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La escuela rural, eje de la innovación

La escuela rural, eje de la innovación

Alicia Verona estuvo 17 años al frente del centro del barranco de Guayadeque. Es una de las maestras homenajeadas esta semana por el Cabildo y Aider en un acto muy emotivo. Acudió casi todo el colectivo, mayoritariamente femenino.

Paz Bernal y Agüimes

Jueves, 1 de enero 1970

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Siempre «hemos sido las más innovadoras porque siempre fuimos las que nos teníamos que buscarnos la vida ante la falta de recursos», asegura Alicia Verona, una de las maestras que sacaron adelante una de las escuelas rurales, también llamadas unitarias, en Guayadeque, el barranco que divide los municipios de Ingenio y Agüimes.

Con tantas anécdotas por contar que algunas veces se le mezclan unas con otras, Verona estuvo entre las maestras rurales homenajeadas esta semana por el Cabildo y la Asociación Aider. El presidente del Cabildo, Antonio Morales, tuvo emotivas palabras para ellas «porque las escuelas rurales han conservado nuestros campos tanto como la lluvia, con la particularidad de que a veces el agua nos faltaba y las maestras y algunos maestros siempre estaban allí, a lomos de mula, a caballo cuando podían o andando largos kilómetros hasta acceder a los rincones más alejados de esta hermosa isla, que abunda en barrancos, lomos y laderas», señaló.

Puertas abiertas

Alicia Verona, tras 17 años en esta escuela unitaria, recuerda que allí practicaba la filosofía de puertas abiertas, «de forma que, más de una vez entraban los extranjeros en nuestra aula movidos por la curiosidad de aquel grupo de niños en aquel barranco, y más de una vez las visitas eran de ilustres, como un escritor alemán de literatura infantil que nos mandó algunos ejemplares para nuestra biblioteca».

También plantaron la primera palmera de la primera campaña educativa del Jardín Botánico Viera y Clavijo, en el año 1989, «que todavía sigue en el mismo sitio», apunta.

«Éramos un equipo, la familia y la escuela, con una relación directa y afectiva», explica Alicia Verona. «Sabíamos todo de los niños y de su entorno más cercano y apoyábamos y dábamos respuesta a las necesidades más inmediatas», explica.

Las clases al aire libre o las salidas urgentes a los alrededores cuando nacía un baifo «eran una cotidianidad que permitía a los niños de diferentes edades una educación solidaria y ver la realidad en directo», agrega.

Respeto, piedras y visitas

Alicia Verona tampoco olvida «la falta de recursos y de apoyo al trabajo administrativo, la lejanía de cierta modernidad» que se compensaba con un respeto muy importante a la figura del maestro, que «creo que sigue siendo uno de los pilares más importantes de la educación de los niños. Hay que estar siempre del lado del docente y nunca hablar mal de él a pesar de las posibles discrepancias», opina.

Hay muchas cosas que esta docente cree que «en la escuela rural trabajábamos casi sin darnos cuenta: la necesidad de sobrevivir en un medio en el que nos faltaban muchos recursos hacía que nuestros niños fuesen mucho más autónomos, sabían tolerar la frustración y eran solidarios unos con otros; todo esto de forma espontánea, nunca lo planteamos pensando en ello de forma consciente», reconoce.

La anécdota de un cargo de la administración educativa llegando a esta escuela rural de Guayadeque «y yo preguntándole que qué hacía allí» deja claro el poco contacto de estas realidades con la organización superior. «Aquel señor me contestó que había oído la labor que hacíamos allí y al final hasta se ofreció a prepararme un café. Me quedé asombrada y lo disfruté».

Entre el repaso a una carpeta llena de fotos de la época, años 80 y 90, esta maestra no olvida derrumbes de piedras, necesidades de todo tipo y, sobre todo, el cariño de sus ahora adultos alumnos.

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