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Joe Biden y Jill Biden, en el homenaje a las víctimas de la covid. efe
Biden se estrena en Washington con un homenaje a las víctimas de la covid

Biden se estrena en Washington con un homenaje a las víctimas de la covid

El nuevo presidente empezará el día de su investidura en misa con los líderes del Congreso

Mercedes Gallego

Eenviada especial a Washington DC

Miércoles, 20 de enero 2021, 11:06

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Llevaba todo su vida soñando con el momento de entrar en Washington convertido en el nuevo presidente de EEUU y cuando al fin lo hizo su primera parada no fue la mansión Blair, donde los elegidos pasan la noche antes de su investidura. Joe Biden entró ayer en la capital en el momento en que su país cruzaba la pesada marca de los 400.000 muertos por Covid-19, un luto que no podía pasar por alto.

Se fue derecho al National Mall para un solemne homenaje a las víctimas de una pandemia que ha doblado su balance mortal en solo tres meses, porque apenas en octubre el presidente Donald Trump prometía eufórico extender a todos el mismo tratamiento de élite que le permitió salir del hospital en tres días. Frente al estanque flanqueado por 400 pilares de luz, la enfermera Lorie Marie Key cantó el Amazing Grace con el que en abril reconfortó espontáneamente a sus compañeros en el hospital de Detroit en el que trabajaba, capturado en un vídeo que se hizo viral. Se trataba de arrojar luz a la oscuridad. «Hallelujah», entonó la cantante de gospel Yolanda Adams.

Biden, de 78 años, tenía los ojos vidriosos. Poco antes se había despedido de Delaware, el estado en el que ha dejado enterrados a su primera esposa, la niña que murió con ella y el hijo que perdió de cáncer hace cinco años. «Siempre llevaré a Delaware grabado en el corazón», prometió. Durante 36 años hizo diariamente el recorrido en tren a Washington para dormir con sus dos hijos, supervivientes del accidente de tráfico en el que perdieron a su madre y hermana.

Ayer no pudo repetir ese viaje de 90 minutos por las turbulencias que se viven en el país tras el asalto al Capitolio, sino que descendió sobre la ciudad fortificada en avión y avanzó hasta el National Mall por avenidas desiertas, custodiadas por militares vestidos de faenas. Barricadas de cemento y vallas inexpugnables se abrieron paso para permitirle llegar hasta el corazón de Washington. Apenas unos cuantos se atrevieron a salir a las calles para saludarle al verle pasar. «No estamos juntos físicamente, pero sí en espíritu», reconfortó Kamala Harris, la mujer que le acompaña en este nuevo viaje como prueba de su apuesta por la diversidad.

Sobrecogido por la escena, el presidente electo permaneció solemne frente al estanque iluminado, mientras el cardenal Wilton Gregory, arzobispo de Washington, invocaba las almas de los caídos. Repicaron las campanas de la catedral, se iluminaron los principales edificios de EEUU, desde el Empire State hasta la Aguja Espacial de Seattle, se abrió la noche y entró la luz como una dolorosa cuchilla en tantos hogares marcados por la ausencia. «A veces es difícil recordar», admitió él con los ojos vidriosos, «pero es la única manera de sanar».

Por lo mismo, su presidencia empezará marcada por el recuerdo del asalto al Capitolio, un evento tan traumático para muchos estadounidenses como el 11-S. Biden tendrá que desplegar toda su humanidad para unir a un país tan dividido. Empezará temprano hoy mismo, con una misa en la catedral a la que el segundo presidente católico de EEUU, después de John F. Kennedy, ha invitado a los líderes del Congreso, demócratas y republicanos, que han aceptado cambiar la despedida de Trump por ese acto de fe. Así además tienen coartada para no aparecer en la foto final del mandatario caído en desgracia. El primero en 152 años que no acude a la investidura de su sucesor.

La nueva pareja presidencial pasó la noche con su familia en el Edificio Blair, al otro lado de la calle de la Casa Blanca, donde el magnate agotaba sus últimas horas. Durante estos cuatro años se han hecho realidad sus sueños de poder y grandeza –«hicimos lo que vinimos a hacer», dijo en un último vídeo que no ha podido colgar en Twitter, donde sigue vetado. En cuestión de horas el personal se ha propuesto desinfectar cada rincón de la mansión por la que ha corrido el Covid y de la que Trump se va más solo de lo que llegó. Eso sí, como McCarthur, con un «me voy, pero volveré».

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