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Durante la erupción del Tajogaite hubo un despliegue científico sin precedentes. Geofísicos, geólogos, geoquímicos, biólogos y oceanógrafos de distintas instituciones tomaron el pulso a un volcán con todos los medios existentes para monitorizar cada uno de sus latidos y asesorar a los gestores de la emergencia.
Aquel seguimiento exhaustivo se ha traducido, tres años después, en una imponente cosecha de investigaciones centradas en el volcán palmero que han supuesto un gran salto en el conocimiento del volcanismo.
El Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan) monitorizó muchos aspectos del proceso, desde la desgasificación difusa al electromagnetismo. Además, se rodeó de numerosos colaboradores internacionales, atrayendo a 179 investigadores de 20 países.
El Involcan y sus colaboradores han publicado hasta la fecha «33 trabajos en revistas científicas internacionales relacionadas con esta erupción en las áreas de conocimiento de la volcanología (8), geofísica (7), geoquímica (6), petrología volcánica (4), comunicación (1), gestión de riesgos (2), peligros volcánicos (1), recursos geológicos (1) y geoturismo (2). Más trabajos científicos serán publicados en los próximos años», explica su coordinador, Nemesio Pérez.
Además, la entidad científica canaria y el Instituto Geográfico Nacional (IGN) han puesto en marcha el proyecto Alerta CO2, para la gestión de la elevada presencia de dióxido de carbono en las zonas pobladas de Puerto Naos y La Bombilla.
Con una inversión de 3 millones de euros, se han instalado 1.000 sensores de CO2 desarrollados por una empresa canaria en el interior de casas, sótanos y plantas bajas, explica el director del IGN en Canarias, Itahiza Domínguez. «Es una red única en el mundo. Hay otros sitios con CO2, pero no son espacios tan grandes ni habitados», afirma el sismólogo que valora el espíritu de colaboración y la coordinación establecida entre las dos entidades científicas embarcadas en la tarea.
En cuanto a las investigaciones del IGN, Domínguez destaca el trabajo que están desarrollando junto al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) para pronosticar el fin de las erupciones en base a la deformación del terreno. También el IGN estudió el uso de la inteligencia artificial para detectar pequeños seísmos que se aplicó en la crisis de La Palma y en la de Azores de 2022.
Otros dos trabajos se centran en identificar la estructura de las «cañerías del sistema volcánico» a través de la deformación del terreno y relacionando la sismicidad y las características de los piroclastos.
El Instituto Geológico y Minero de España (IGME) ha participado en trece investigaciones científicas sobre el Tajogaite publicadas en revista de alto impacto, relata la geóloga Inés Galindo.
El seguimiento satelital de la erupción, la irrupción de la vida en los tubos lávicos, la afección de las cenizas en los acuíferos, la modelización de la cantidad de lluvia necesaria para provocar la movilización de los piroclastos, la identificación de dos fallas que condicionaron la erupción o la caracterización de la cámara magmática en base a datos gravimétricos han sido objeto de algunos de los trabajos.
Más de un centenar de investigadores de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria estudian el proceso eruptivo y su afección en los ecosistemas de la isla y en sus habitantes, indica el director de Investigación y Desarrollo Tecnológico de la ULPGC, Aridane González. El estudio radiométrico de las rocas, los minerales efímeros de las fumarolas, la formación de playas en los deltas lávicos, la reutilización del material volcánico para la construcción, el efecto de la erupción sobre el medio marino o el plan de transformación de la isla son algunos de los campos de estudio abiertos.
Desde el Instituto de Productos Naturales y Agrobiología-CSIC, el biólogo Manuel Nogales coordina los trabajos sobre el impacto de la erupción en el ecosistema de la zona y su regeneración.
«Desde el principio establecimos cuadrículas de 30x30 centímetros e hicimos el seguimiento de toda la biodiversidad; coníferas, plantas... especialmente de los invertebrados porque son clave para la alimentación de especies de mayor talla; vertebrados como lagartos, pájaros o murciélagos».
Una de sus conclusiones es que a menos de 300 metros del cráter nada sobrevivió. Se constata que la supervivencia del pino canario podría estar ligada al volcanismo, las plantas leñosas se han recuperado muy bien y los insectos xilófagos fueron los primeros en colonizar el cráter en busca de madera muerta pasados solo 15 días de la erupción.
Investigadores del IPNA y de la universidad alemana de Bayreuth publicaron en 2022 el primer artículo científico de la historia de un seguimiento de la biodiversidad terrestre en una erupción. El año pasado, se publicó otro sobre la resistencia de las plantas leñosas y en camino hay seis artículos.
El Instituto Español de Oceanografía-CSIC ha hecho un seguimiento similar del impacto de la erupción en el ecosistema marino monitorizando la zona antes, durante y después de la formación de los deltas lávicos, dice su coordinador en Canarias, Eugenio Fraile.
Entre sus conclusiones, la grave afección del fitoplancton, con una reducción de la clorofila en un 69% en la zona. La fauna bentónica quedó enterrada por la ceniza y la temperatura del agua subió más de 2ºC. Los efectos se apreciaron en un radio de 4 kilómetros respecto a los deltas.
De momento, han publicado sendos artículos científicos sobre el impacto del delta y el uso de drones en la evaluación de riesgos volcánicos. En breve se publicarán dos más.
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