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A mediados del pasado junio, el hospital polivalente anexo al Juan Carlos I, en la capital grancanaria, puso en marcha la Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria, un servicio de hospitalización para atender a los casos más graves de bulimia, trastorno por atracón y, principalmente, anorexia en la provincia de Las Palmas.
Desde entonces, la unidad ha atendido a once personas y actualmente tiene una ocupación del cien por cien, con sus ocho camas ocupadas y una lista de espera de tres personas, según explica el responsable de la unidad y jefe del Servicio de Psiquiatría del hospital de Gran Canaria Doctor Negrín, José Luis Hernández Fleta. «Estos trastornos pueden ser una enfermedad muy grave, no solo de orden psiquiátrico, sino que en ocasiones pone en juego la vida del paciente», asegura.
La puesta en marcha de la unidad, indica el psiquiatra, era una vieja reivindicación de los profesionales que exigían recursos específicos para tratar a los casos de trastornos alimentarios graves que, hasta ahora, ingresaban en las plantas de psiquiatría de los hospitales canarios donde, sobre todo, se trata a personas con esquizofrenia o psicosis. «Estos pacientes requieren un manejo por parte de especialistas y de personal de enfermería altamente especializados», señala el médico que vio cumplida esta demanda al contar con ocho camas en el nuevo hospital Polivalente, pensado inicialmente para las enfermedades emergentes como la covid.
«Ahora estamos en fase de rodaje, pero no quiere decir que no estemos funcionando a pleno rendimiento», comenta el médico sobre un servicio que actualmente acoge a seis mujeres y dos hombres, todos con trastornos graves.
De los pacientes atendidos hasta ahora, dos eran de Fuerteventura y el resto de Gran Canaria. «Incluso se ha contemplado que, si en algún momento es necesario, podemos ingresar a pacientes de Santa Cruz de Tenerife», precisa Hernández quien destaca que, en ese corto periodo, la unidad ha dado tres altas.
«La atención a estos pacientes suele durar entre dos y tres meses, no solo para normalizar el peso, sino para trabajar la distorsión de la imagen corporal que presentan», recalca el psiquiatra, destacando que en la unidad se ha logrado rebajar ese periodo con un trabajo más intensivo y específico. «De momento, la estancia media en la unidad ha rondado el mes y medio o dos meses», dice.
No obstante precisa que el abordaje de los trastornos graves requiere seguir un tratamiento nutricional y psicológico durante mucho tiempo, con «años de seguimiento para ver su evolución, no exenta de recaídas», apunta.
El año pasado el Servicio Canario de Salud atendió a 1.065 personas por este tipo de trastornos; 412 en la provincia de Las Palmas y 653 en la de Santa Cruz de Tenerife. El 90% de las personas atendidas eran mujeres, principalmente jóvenes. De hecho, Hernández asegura que cada vez es más frecuente el debut de la patología en chicas de 12 y 13 años. «Esta unidad trata a adultos, pero en el hospital Materno Infantil hay una unidad con 14 camas para patologías en edad juvenil e infantil», subraya.
Por otra parte, asegura que los hombres presentan cuadros más graves. «En un varón con anorexia su pronóstico y mejora es más difícil. Aunque son más infrecuentes evolucionan peor que las mujeres. Es más difícil quitar esa obsesión por el cuerpo perfecto y tenemos más dificultad para eliminar el sufrimiento por la imagen corporal distorsionada», relata el jefe de la unidad.
La atención a las personas con estos trastornos mejorará en breve con la puesta en marcha de un centro de día de 20 plazas en el hospital Juan Carlos I de Gran Canaria. Este servicio permitirá a las personas afectadas recibir terapia y comer allí para evitar su empeoramiento o para continuar el tratamiento tras el alta hospitalaria. En este sentido, el médico destaca la labor de la Asociación Gull Lasègue que «ha suplido el déficit» de recursos específicos de los servicios públicos para atender a estos pacientes. Una tarea valiosa que obliga al Servicio Canario de Salud a colaborar con el colectivo.
Las personas con trastornos de la conducta alimentaria tienen una imagen distorsionada de su cuerpo. «Un hecho notable de esta enfermedad es que cuanto más peso le falta a una persona mayor es la distorsión de la imagen corporal. Suelen decirnos: cuanto menos kilos peso, más gorda me veo», explica el responsable de la nueva unidad que atiende a estas personas en la provincia de Las Palmas, José Luis Hernández Fleta.
Esa distorsión se traduce en una «aversión absoluta a la comida» que ingieren contado cada una de las calorías, aunque, en realidad, les falte mucha masa corporal y lo que necesiten sea alcanzar un peso mínimo para tener cierto bienestar.
La desnutrición, además, tiene un efecto demoledor sobre las funciones vitales; provocando alteraciones cardíacas, neurológicas o de la función renal. «Son personas que, al margen de la atención psicológica, requieren una atención médica general», explica Hernández, que asegura que, cuando alguien sufre una desnutrición muy grave que pone en riesgo su vida, debe ser tratado por los profesionales de Medicina Interna en un hospital convencional.
El origen de estos trastornos es multifactorial; influyen factores genéticos, familiares y ambientales.
La moda, afirma Hernández, ha impuesto la delgadez extrema como canon de belleza. «Esto crea patrones que, por imitación, calan en las personas más vulnerables», afirma el psiquiatra.
También el acoso escolar que sufren los menores objeto de burla por tener algún kilo de más puede disparar el problema. «Es una suma de factores sobre los que hay que incidir», relata el médico sobre las distintas presiones que reciben estas personas.
En cuanto al perfil, las mujeres jóvenes son las más propensas pero no hay un rasgo común. «Esto afecta igual a ricos y pobres, guapos y feos. Los trastornos de conducta alimentaria no hace distinciones», dice.
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