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Este sábado 22 de junio estuve en Haría, invitado por su Ayuntamiento en el marco de sus fiestas patronales, para hablar del nacionalismo canario de los años setenta y ochenta del siglo XX. De sus luces y de sus sombras. En una isla, Lanzarote, en la que siempre fue muy elevada la presencia nacionalista, pero en la que, por distintas razones, no fructificó la Unión del Pueblo Canario (UPC).

El nacionalismo canario tiene un recorrido de apenas algo más de un siglo y arranca con Secundino Delgado, a finales del XIX y comienzos del XX, fuertemente influido por la independencia de Cuba. Con escaso peso en el interior de una Canarias caciquil, subdesarrollada, semi analfabeta y sin apenas movimiento obrero organizado. Se trata de un nacionalismo que aúna reivindicaciones nacionales con sociales, con cierto influjo anarquista. Doce años después de la muerte de Secundino se funda en La Habana el Partido Nacionalista Canario, en 1924, de corte burgués pero independentista y también con escaso influjo en las Islas. Esa etapa podríamos denominarla de nacionalismo americanista.

Un segundo nacionalismo surge en los años 60 del siglo XX, con el movimiento Canarias Libre. Con presencia activa de abogados laboralistas como Fernando Sagaseta, Carlos Suárez el látigo negro o Antonio Cubillo, este último en Tenerife. Sería muy pronto desmantelado y encarcelados sus integrantes por la dictadura franquista. Unos terminarían en el PCE, como Sagaseta. Otros, como Antonio Cubillo, fundando en el exilio el MPAIAC. Cubillo consigue una gran repercusión internacional. Hay que recordar que es el momento de las independencias de las colonias africanas: Angola, Mozambique... Y logra que se empiece a hablar del tema canario como un caso de descolonización. Pero su peso en el interior de las islas es muy reducido. Pese al papel que algún tiempo jugó su radio, la Voz de Canarias Libre. Es un nacionalismo africanista que incluyó en su trayectoria algunas acciones armadas, que le aislaron aún más.

La upc.

La primera expresión electoral se da en los comicios generales de junio del 77: PCU, con el látigo negro y Fernando Sagaseta. ‘Una brecha hacia la autodeterminación’ es su lema. Con presencia casi exclusiva en Gran Canaria, y especialmente en su capital. En el terreno sindical es el Sindicato Obrero Canario (SOC) el que representa a ese espacio. Junto a otras organizaciones como la FCSU o la CCT. Y la CANC o el STEC, este último en el caso de la enseñanza. Fuertes en sectores estratégicos, como puertos y transportes. En el 79 nace UPC, con el PRC de Angulo, las Células Comunistas de Sagaseta, el MIRAC-PUCC, el Partido Socialista de Canarias de Bermejo, sectores cristianos autogestionarios...

Paralelamente, surgen movimientos asamblearios y autogestionarios en el Sur de Gran Canaria (Asamblea de Vecinos, más tarde Asamblea Canaria, especialmente en Santa Lucía y Telde; así como Roque Aguayro). Y en Fuerteventura, Asamblea Majorera, que incluye inicialmente a todos los sectores progresistas de la Isla, lo que les da la victoria en el Senado en el 77, pese a que en el Congreso UCD acapara más del 60% de los votos. Lo pierden en el 79 (y por solo 10 votos, al presentar candidatura el PSOE).

Tanto AV como AM son autonomistas y menos radicales que UPC, y evolucionarían hacia posiciones nacionalistas.

En UPC tienen gran peso las organizaciones comunistas, pero también grupos socialistas y de origen cristiano autogestionario. Consigue importantes éxitos electorales. En las generales del 79 con la obtención de un diputado en el Congreso; y en las municipales de abril, logrando diez concejales y la alcaldía de Las Palmas de Gran Canaria en pacto con PSOE y AV, y con extraordinarios resultados también en Santa Cruz de Tenerife y La Laguna.

Tras la desaparición de la UPC, ese espacio queda en manos de Izquierda Nacionalista Canaria y Asamblea Canaria. Esas formaciones, junto a la ICU del exsecretario general del PCE-PCC, José Carlos Mauricio, dan lugar a ICAN en las elecciones del 91. La autodeterminación deja de ser el elemento unificador y se apuesta por el autonomismo que algunos llevan hasta reivindicaciones federalistas.

En el ámbito de la derecha, el desplome y desintegración de UCD en el conjunto de España hace que en las islas una buena parte de su dirigentes -Manuel Hermoso, Adán Martín, Paulino Rivero, Miguel Zerolo, Ani Oramas...- constituyan las Agrupaciones Independientes de Canarias (AIC) a principios de los años ochenta. Luego serían junto a ICAN, AM y los centristas de Olarte los creadores de CC a partir de la moción de censura a Saavedra en 1993.

Siglo xxi.

Ahora, en la segunda década del siglo XXI conviven varios nacionalismos, aunque solo dos con respaldo ciudadano. Por un lado, el de Coalición Canaria, conservador -mucho más que sus socios europeos del PNV-, con políticas fiscales, sociales y medioambientales que le acercan mucho al PP, especialmente en la etapa más reciente, el clavijismo. Que ha disfrutado de una Armada mediática, pública y privada, que debe estar totalmente noqueada en estos días en los que, recordando un tema de Silvio, «no hay absolución posible». Una Coalición que ha perdido mucho poder, pese a sus buenos resultados del 26M, y que se enfrenta a un escenario completamente novedoso. Y ante la que se abre una etapa de imprescindible reflexión y refundación.

Por otro, el de Nueva Canarias, con posiciones más cercanas a la socialdemocracia o al ecosocialismo. Pero con menos implantación que CC y sin su poder mediático de ida y vuelta. Ambos suponen el 31% de las papeletas en el ámbito de las elecciones a la Comunidad y algo más en el municipal.

Por otra parte, el 26M confirmó la levedad independentista, menos del 0,5% de los votos, lo que debiera llevarle a una profunda reflexión y a replantear su estrategia. Las primeras reacciones apuntan en sentido contrario. Lo que le condena a la irrelevancia.

En definitiva, poco tienen en común los nacionalismos de las distintas etapas, muy vinculados a diferentes momentos históricos, a diferentes grados de madurez de su sociedad. Eso sí, comparten la necesidad de que una Comunidad pequeña y alejada tenga representación propia en todas las instituciones y foros como única forma de hacer oír su voz, de exigir un trato diferenciado y adecuado que la coloque en situación semejante a la del resto de comunidades continentales, evitando los seculares olvidos y maltratos. Elaborando propuestas desde, por y para Canarias. Nada más y nada menos. Por eso, en mi opinión, el nacionalismo canario sigue siendo imprescindible.

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