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Homofobia, mentiras y lenguaje

Bardinia ·

Diversos estudios de especialistas universitarios coinciden en que la media del coeficiente intelectual ha descendido 7 puntos por generación partiendo de los nacidos en 1976

Emilio González Déniz

Las Palmas de Gran Canaria

Martes, 6 de julio 2021, 08:15

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Durante las últimas décadas se han ido conquistando derechos, que creíamos ingenuamente que ya iban a ser eternos. Pero la historia suele se cíclica, y nunca pensamos que en 2021 iban a estar en entredicho los derechos igualitarios de las minorías. Hay una ola de retroceso en todo Occidente (en el resto del mundo nunca ha dejado de estar). Es cierto que se mantienen las leyes nuevas, pero son infringidas continuamente. En España, la irrupción de Vox y el entreguismo del PP al discurso de ultraderecha, porque cree necesitar sus votos para gobernar, han abierto la caja de Pandora, y estamos en una situación muy preocupante en cuanto a los derechos sociales relativos a la igualdad.

La mentira (ya decir posverdad es una burla) se ha instalado y colocan una sobre otra, hecho que, unido a la general ignorancia programada de la sociedad, acaba siendo aceptada como una verdad. Personajes como el periodista Francisco Marhuenda, director del periódico La razón, presumen de cátedras y doctorados y luego dicen sin ponerse colorados que la ONU reconoció a Franco en 1939, disparate que cualquiera puede comprobar que lo es, puesto que la ONU fue creada en 1945, cuando acabó la Segunda Guerra Mundial. O Casado, que se ha descolgado esta semana con un triple salto mortal sobre la verdad, cuando dijo que la Guerra Civil fue la ley sin democracia contra la democracia sin ley. La solución a este galimatías es «la gallina», puesto que no se menciona un golpe de estado (de los de verdad, con fusiles y muertos) contra un gobierno legalmente constituido.

Diversos estudios de especialistas universitarios coinciden en que la media del coeficiente intelectual ha descendido 7 puntos por generación partiendo de los nacidos en 1976. Es decir, mucha tecnología y velocidad de transmisión, pero al final la gente entiende menos, o no es capaz de discurrir como antes. Una sociedad así es fácil de convencer de lo que sea, y convertir, por repetición goebbeliana, una mentira en verdad resulta muy fácil, sobre todo cuando se tiene el control de los medios.

Esta semana ha tenido dos hitos alrededor de la igualdad. Por una parte, se ha celebrado un Orgullo LGTBI muy reivindicativo, porque quieren convertir en papel mojado los avances conseguidos, y parece que ha salido debajo de las piedras la homofobia oculta, hasta el punto de llegar a la violencia (el fin de semana asesinaron a golpes a un joven), cosas que hace unos años creíamos haber superado. Por otra parte, ha habido debate social (por no llamarlo griterío), por el envío al Parlamento de una ley muy polémica, puesto que hay un sector de feministas que no está de acuerdo con algunos de sus postulados porque piensa que puede invisibilizar (aun más) a la mujer.

Lo que me ha llamado la atención ha sido la presentación que ha hecho la ministra Irene Montero, al hacer una exhibición de los que ella entiende por lenguaje inclusivo, con el que estoy de acuerdo siempre que se sostenga gramaticalmente, porque sin respeto a la gramática nos cargaremos la lengua (menos mal que ahora Toni Cantó va a defender el español desde Madrid, Santiago y cierra España).Volviendo a la ministra, en un momento de su disertación dijo que mucha gente se ha sentido «solos, solas, soles».

Y eso es como la sopa de Mafalda, poner argumentos en manos del enemigo. También usan «todes» y otras palabras en las que cambian la a o la o de la última sílaba para que se refiera al conjunto de seres humanos (¿humanas, humanes? Y no entiendo por qué la «e» se convierte en estandarte de la expresión supragenérica, y se olvidan a de la «i» o la «u». Lo mismo que dicen todes también podrían ser todus o todis, digo yo. Debe ser que la i es fálica y la u por partida doble. Es necesario avanzar en el lenguaje inclusivo, pero con soluciones como esta lo único que se consigue es desviar algo tan importante hacia el callejón del chiste fácil. Esperemos que esos universitarios que dicen que ahora somos más tontos estén equivocados, porque estoy empezando a creer que tienen razón.

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