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Dinamitando el proyecto comunitario

DEL DIRECTOR ·

El eje francoalemán es a fecha de hoy más endeble que nunca

Lunes, 20 de julio 2020, 10:33

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A la Unión Europea le encanta dar argumentos para que sus ciudadanos piensen que es un proyecto fallido. Como si hubiera un especial empeño en demostrar que los británicos no estaban equivocados cuando aprobaron el brexit. Como si Marine Le Pen tuviese razón cuando agita la bandera contra todo lo que lleve el apellido comunitario.

Después de ver cómo se iba desarrollando la cumbre comunitaria de jefes de Estado y de Gobierno para resolver cuánto dinero se pone sobre la mesa para compensar el coste de la pandemia, cómo se reparte y con qué contrapartidas, llega un momento en que se convierte en secundario si hay o no acuerdo. Porque unos y otros se han dicho cosas tan graves y con tanta publicidad, que queda en evidencia que no hay voluntad de caminar hacia la consolidación de un espacio único, sino que se dan pasos veloces y firmes en dirección contraria. Instalados en el sálvese quien pueda, lo que hay es una dinámica de destrucción del proyecto europeo, de forma que se instala una especie de nacionalismo sobrevenido cuya única transversalidad es bastante demagógica: por un lado los ricos y por otro los pobres.

Ya ni siquiera vale el liderazgo de Berlín y París. El eje francoalemán es a fecha de hoy más endeble que nunca, quizás porque todo el mundo sabe que Angela Merkel está en retirada y porque Macron sigue en el Elíseo pero con pies de barro, a tenor de los últimos resultados electorales. Y eso, que se suponía que nos abría el camino para una Europa más plural y con otras sensibilidades, sin embargo nos están llevando a un movimiento centrífugo, donde a veces dan ganas de dar un portazo y mandarse a mudar.

Ya dije en esta esquina que no hay que demonizar al primer ministro holandés, Mark Rutte, por su intrasigente frugalidad. Como tampoco es justo presentar a Pedro Sánchez como un pedigüeño que después tiene el bolsillo roto. Entre ambos extremos hay una realidad común que unos y otros parecen obviar: estamos ante una crisis de origen sanitario, de efectos transfronterizos, de impacto económico y social cuyas dimensiones son todavía imposibles de calcular porque a día de hoy no se ha ganado la batalla médica contra el virus, y lo único que aciertan a hacer estos señores es tirarse los trastos a la cabeza. Luego, cuando sigan creciendo los muertos y cuando la brecha social que ya existía sea un abismo, que nadie venga al cementerio a contarnos que la frugalidad o el socialismo eran la receta idónea. Para los muertos y los condenados a la pobreza perpetua será demasiado tarde.

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