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Dejó morir a su madre y mató al padre

Dejó morir a su madre y mató al padre

Este es el relato de un horror doble: el del día en que Marcos Hernández vio cómo moría su madre, tras meses de una atención que dejaba bastante que desear, y el del instante en que mató a su padre cuando dormía y sin que este supiera que su esposa había fallecido. Este miércoles Marcos Hernández ingresó en prisión

Canarias7 / Las Palmas de Gran Canaria

Jueves, 1 de enero 1970

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El Juzgado número 3 de Las Palmas de Gran Canaria considera que Marcos Hernández, detenido el pasado lunes, asesinó a su padre en la vivienda familiar de la calle Italia, en el barrio de Alcaravaneras de la capital grancanaria, y también fue responsable del homicidio por imprudencia de su madre, por lo que ordenó su ingreso en prisión por las dos muertes.

En un principio, se había barajado la hipótesis de que Marcos, de 43 años, había matado a su padre, el abogado y poeta José Rafael Hernández Santana, después de encontrarse muerta en la vivienda familiar -supuestamente por causas naturales- a su madre, María Dolores Sánchez García, una anciana enferma de la que cuidaba. Sin embargo, el juez Tomás Martín estima que no solo existen indicios para imputarle el asesinato de su progenitor, sino también otros dos de cargos homicidio por imprudencia y abandono de persona incapaz en relación con la muerte de su madre, según informó ayer el Tribunal Superior de Justicia de Canarias.

El magistrado levantó el secreto de las actuaciones tras tomar declaración en la mañana de ayer al detenido, lo que ha permitido confirmar que José Rafael Hernández Santana, de 72 años, murió como consecuencia de los múltiples golpes que recibió con un hacha.

El suceso se produjo el lunes por la tarde en el domicilio familiar, en una vivienda de la calle Italia, del barrio de Las Alcaravaneras, cuyos vecinos estaban impactados, porque se trataba de una familia muy conocida en la zona.

Los investigadores consideraron desde el primer momento que los hechos podían estar relacionados con las diferencias que existían entre el padre y el hijo sobre el cuidado de la madre, una mujer de 79 años con una enfermedad degenerativa que requería muchas atenciones.

Sin embargo, el caso dio ayer un giro al conocerse que el juez considera que el parricida también puede ser responsable de la muerte de la anciana, por imprudencia o por no haberle prestado el cuidado adecuado.

La muerte de la madre. El relato de los hechos que recoge el juez en su resolución es demoledor. Así señala lo siguiente: «Si partimos de la versión del investigado sobre las 9 de la noche se percata de que a su madre le pasa algo, no concretó que síntomas apreció, pero refirió que comenzó a dar un masaje con la pretensión de reanimarla. Masaje torácico y aéreo que dura aproximadamente una hora. Confuso sobre lo que le pasa a su madre el encartado no llama al servicio 112 (conocimiento medio propio de una persona en esa situación), ni pide en modo alguno auxilio.

Mantiene una vigilia, en la que refiere no saber si su madre está viva o muerta. A las 22.30 horas, aproximadamente, llega al domicilio su padre. No le comenta nada sobre la situación de su madre (...) Tras estos hechos, el encartado sigue sin tomar medida alguna ante la situación en la que se encuentra su madre, sospecha, refiere, que ha muerto, pero no lo sabe con seguridad. Ni siquiera es consciente del resultado de los actos que ejecuta, reconociendo no tener formación específica en primeros auxilios o atención a personas en esa situación. En cambio si se preocupó de limpiar la estancia de su madre para que no pareciera que no la atendía y tiró hasta dos bolsas de basura (pañales de orina y heces incluidos) en el contenedor de la basura».

Agrega el juez que la inspección ocultar del domicilio «pone de manifiesto una situación en la vivienda de absoluta falta de condiciones higiénico sanitarias para la atención digna de la fallecida, más al padecer esta una parálisis nuclear progresiva que la había dejado en cama desde hacía cinco años. Se desconoce la causa, que queda pendiente de concretar de porque se suspendió la atención médica domiciliaria desde hace seis meses (de ser esto cierto pues solo contamos con la versión del investigado que lo achaca a su padre)». Por si fuera poco, Marcos «también barre la habitación», cambia de ropa a su madre, «le cubre los pies con una toalla, ordena su parte de la habitación» y «cambia su sábana porque estaba sucia».

Así asesinó al padre. En cuanto a cómo murió el padre de familia, el relato del juez es igualmente sobrecogedor: «Se ejecuta utilizando un hacha de grandes dimensiones (...) Un golpe propinado con este arma puede considerarse que puede provocar heridas graves o bien la muerte. El investigado, como se deriva del examen del cadáver en el lugar de los hechos y del informe provisional de autopsia, le propinó al fallecido diez golpes, y dos más que no le acertaron. Uno de ellos prácticamente le seccionó el brazo y otro le fracturó el cráneo (...) Pero es más, lo hace cuando es consciente de que el agredido ya se encuentra acostado en la cama. Acto que cotidianamente hacía cuando ya estaba muy cansado, afirmación que hace a presencia judicial el investigado, de modo que no tiene posibilidad alguna de defenderse ni siquiera de prever lo que va a acontecer.

El investigado refirió que dudaba de si lo había matado, razón por la que durante esa noche, ya en la madrugada del 15 de octubre, va hasta seis veces a ver el cadáver y comprobar si estaba o no muerto dudando de ello, razón por la que le tomaba la temperatura y temía que pudiera reaccionar contra él pese a reconocer que vio las heridas del brazo, la cabeza y la sangre perdida por el fallecido». Y Marcos dejó pasar 15 horas desde que mató a su padre hasta que llamó al 1-1-2 para comunicar «que los hechos acababan de ocurrir, luego para decir que habían ocurrido por la mañana y finalmente reconocer que ocurrieron la noche anterior».

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