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La capital tala más del 90% de las palmeras en riesgo de desplome

La capital tala más del 90% de las palmeras en riesgo de desplome

En junio de 2002, la capital grancanaria sufrió una pesadilla similar a la que ahora vive Carrizal. Hace dieciséis años, un hombre de 67 años perdía la vida tras desplomarse el cogollo de una palmera, en aquella ocasión en el parque de Santa Catalina. Desde entonces, la llegada de nuevas plagas, como la del picudo rojo, y la sucesión de caídas han propiciado un aumento de inspecciones que se ha traducido en un mayor control de este tipo de sucesos.

Jueves, 1 de enero 1970

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Esto explica que si en 2015, se talaron 115 palmeras en la ciudad por el riesgo de desplome, las cifras hayan bajado tanto en 2016 (63 casos) como en 2017 (52 casos). En lo que vamos de año, se ha actuado sobre otras 45 palmeras.

La concejala de Servicios Públicos del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Inmaculada Medina, explica que en estos momentos «más del 90% de las palmeras que presentan riesgo de caída son detectadas a tiempo y taladas». Eso significa que el porcentaje de accidentes similares al de Carrizal (Ingenio) se ha reducido a un 10% y, además, se producen en episodios de alertas por viento.

La ciudad dispone de una decena de cuadrillas de especialistas en el tratamiento de estas plantas, lo que supone un cuerpo de palmeros de veinticinco personas que se encargan de revisar el estado de estas plantas. Así, se ha articulado un sistema de control de la salud de las palmeras cuya periodicidad depende del lugar en el que se encuentren. De esta manera, cuanto más concurrida sea la zona en la que esté la palmera, más cortos son los periodos entre una revisión y otra.

Quincenales o anuales

La concejala indicó que hay análisis quincenales de las palmeras que se encuentran en parques muy transitados, en especial donde hay zonas infantiles con gran intensidad de uso; hay inspecciones mensuales para las que están en las vías urbanas cerca de pasos de peatones; semestrales para el conjunto de la flora; y anuales para los ejemplares que se encuentren en los entornos rurales y más aislados del municipio.

Pese a las inspecciones que se hacen de los ejemplares, resulta complicado detectar la presencia de la Thelaviopsis paradoxa. El experto en palmeras y portavoz de la asociación Tajalague, Eduardo Franquiz, considera que es «casi imposible» salvo que se empleen técnicas de resonancia acústica. «La palmera puede parecer frondosa y, al día siguiente, caerse», indica, «pero eso indica que cae por el modelo de gestión empleado».

El problema es que la podredumbre negra del corazón de las palmeras es asintomática, aunque hay documentos del Gobierno de Canarias en los que se asegura que se puede apreciar un oscurecimiento de las heridas y una exudación rojiza o negruzca. Lo cierto es que la palmera puede estar desarrollando esta infección durante cinco o seis años antes de sufrir un colapso y desplomarse.

En el caso de Las Palmas de Gran Canaria, las inspecciones se hacen «por tacto, para ver si las plantas están huecas por dentro». La concejala de Servicios Públicos indicó que en la ciudad se está evitando que los palmeros trepen por la planta mediante el uso de elevadores. Y además aseguró que existe un protocolo de desinfección de las herramientas que minimiza la posibilidad de extender cualquier infección.

De hecho, se considera que los principales vectores de transmisión de la enfermedad son los que aportan animales como las palomas, las tórtolas o las ratas. Hay que recordar que el Consistorio capitalino colocó unas 3.000 anillas en otras tantas palmeras para evitar que los roedores aniden en las copas de las plantas y ya están apareciendo los primeros cogollos que no muestran signos de mordedura de ratas.

Repoblación

Inmaculada Medina explicó que en la ciudad «se plantan más palmeras que las que se caen». Según los datos que maneja el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, si en 2017 se talaron 52 ejemplares, por contra se plantaron otros 133; y en lo que vamos de año, han caído 45 y se han plantado 83.

En estos momentos, la capital grancanaria dispone de unas 26.000 palmeras, de las que 14.000 son del género Phoenix.

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