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El Valle de Agaete comienza a respirar con la mirada puesta en Tamadaba

El Valle de Agaete comienza a respirar con la mirada puesta en Tamadaba

El Valle de Agaete recuperaba ayer la normalidad, aunque sus vecinos aún miraban hacia Tamadaba, humeante. Los vecinos de El Risco, después de cuatro días esperando a pie de carretera, pudieron entrar

Jueves, 1 de enero 1970

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En El Valle de Agaete comenzaban ayer a respirar aliviados. En la noche del martes los vecinos pudieron entrar, unos pocos minutos, para comprobar el estado de sus propiedades y, sobre todo, cómo estaban los animales y los cultivos, máxima preocupación para todos ellos dadas las altas temperaturas registradas en estos días y que hacían presagiar lo peor. Además, la buena noticia de que El Hornillo se había salvado milagrosamente y que la ermita no se había quemado como se había dicho en los primeros días del fuego supuso una alegría general.

Aún así, en El Valle las críticas se sucedían ayer, ya retornados casi todos los desalojados. Roberto, que refiere no dar más datos sobre su identidad, no entendía que hubiesen dejado pasar a los propietarios de grandes fincas para regar y ver cómo estaban sus tierras y no a los pequeños agricultores. «Aquí hay gente que tiene cultivos para consumo propio; no se trata solo del pino canario, aquí hay gente con pequeños bancales, plantaciones de café, mangos... No tiene menos valor lo nuestro que lo de ellos». En El Vínculo, más arriba de Lomo San Pedro, antes de subir hacer El Hornillo, agradecían el trabajo realizado por los servicios de emergencias en la extinción del fuego, la labor desarrollada por la corporación local, con su alcaldesa a la cabeza, pero, aún así, no entendían que se hubiese llegado «tarde» a la zona, más allá de las siete de la tarde del domingo. «Cuando llegaron los Bomberos de Fuerteventura fueron recibidos con aplausos». Con Tamadaba aún humeante, los medios aéreos descargando agua y un trasiego continuo de unidades de la UME y de Medio Ambiente del Cabildo, ayer todavía todos miraban hacia las montañas. Atrás quedaban las horas angustiosas en las que las pinochas encendidas caían en El Valle y los lugareños temían que el fuego acorralase el verde barranco. Por suerte no sucedió, pero no hay quien les quite el susto.

Javier Gil, vecino del lugar, reconoce que el martes se llegaron a producir piquetes en la zona al comprobar que el paso estaba cerrado para todos «menos para algunos». Nadie quiere dar nombres, pero apuntan a que las grandes explotaciones no han sido tratadas igual que el resto de la ciudadanía. Pasado el mal trago, Gil, historiador, recuerda que el último gran incendio que se registró en Tamadaba fue en 1861, pero por aquel entonces el monte «estaba limpio, había cortijos, los rebaños pastaban y se limpiaba, no como ahora». El Hornillo, cuya ermita construyó el abuelo de Gil en 1963, y donde apenas viven 20 personas en la actualidad, está «rodeado de cañas, lleno, y las casas se salvaron porque sus propietarios habían cumplido con el perímetro de seguridad».

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