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Esta última hipótesis, que aún está en fase de investigación por el Juzgado de Instrucción número 2 de Las Palmas de Gran Canaria, nació a partir de una ampliación de declaración llevada a cabo tanto por la exmujer del detenido como por la hija menor de edad de ambos el 22 de noviembre de 2019, días después de que la niña contara por primera vez a la policía que su padre había abusado sexualmente de ella.
La expareja del soldado profesional compareció junto a su hija en sede policial y detalló que el día anterior, la menor le había confesado que su padre, en una ocasión, le dio una pastilla para que durmiera mejor y eso le resultó llamativo ya que el detenido consumía medicamentos para dormir, porque sufría ansiedad y también depresión. Además y hablando de su propia experiencia, la víctima hizo constar que, aunque tenía el sueño muy profundo, sospechaba que su ex le pudo dar alguna pastilla para dormirla y así poder tocarla de noche con mayor libertad. Afirmó que nunca quiso ser tocada por su exmarido mientras dormía durante los meses en los que siguieron conviviendo tras la separación, pero aún así, él lo hacía e incluso en ocasiones se despertaba con el pantalón bajado.
Ella llegaba a dormir incluso con sus hijos para evitar ser tocada y, sobre todo en el último tramo de la relación, en ocasiones mientras dormía, se despertaba y se encontraba al investigado mirándola. También recordó como llegó a fotografiarla desnuda mientras se cambiaba de ropa en su habitación.
Por su parte, la menor de edad ofreció más datos acerca del posible uso de somníferos por parte del acusado para cometer los abusos sexuales. Declaró que en una ocasión, su padre le dio «una pastilla de color blanco y redondita» que estaba en una caja que ponía por fuera «tomar esto media hora antes de dormir». La razón por la que su padre le dio la pastilla, dijo la niña, fue porque le había comentado que «estaba teniendo pesadillas» y se «despertaba» y el detenido le dijo que tomándola «descansaría mejor». La menor refirió que tenía «pesadillas pensando que su padre la tocaba».
También contó cómo en casa de su padre «dormía muchísimo mejor que en casa de su madre» y que en el primero de los domicilios, a veces se despertaba y pensaba «oh, hoy no soñé, he dormido toda la noche». Habitualmente, en casa de su madre dormía con altibajos y en la de su padre «de un tirón».
Esas manifestaciones concordaban con las sospechas de los agentes de que el investigado podría haber drogado a sus víctimas debido al alto índice de sumisión que mostraban en los vídeos a pesar de la dureza de los mismos. Por ello, el 25 de noviembre volvieron a registrar el domicilio del militar y encontraron una caja de Fluoxetina y otra de Epaplus Sleepcare Forte+Retard y en una etiqueta lateral decía Melatonina. El primer fármaco es un antidepresivo inhibidor selectivo y su uso en pacientes de menos de 18 años tiene como efectos adversos intentos de suicidio, ideas de suicidio, hostilidad e insomnio. En cuanto al segundo, es un complemento que contribuye a disminuir el tiempo necesario para dormir.
Por ello, los investigadores están pendientes de más exámenes forenses de las víctimas para ratificar o no sus sospechas. El detenido reconoció los abusos, pero no que hubiese drogado a las chicas.
En el transcurso de las tres veces que la expareja y la hija del militar investigado fueron a prestar declaración, los investigadores fueron contando con más datos para seguir avanzando en sus pesquisas. En una de estas ocasiones, la menor narró a los agentes que la primera vez que fue consciente de que su padre la tocaba fue cuando tenía unos nueve años y que lo hacía tanto estando despierta como dormida.
Mientras cometía los abusos sexuales, el adulto advertía a la niña de que todo era un secreto y que no podía contárselo a nadie. También contó que, la primera vez que fue a declarar dijo que su padre no le había dicho nada, que no la había tocado, porque el mismo le manifestó: «Tú a la policía dile que no».
Hay que recordar que este militar sigue en prisión investigado por los presuntos delitos de producción, tenencia y distribución de pornografía infantil, abusos sexuales con penetración sobre menor de 16 años, delito contra la intimidad de menores y otro contra la intimidad y la indemnidad sexual sobre su expareja.
En el caso del militar detenido tras la Operación Magnesio, los agentes lo localizaron mediante las direcciones IP que utilizaba mientras se descargaba pornografía infantil en el domicilio de su familia en Telde. La vía más utilizada por estos ciberdelincuentes es la llamada Peer to Peer, la antesala de la utilización de otras herramientas más elaboradas, privadas y difíciles de detectar por los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. En este escenario, programas como el Emule que usaba el detenido en Gran Canaria son muy utilizados, pero los investigadores han detectado como, con la llegada del coronavirus, las redes sociales se convirtieron en distribuidoras masivas de materiales delictivos.
El confinamiento dejó a millones de menores encerrados conectados a dispositivos online y muchos de sus progenitores estaban teletrabajando, por lo que apenas los supervisaban. Un coctel explosivo. Estos temores se vieron confirmados en los últimos datos hechos públicos por la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, que a fínales de abril comprobaba que la circulación de imágenes y vídeos de contenido pedófilo se disparó en las redes desde el inicio del confinamiento.
El informe destacó que el incremento en el tráfico de este material delictivo se produjo en diversas plataformas como la , en donde aumentó un 24% en los días más duros del confinamiento con respecto a los valores de principios de año, y también en la dark web (internet oscura), un espacio donde se incrementó un 42,8% la compartición de estos contenidos durante el estado de alarma.
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