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Una bodega en el fondo del mar

Lunes, 1 de junio 2015, 01:00

Roberto González no sabe nada de vinos, pero su profesión lo llevó, tras perder el trabajo, a aventurarse en un proyecto pionero en Canarias, montar la primera bodega submarina en aguas de las Islas. Ya está sumergida a 18 metros de profundidad a unos 200 metros de la costa en el Porís de Abona, en Tenerife, y funcionando.

Desde hace años en Chile se está madurando vino en bodegas submarinas. En España también se está haciendo en Cantabria, Galicia o el País Vasco y parece probado que bajo el mar los vinos evolucionan diferente y adquieren unas propiedades organolépticas distintas a los que lo hacen en tierra. Algunos bodegueros canarios ya han llevado sus vinos a envejecer en el mar Cantábrico y aseguran que cambian totalmente, siempre a mejor. Desde hace alrededor de un mes, siete bodegas de Tenerife han mandado al fondo del mar sus mejores vinos, pero lo han hecho aquí mismo, a 200 metros de la costa del Porís de Abona. Los tienen a 18 metros de profundidad en La Bodega Submarina de Canarias, la primera instalación modular permanente que se instala en las Islas para el control y envejecimiento de vino en el mar.

Las bodegas El Rebusco, Ferrera, Acevedo, Reverón, Cumbres de Abona, Presas Ocampo y Prodiflora han confiado 1.600 botellas de sus caldos a Roberto González, el emprendedor que ha ideado y puesto en marcha esta instalación pionera en Canarias y que confiesa abiertamente que no tiene «ni idea de vinos». La que si sabe, y mucho, es Trini Fumero, técnica del Consejo Regulador de la Denominación de Origen (DO) Cumbres de Abona, que desde el primer momento se embarcó con él en este proyecto, convencida de que la idea que le presentó hace tres años «tenía futuro», asegura.

La Bodega Submarina de Canarias es una estructura de acero y hormigón de 31 metros cúbicos y con capacidad para 5.000 botellas, colocadas en ocho cavas o cestas para 500 botellas cada una, además de otra cesta que, aunque sumergida, no está en contacto con el agua. El diseño, en el que han participado arquitectos, ingenieros y el propio González, que es buzo profesional, se hizo en un módulo para, si hubiese demanda, poder enganchar otros.

Además cuenta con algo novedoso y único en este tipo de instalaciones, una campana que se queda seca donde se pueden descorchar y degustar los vinos bajo el mar, algo que en el futuro permitirá también darle un uso más turístico a la instalación.

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