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Desigualdad salarial sutil

«La desigualdad salarial existe. Es real pero está tapada por conceptos retributivos opacos que suelen beneficiar a los hombres. No se valora la productividad pero sí la fuerza, por ejemplo».

Viernes, 23 de febrero 2018, 10:21

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Hace dos semanas tuve ocasión de hablar con un representante empresarial sobre la desigualdad salarial entre hombres y mujeres. Nuestras posturas partían de distintas posiciones. Él entendía que la brecha salarial no existe en realidad y que las diferencias en el importe de los sueldos entre ellos y ellas son consecuencia del efecto estadístico al entrar todas las categorías, sectores productivos y demás en el mismo saco. En sus palabras, a ninguna mujer se le impide llegar a un cargo directivo o se le paga menos que a un hombre por la misma labor.

Durante varios minutos estuvimos enfrascados en un debate estéril que quedó como estaba. Cada uno con su historia.

Es cierto que en ningún convenio colectivo de una empresa se especifica que una mujer cobre, por ejemplo, 200 euros menos que un hombre en el mismo puesto. Eso está claro, más que nada porque sería discriminatorio e inconstitucional pero existen toda una serie de conceptos retributivos opacos y sutiles, que van más allá del salario base y que tienden a favorecer los sueldos de ellos frente a los de ellas.

Muchos de estos conceptos son pluses que valoran aspectos masculinizados como la nocturnidad, la fuerza o el riesgo y que les beneficia a ellos. Ninguno de esos pluses mide la capacidad de trabajo o la productividad, por citar dos que van a favor de la mujer en cualquier tipo de estudio.

Ser madre es otro handicap para el desarrollo profesional y salarial de la mujer. El cuidado de los hijos, se quiera o no y aunque haya hombres muy implicados en su crianza (que los hay), recae en mayor medida en la mujer. A raíz de esto vienen las reducciones de jornada, los parones en la vida laboral, el estancamiento en la promoción profesional y en definitiva, menores sueldos. Y a la larga, pensiones más bajas.

Esto, obviamente no es un problema empresarial pero sí social y requiere de actuaciones públicas para cambiarlo.

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