Crítica de 'Halloween: El final' | A la tercera no va la vencida

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«¡Nunca veo las partes gore de mis películas!»

Iker Cortés

El icónico psychokiller tarda una hora en aparecer y apenas actúa en pantalla, una decisión que rompe esquemas y puede desorientar a los fans acérrimos de sus sanguinolentas barrabasadas. Este cambio valiente se antoja interesante. Sin embargo, tras un prometedor prólogo -quizás la mejor secuencia del filme-, se cae el castillo de naipes. No termina de funcionar esta carta que entra audaz en juego, mostrando un posible heredero del matarife que evoluciona con poco fundamento. Jamie Lee Curtis es la estrella indiscutible de la función, la inefable heroína que coquetea con el lado oscuro pero no termina de cruzar la línea entre el bien y el mal. A veces aparece escribiendo sus memorias contemplativa frente a un ordenador portátil. Una voz en off describe lo que teclea sobre una sucesión de imágenes que es mejor tomarse con ironía, aunque no esté claro si es voluntaria.

'Halloween: El final' se estrena este fin de semana en la cartelera, a las puertas de la celebración de Halloween, partiendo de los acontecimientos del anterior capítulo, cuatro años después, con Myers desaparecido. Repite tras la cámara David Gordon Green, el director de 'Superfumados', cuyo perfil de realizador artesanal cumple con alguna muerte escabrosa y poco más. Su rol es meramente ilustrativo, con un guión entre manos poco consecuente con el espíritu de la saga. La historia abre puertas llamativas que no termina de traspasar, como si alguien estuviera controlando demasiado la partida, estirando de la cuerda para apaciguar cualquier posible delirio creativo. Atrás queda 'Halloween Kills' y su baño de sangre con trazas de moralina. El mensaje sigue siendo de brocha gorda, pero no tan subrayado como en la anterior entrega. No hay un contador de muertes echando humo ni un sentido del humor claro, pero esta tercera pieza en el puzzle deviene la más anodina del lote. La sintonía de Carpenter forma parte de la memoria colectiva y sigue poniendo los pelos de punta, pero el gran villano queda reducido al absurdo con un tono crepuscular edulcorado. Más duro puede ser no ver el día de Halloween en pantalla. Apenas se deja ver unos segundos, lo que resta más aún a una «peli de miedo» sin tensión ni sustos que solo puede entenderse desde una posible deconstrucción no buscada.