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La hora de la firmeza

La hora de la firmeza

Jueves, 1 de enero 1970

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El pacto de progreso no puede comenzar amedrentado ni renunciando a su esencia. Tiene los votos de la mayoría de los canarios, un programa progresista, los protagonistas adecuados y las herramientas suficientes para ejecutar sus políticas sin complejo alguno. Dialogar con todos los agentes sociales, con los empresarios también, sobre la política fiscal es necesario, pero retroceder a golpe de titulares no parece una buena forma de comenzar un proyecto que desborda ilusión.

Si por algo se tiene que distinguir este pacto es por su independencia y su firmeza, entre otros de los empresarios, especialmente los que han bailado el agua a Coalición Canaria durante estos cuatro años desde sus organizaciones. No debe olvidar el pacto de progreso que son esos empresarios que ahora tratan de amedrentarlos los que lograron colocar consejeros en el seno del Gobierno de Clavijo y los que han alabado, una y otra vez, sus políticas. Los mismos, los primeros en salir a criticar el programa del pacto sin aún constituirse el Gobierno, posiblemente alentados por CC y sus antenas. Han puesto el grito en el cielo por las políticas fiscales anunciadas con la intención de empantanar el terreno de juego, para evidenciar que mandan otros. Son los mismos que han trabajado para que el pacto de derechas triunfe.

Debe recordar el PSOE, Nueva Canarias y Podemos que no son esos todos los empresarios, que hay una gran mayoría que no se han sentido representados por ellos, ni por lo que han hecho ni dicho en estos cuatro años. Que hay otros, la mayoría, que se sienten damnificados, que han sido colocados en la diáspora empresarial, marginados, y algunos represaliados, precisamente, por no comulgar con las políticas del gobierno de Clavijo. En algunos casos amenazados y en otros masacrados.

Este pacto entre fuerzas de izquierdas no es el de los empresarios, de esos empresarios en concreto, que no representan a la mayoría de los que desde sus empresas trabajan duramente cada día sin subvenciones ni prebendas, ni se meten en política para reorientar y dirigir desde la barrera a los Gobierno, como han hecho con Coalición Canaria estos últimos cuatro año. Esos empresarios, con nombre y apellidos, como toda Coalición Canaria, son los perdedores en esta nueva etapa y tratan de resituarse, dirigir y sobre todo, hacer fracasar el pacto de progreso.

Si algo debe tener claro este pacto es que es el de la mayoría; el de los canarios que están en paro y el de los que trabajan; el de los más débiles y vulnerables, el de los jóvenes que no pueden estudiar, que no encuentran su primer empleo, el de los emprendedores y el de las familias que no llegan afín de mes. Es el gobierno de los que necesitan una vivienda, ayudas al alquiler, a la dependencia, al emprendimiento. Es el gobierno de los miles de canarios que saldrían de la pobreza con una renta mínima y el de los miles de canarios que están en las listas de espera de Sanidad.

Y para que eso sea posible sólo hay una vía, la de mayores ingresos, que es la que describe el pacto en su acuerdo, junto a otras medidas de ahorro en la administración, de racionalización del gasto, de reequilibrio del mismo, de reasignación de partidas superfluas y exigir a Madrid que cumpla con todos y cada uno de los acuerdos previstos en el REF, en la financiación autonómica y en los convenios suscritos. Desviarse de lo previsto a golpe de titulares no es propio de un pacto que debe, como primera premisa, sentirse fuerte y legitimado para desarrollar su programa, que no es el de los empresarios.

Es la hora de la firmeza y, también, de la generosidad. Los socialistas han sacado un gran resultado en las urnas. Las cosas les van sobradamente bien en Canarias, pero no deben emplear su fuerza en debilitar a sus socios, ni vivir de la tentación de quedarse solos y con todo, abusando de la generosidad de otros. Esa tentación sigue latente entre alguno de los negociadores que ya salió escaldado del reparto de poder municipal. Pactar con lealtad y tratar de limitar y eliminar al socio preferente, como ocurrió con Nueva Canarias, no parece que sea lo más acertado para que el pacto de progreso tenga futuro.

El pacto de progreso nació como una alianza que contempla un gobierno de coalición en el que se distribuye el poder de forma ecuánime, en función de su representación, pero también de la vocación, la preparación y los deseos de los socios que comparten objetivos. Que así sea.

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