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La fuerza de Trump

«Todo indica que la Administración Trump conllevará serios problemas a terceros: pensemos en la ristra de países que conformarían para Washington una especie de eje del mal».

Rafael Álvarez Gil y Las Palmas de Gran Canaria

Jueves, 1 de enero 1970

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¿Qué es lo más eficaz en política internacional? ¿La persuasión o la fuerza? Cada vez que entra en la Casa Blanca un presidente republicano, asoma la duda. Fue primero con George W. Bush que, como reacción al 11S, desplegó operaciones bélicas en Afganistán e Irak. Aludió que era para exportar la democracia. Y en el segundo conflicto ni siquiera contó con la autorización del Consejo de Seguridad de la ONU. Ahora se trata de Donald Trump. Y parece que el asunto sirio puede recrudecerse aún más en cualquier momento, ir a más la participación estadounidense. Luego está el frente de Corea del Norte. Pero ya con Siria es para pensar qué tipo de relaciones internacionales tendremos en los próximos cuatro años. Sobre todo, cuando la Unión Europea está fuera de toda influencia y ya tiene bastante con asumir el brexit.

Todo indica que la Administración Trump conllevará serios problemas a terceros; pensemos en la ristra de países que conformarían para Washington una especie de eje del mal: Irán, Venezuela, Siria, Corea del Norte,... Y será una problemática porque lo normal es que a la violencia se le sume nueva violencia. Por supuesto, la potencia militar estadounidense es inigualable por el resto. Pero ya en su momento el 11S si puso algo de manifiesto fue que Estados Unidos también es vulnerable.

Trump gana apoyos dentro de su público, a nivel nacional, tras sus últimos ademanes en política exterior. Es decir, le premian. Y él lo sabe. Por consiguiente, lo natural es pensar que lo visto en las últimas semanas será tan solo un inicio. ¿Qué hará Bruselas? Nada de nada en cuanto que, no siendo menos, al otro lado del Atlántico ya saben que tienen el apoyo de Londres; aunque sea para revestirlo de cierto respaldo por parte de la comunidad internacional. Si a Trump le ha dado igual romper la tendencia de Barack Obama, menos le influirá lo que juzguen en el Viejo Continente.

Comienza un mandato en el que lo importante no será la línea tradicional en política exterior de los demócratas o los republicanos, sino lo que piense Trump que ha ido por libre. Se trata de una democracia presidencialista. Y encima ha llegado al poder un personalismo desbordante en Trump que hace que temamos el cesarismo político desde Washington. Y eso hará mucho daño. Aunque, a estas alturas, podemos pensar que en cuanto a la legalidad internacional será más de lo mismo. Si se invadió Irak (por mucho incluso que Alemania y Francia se opusieran) qué no hará ahora Trump que el proyecto comunitario se desmiembra.

Columnista de

CANARIAS7

Opinión

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