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No es la mejor manera de acabar el año

Canarias7 Editorial

Jueves, 1 de enero 1970

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Una autonomía con un Estatuto de primer nivel no se merece que el éxito de conseguir la aprobación de esa ley orgánica quede empañada por la escalada de desencuentros de las últimas semanas entre los Gobiernos central y canario. Ayer, como broche poco edificante al año que está a punto de terminar, asistimos a un cruce de declaraciones entre la delegada del Gobierno en Canarias, Elena Máñez, y la consejera de Hacienda, Rosa Dávila, quienes, al mismo tiempo que abogaban por la lealtad institucional y el diálogo, elevaban el tono de los reproches.

Las buenas palabras son bienvenidas siempre en política y en todos los aspectos de la vida, pero cuando de gestión pública se trata, lo importante es lo que se trasladen a la práctica. En el caso de Canarias, veníamos del compromiso de la firma de los convenios pendientes y de atender al dictamen del Tribunal Supremo en relación con los recortes realizados por el Partido Popular cuando gobernó en Madrid. Todo eso se fue ralentizando sin mayor explicación y finalmente aparecen informes jurídicos de última hora y criterios claramente centralistas de altos funcionarios ministeriales que dejan literalmente en suspenso la palabra dada. Insistimos: no solo las promesas verbales del presidente Pedro Sánchez en su último encuentro con Fernando Clavijo en La Moncloa, sino también lo que ha dicho la más alta instancia jurisdiccional. Si esto último ha de reescribirse en virtud del criterio extemporáneo del funcionario ministerial de turno, entonces el daño a la credibilidad de las instituciones será mayúsculo.

Tampoco es de recibo que se antepongan los criterios de partido a la clarificación de lo que sucede y, en definitiva, a la defensa del interés general. Lo decimos por las ausencias del Partido Socialista y Podemos de la reunión convocada por el presidente Fernando Clavijo a comienzos de semana. No perdían nada los citados partidos por acudir, pues siempre tenían allí la posibilidad de desmarcarse de lo que era el sentir mayoritario. Quizás esa presencia habría ayudado a trasladar mejor a Madrid lo que piensa Canarias y, sobre todo, lo que necesita en materia de financiación estatal. Después habrá tiempo para discutir sobre cómo se gestiona.

Hacemos desde aquí votos por quebrar esta escalada dialéctica que solo conduce al desánimo. Quedan cinco meses para la cita electoral y si este es el escenario en el que nos vamos a mover, será Canarias en conjunto quien salga perdiendo. Y los electores seguramente ya están tomando nota de cómo en ocasiones se antepone el interés de partido al general y la trifulca a la lealtad institucional.

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