Amigotes

Tampoco creo que las amigotas de Irene sean completamente inocentes. Habría que ver sus comentarios privados sobre, pongamos por caso, el diputado Casero y sus dedazos temblorosos. De todas ellas, Pam es mi favorita porque tiene mucho peligro y una vez, en un chat interno, llamó «puta coja» a una compañera de Podemos de andares dubitativos. Resulta difícil vivir en el imperio del eufemismo y mantener siempre el ademán patricio y el adjetivo elegante. ¡Ay, si la Fiscalía levantara la cabeza y examinase todos los grupos de WhatsApp! Habría que decretar a todo correr una amnistía general –en este caso unánime– por pura supervivencia del sistema. De lo contrario, no iba a quedar una sola carrera política en pie. Hay una vida pública, ditirámbica y pudorosa, y una vida subterránea, escabrosa e hiriente, y cuando ambas se cruzan la gente se santigua como las beatas del franquismo. Uy, señor, lo que ha dicho.

La despedida de Irene Montero nos permite analizar la legislatura anterior como uno de esos partidos benéficos de fútbol: los amigos de Pedro contra las amigas de Irene. Al final ganaron los de Pedro y encima, en la segunda parte, la Yoli se cambió de equipo. Abusones.