Materno Infantil
Del director ·
El episodio de la licitación es una piedra más en un camino que es un pedregalHay cuestiones que parecen gafadas, como si una maldición divina hubiese caído sobre ellas. Pero al final, cuando se rasca un poco y se pasa de la superficie a la profundidad, acabamos viendo que lo que hay es más bien indolencia a la hora de resolver los problemas. Sospecho que bastante de eso sucede con el hospital Materno Infantil de la capital grancanaria.
Para los que no lo hayan pisado, estamos hablando de la infraestructura hospitalaria más obsoleta de las tres de ámbito público que hay en Gran Canaria. Las comparaciones son odiosas pero quizás no sea suficiente con la impresión que se puede llevar todo el que entre por la puerta: quienes mejor lo saben son sus profesionales sanitarios, esos que a fuerza de voluntad han ido capeando las carencias para que la calidad asistencial no afloje un punto. Y si así ha sido, el mérito es básicamente de ellos.
El episodio conocido esta semana, con el desistimiento de la licitación para la construcción de la torre pediátrica, es una piedra más en un camino que es un auténtico pedregal. Para muestra, un botón del tortuoso expediente de marras: de esa obra escuchamos y leímos promesas de pronta ejecución de José Manuel Baltar cuando fue consejero de Sanidad bajo el Gobierno de Fernando Clavijo, con Conrado Domínguez como director del Servicio Canario de Salud, y, casi cuatro años después, estamos en la casilla de salida. O peor, porque en ese tiempo, todo se deteriora: desde las instalaciones hasta la resiliencia del personal. De la paciencia de los pacientes -valga la redundancia- ya ni hablemos...
La lectura de la orden de desistimiento que firma el consejero Blas Trujillo produce, sobre todo, sonrojo y finalmente desánimo. Es un relato cronológico de como se pueden hacer las cosas para que todo salga mal y al final no quede otra que parar un concurso público con un coste que supera los 40 millones de euros. Supongo que cuando pasen las vacaciones veraniegas nos dirán que no pasa nada, que esto es una cuestión formal y que se arregla en un par de días y aquí paz y en el cielo, gloria. Pero ellos saben que no es así y conviene que los ciudadanos también lo sepan. Más aún: lo que refleja esa orden es que hay departamentos clave en la gestión sanitaria que se ve que no participaron en la confección de los pliegos y que las empresas son sabedoras de los fallos de la administración, de manera que no dejan pasar ni una coma.
Conclusión: no es un hospital gafado; es víctima de indolencia.