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La situación en Urgencias del Hospital Insular de Gran Canaria superó este lunes el récord de sobrecarga asistencial, con pacientes que han tenido que ser distribuidos por los pasillos por falta de espacio y de camas.
El personal sanitario está saturado y los familiares de las personas que están siendo atendidas fuera del servicio cuentan a pie de calle cómo viven este pico. Y lo hacen con nerviosismo, impaciencia y la imposibilidad de acompañar a sus seres queridos.
Carmen Rodríguez no paraba de mirar hacia la puerta en busca de una respuesta para saber si iba a poder ver a su madre o tener alguna información sobre su estado de salud. «Tiene 72 años, ingresó por una neumonía y lleva en los pasillos de urgencias desde el domingo. Los dos primeros días no me dejaban entrar a verla pero desde el lunes puedo estar con ella una hora al día», relata.
Para ella la situación es «incómoda», sobre todo cuando se trata de gente mayor porque «no ven a nadie y a mí se me parte el alma cuando vengo a ver a mi madre». Pese a esto, Carmen asegura que todo el personal sanitario se ha portado muy bien. «Lo único es el colapso que hay ahí dentro, ahora mismo te diría que está tranquilo porque el domingo cuando yo llegué me asusté de ver lo que había montado fuera y dentro», recuerda.
En una de las visitas a su madre se asombró al ver a pacientes acomodados en los pasillos y a las puertas de los ascensores. «Te diría que lo que sale en los medios es como una película pero no, es la realidad de lo que se está viviendo aquí dentro».
La historia de Carmen se asemeja a la que vive otra mujer que no quiere dar su nombre pero sí su testimonio. Su madre tiene 86 años y se encuentra en los pasillos de Urgencias del Insular desde el sábado a la espera de una cama en planta. Dentro de su desesperación se pregunta «por qué a los pacientes que tienen el alta médica y siguen en el hospital no les ponen provisionalmente en otras zonas o no los derivan a otro centros médicos».
Ella considera que los otros hospitales de Gran Canaria «no tienen la saturación que tiene el Insular» y podrían atender a quienes siguen ingresados con el alta. «Cuando entro y veo a tantas personas mayores enfermas en los pasillos siento mucha impotencia de verlos ahí», resume.
Luisa cuenta una historia muy parecida. Este jueves vuelve por quinto día a ver a su padre, en Urgencias desde el domingo por la noche. «Esta situación la estoy viviendo fatal, ya no sólo saber que mi padre está enfermo sino que cuando entro y veo pacientes en los pasillos me dan ganas de llorar», cuenta. «Las personas mayores luchan durante toda su vida por tener un final feliz, y al final acaban muriendo en el pasillo de un hospital».
La situación de Urgencias del Insular no es nueva. La falta de espacio obliga a que cuando hay un pico asistencial todo se colapse. Ángela Ramírez lo vivió hace dos años con su marido y esta semana vuelve a comprobarlo con su cuñado. «Es exactamente igual que ahora», afirma.
Ella cree que la situación es «inhumana» para los pacientes y además no entiende que los familiares estén «horas esperando, sin un banco donde poder sentarnos, que viene mucha gente mayor y tiene que sentarse en la acera o en el suelo haya frío, calor o llueva».
Otra queja es la falta de información: «Para saber de un familiar te dan un número de teléfono para que tú llames, si tienes suerte te dicen algo». Ángela concluye diciendo que cuando se trata de Urgencias «da igual cuando y a la hora que vengas al Insular», en alusión a las horas de espera y a la falta de espacio para atender a todos los pacientes en condiciones dignas.
Colapso en Urgencias del Insular
Carmen Delia Aranda
Carmen Delia Aranda
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