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Tres apuntes para cerrar la semanaMorder la bala. Además de dar título a una película un tanto menor del género del 'western' crepuscular, es una expresión asociada con aceptar con ... resignación las penurias a las que alguien se ve expuesto muy a su pesar. Eso, más o menos, es lo que le ha tocado al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, al que le toca morder no una bala, sino las miles que iban a llegar en un contrato ya firmado con Israel. El presidente Pedro Sánchez, teóricamente una de las personas más próximas al ministro en cuestión, lo ha humillado para mantener a Sumar en el Consejo de Ministros. O más bien para que Yolanda Díaz tenga una excusa para silenciar la amenaza de Izquierda Unida de desmarcarse del pacto de gobierno. Si fuera por esto último, Marlaska debería irse por dignidad, porque cuesta entender que todo un presidente dé marcha atrás ante una formación absolutamente testimonial como es IU. Y si no fuera así, la continuidad de Marlaska es ciertamente indefendible. O siguió adelante con el contrato sin informar al presidente y a los ministros de Sumar -sus colegas-, o el presidente lo ha dejado literalmente tirado y se apuntado al bando de Yolanda Díaz. Sea como fuere, la dimisión es la opción más plausible.
El adiós de la hipocresía. El Vaticano acoge en la mañana de este sábado una ceremonia con toda la pompa y circunstancia propia del adiós a un jefe de Estado de dimensión planetaria. Delegaciones de los cinco continentes se unirán a decenas de miles de personas en el funeral por Francisco. Pero entre las autoridades presentes estarán también quienes abanderaron el frente contra un Papa que les parecía demasiado revolucionario e izquierdista, si bien dejó por hacer mucho de lo que teóricamente se le atribuyó al inicio de su pontificado. Será, por tanto, un ceremonial cargado de hipocresía. Y veremos si hay continuidad...
Una ausencia. ¿Debió haber ido Pedro Sánchez al funeral? Es la pregunta que lleva generando muchos comentarios en los tres últimos días en las tertulias. A priori, la delegación es de máximo nivel al estar encabezada por los Reyes, pero no es menos cierto que no sería la primera vez que los monarcas y el jefe del Ejecutivo comparten protagonismo en actos de relevancia internacional. Lo que no se explica es el silencio presidencial, a lo que se une su insistencia en no estar allí donde sí lo hacen los Reyes, en especial desde el accidentado viaje a Valencia para ver los estragos de la riada. Tanta ausencia y tanto silencio no tienen un pase.
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