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Imagen de archivo tomada durante unas jornadas sobre prostitución en la Casa de Colón. ARCADIO SUÁREZ
María, víctima de trata: «'Lover boy' es la forma más miserable de hacer que vendas tu alma y tu cuerpo»

María, víctima de trata: «'Lover boy' es la forma más miserable de hacer que vendas tu alma y tu cuerpo»

situación de pobreza ·

Obligada a prostituirse con 19 años y víctima de otras violencias machistas, María pone rostro a una de las 53.182 personas a las que Cáritas atendió el año pasado en Las Palmas

Luisa del Rosario

Las Palmas de Gran Canaria

Sábado, 18 de junio 2022, 11:46

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María, nombre ficticio, en uno de los rostros de la pobreza en Canarias cumpliendo con el perfil sociodemográfico que hizo esta semana Cáritas Diocesana de Canarias en su memoria de 2021. Es mujer, como el 63% de las personas atendidas por la ONG el año pasado, cuando aumentaron las demandas de ayuda un 17.8%. No tenía empleo (72,6%), tiene un hijo a su cargo (40,6%) y solo contaba con estudios primarios (41,1%). Y aunque la mayoría de las personas atendidas son españolas, María es rumana, como el 66% de las mujeres prostituidas a las que Cáritas tiende la mano en su proyecto Lugo. También es joven, hoy tiene 25 años, mucho más que la media de las mujeres a las que ayuda la ONG.

María fue víctima de un 'Lover boy', que es, es sus palabras, « la manera más miserable de hacer que una chica venda su alma y su cuerpo bajo engaño violencia y miedo». Víctima de trata con fines de explotación sexual y víctima de otras violencias machistas como la física y la psicológica. María no tuvo una infancia fácil, su padre maltrataba a su madre. «La vida a veces no es justa. Lo pensaba cuando veía a su madre tirada en el suelo cubierta de sangre», relata. Entonces tenía seis años.

Una situación que no mejoró con el tiempo. «Con 19 años la situación no pintaba diferente. Mi madre se había divorciado y vivíamos las mismas pesadillas, pero por parte de otro hombre» recuerda.

Quizás por eso pensó que el amor le cambiaría la vida. Se enamoró de un chico y decidió ir a vivir con él para «alejarse» del ambiente en el que vivía. «Me hacía muchas promesas y el plan era venir a España a trabajar los dos». A las tres semanas ya tenían comprados los billetes del que María llama «el viaje negro» de su vida.

En julio aterrizaron en Gran Canaria y empezó su infierno. «Su actitud cambió drásticamente. Me quitó los documentos y me explicó en pocas palabras lo que tenía que hacer para que todo saliera bien. La persona de la que se había enamorado me había llevado lejos de casa para obligarme a prostituirme», explica María.

«Recuerdo lo mucho que me costaba llorar en silencio. Ya no era una persona libre. Mi vida empezaba a las ocho de la mañana cuando tenía que llegar al trabajo, una casa donde tenía que dejar que los hombres me violaran hasta las seis de la tarde. Era joven y nueva, lo que hacia que desde las ocho hasta las seis no parara. No podía más que comer un bocadillo, no podía ir al baño, no podía sentarme, no podía hablar con nadie. Me vigilaba y aparecía en la calle para recordarme las reglas. No tenía el control de mi cuerpo tampoco de mis pensamientos», narra la joven.

Violencia

Las amenazas eran la forma de mantenerla en ese infierno en el «trabajo» y en su casa. «Me había contado que uno de sus castigos era pegarme hasta no poder masticar y depender de él para alimentarme o levantarme de la cama. Seguramente ese castigo no me iba a doler más que las violaciones que sufría a todas horas pero había decidido no provocarle. El sufrimiento de la calle seguía en casa y sin poder defenderme de ninguna manera al cabo de un mes me quedé embarazada».

María se confiesa creyente, y cree que ese embarazo salió adelante gracias a Dios. «De alguna manera estuvo ahí y aunque viví lo peor de mi vida conseguí mantener el embarazo y llevarlo a su fin. Siguiendo las reglas y dándole todo el dinero que me pedía y podía producir, el mínimo eran 250 euros diarios». La joven recuerda «el cansancio, el hambre y el miedo» y también lo «mucho» que luchó «para no abortar».

«El día que nació mi hijo no fue el día más feliz. Ahora me tocaba protegerlo, pero sin estar en mi barriga se me hacía complicado».

Dolor emocional

A los dos meses de nacer el bebé «el que se hacía llamar el padre decide quitármelo para volver a producir dinero. Al resistirme me pegó tan fuerte que me quedé sorda de un oído y me rompió una costilla», cuenta María.

«El dolor físico se había convertido en costumbre», pero ahora había uno nuevo, el emocional al separarla de su hijo.

«Para verle en fotografías tenía que mandarle algo más de 1,000 euros a la semana y me permitía visitarlo cada dos o tres meses», recuerda.

En esas condiciones María pasó dos años. Lejos de su hijo y dándole el dinero que obtenía como víctima de explotación sexual. «Al pasar dos años me avisa de que ya no quiere que vuelva a Rumania. Que tiene otra pareja y que ya no me permite ver a mi hijo. Me había quitado toda la ilusión de permanecer, de alguna manera, cerca del niño y así fue como decidí contar mi historia y luchar para recuperarlo».

Futuro

Y lo logró. La joven denunció, logró una red de apoyo en Cáritas y finalmente el proxeneta fue encarcelado. «Hoy vivo cerca del mar y me despierto cada día al lado del niño más cariñoso que conozco», afirma.

También es consciente de que lo que le ha pasado «para algunos es pura ficción pero a otras chicas de mi país le sigue pasando», asegura.

Y lamenta el señalamiento social. «Hay mucho que aprender en la vida y lo primero sería dejar de juzgar a los demás por la apariencia. Dejar de etiquetar y tener prejuicios. Yo soy la hija, la hermana y la madre de alguien», añade.

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