrenar y luchar. Entrenábamos por al mediodía y por la noche. Quizás no hacía falta tanto, porque vas cargando el cuerpo, vas cargando las rodillas y no las recuperaba definitivamente.»
Reconoce que no frecuenta los terreros. «Voy a pocas luchadas porque entre el trabajo y la finca que tengo, a la que le dedico el poco rato que tengo libre, me quedo sin tiempo. De lo que he visto, la lucha de hoy a mí me gusta, aunque haya gente que diga que le gustaba más la anterior. Hoy la lucha tiene un problema y los luchadores no entrenan demasiado. He oído, incluso, que solo entrenan un par de veces a la semana y apenas compiten en una sola luchada. Antes, si nos dejaban, luchábamos todos los días. Las competiciones son lo que hace a los luchadores. Un puntal, ahora, apenas lucha una vez a la semana. Si entrenan así, es complicado llegar arriba. Quizás entrenando menos y compitiendo más creo que es más productivo y por lo que oigo, apenas por aquí, es que no entrenan mucho, pero hay que entenderlos».
Pedro Cano guarda muchas anécdotas de las vividad a lo largo de su trayectoria deportiva. «No me he marchado de San Mateo por muchas razones. Igual estaba dormido, después de una lucha importante, y venía gente a mi casa a cantarme y tenía que levantarme y salir. La gente con tambores, cantando y les decía que los vecinos me iban a matar. Tuve grandes épocas aquí en San Mateo y sentía el cariño de la gente, imaginen más de 50 personas en la calle gritando tu nombre. Esas cosas no se olvidan jamás».
Sobre sus referentes en el deporte en el que se ganó la fama, no alberga dudas. «Mi maestro fue mi hermano, aunque me vine pronto a Gran Canaria. Con David Miranda tenía bastante feeling, nos conocíamos muy bien. Era un entrenador al que le gustaba entrenar y tenía mucha habilidad para sacar las sillas y tampoco teníamos un gran equipo, pero ganábamos campeonatos. Fue uno de los mejores entrenadores que tuve aquí, sin olvidarme de Fermín Navarro o Santiago Ojeda. Con David hicimos grandes campañas y quizás, por ser el primer entrenador, le recuerdo mucho».
Cuestionado por la preparación actual de los luchadores, opina: «No entiendo que haya luchadores que, con un par de agarradas, ya no pueden con su alma. Nosotros teníamos que tirar a dos o tres y, a partir de ahí, ya comenzabas a sentirte bien, me costaba arrancar, pero después de tumbar a dos o tres ya empezabas a estar mejor. Ahora con tanto gimnasio y no aguantan mucho en el terrero... Quizás entrenábamos más de la cuenta y jamás he entendido lo de entrenar poco, porque no lo viví así».
Inevitable requerir su opinión sobre el motivo de la situación del club de sus amores: «La cantera se descuidó, aunque es complicado hacer un equipo aquí arriba, ya que tienes que traer la gente de fuera y les cuesta venir a entrenar, por eso es difícil que tengas un gran equipo. No es un lugar rodeado de pueblos que puedan venir los jóvenes de cerca a luchar aquí».
«Que entrenen, entrenen y entrenen. Jamás fui al gimnasio, entrenábamos en el terrero, haciendo pantalón. Si volviera a nacer, haría exactamente lo mismo que hice en mi vida, entrenar mañana y tarde», concluye.