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Toca renovar el Festival

Viernes, 10 de enero 2014, 00:00

Con 30 primaveras sobre las espaldas se está en plenitud de condiciones. El Festival Internacional de Música de Canarias alcanza este número de ediciones desde este próximo viernes y parece más un viejo decrépito, con las horas contadas, que un joven con muchos años por vivir y disfrutar. Las causas de este envejecimiento precoz no se deben a que su presupuesto haya menguado de forma considerable desde el último lustro. Malo sería si los fastos (y excesos) del pasado se mantuviesen en plena crisis económica.

Languidece el Festival por su modelo económico y de financiación. Llega a su 30ª edición con la presencia en su programación de la Orquesta Sinfónica de Chicago, considerada como una de las mejores del planeta. Se trata del objeto de deseo del Festival, porque sus responsables y algunos de sus seguidores consideran que con la presencia de esta prestigiosa formación norteamericana se cierra el círculo de grandes orquestas dentro de este evento musical invernal. Llega, además, con su titular Riccardo Muti al frente, un director que causa furor entre muchos melómanos locales y foráneos.

Pero llega esta 30ª edición con una programación reducida a última hora, porque se han retirado dos pesos pesados de entre los escasos patrocinadores privados del Festival también se ha retirado el Estado, que los subvencionada mediante el Inaem.

Lo de menos son los conciertos cancelados y que este año la música sinfónica, leiv motiv del Festival desde su nacimiento, se reduzca a Chicago y a las dos formaciones insulares Filarmónica de Gran Canaria y Sinfónica de Tenerife. Lo trascendental es que la maquinaria está gripada y que si de una vez por todas no se toman las medidas necesarias, se presenta un futuro muy negro para el Festival. No se trata de ser alarmista, simplemente de analizar la situación con cierta perspectiva y frialdad.

El Gobierno de Canarias organiza y sufraga el Festival de Música de Canarias. Este año, con 1,3 millones de euros. Los ingresos se reducen a la venta de entradas y abonos apartado que este año parece que va bastante bien, sobre todo en Gran Canaria, como ya es tradicional y a unos pírricos patrocinios. A nadie se le debe escapar que esta situación resulta inadmisible. Es más, la realidad debería de ser a la inversa. El Gobierno de Canarias se mantendría como organizador, pero su aportación económica tendría que ser muy poco significativa, ya que el Festival se sustentaría con los patrocinios privados.

Me encantaría ver la cara de los responsables de la Sinfónica de Chicago que visitarán las dos islas capitalinas cuando les expliquen cómo se financia el Festival. Si están sentados, puede que los mismos se caigan al suelo del susto, si se les explica el marketing que se sigue si es que existe un modelo. Tengan a mano un desfibrilador por si les da un infarto cuando sepan que en un Archipiélago que vive fundamentalmente del turismo, las empresas del sector miran a otro lado si se les habla de patrocinar este evento.

Ni mucho menos, el modelo económico norteamericano es la panacea no se olviden que allí, a los más desfavorecidos, el Estado apenas los tiene en cuenta, empezando por la atención sanitaria. Pero a la hora del marketing y las ventas de productos, tiene muchísimo que enseñar a la vieja Europa. Deborah F. Rutter, en la entrevista de esta misma página, desvela algunos principios muy simples en este terreno, pero, visto lo visto, en el seno del Gobierno de Canarias deben sonar a chino mandarín. ¿Acaso la Quinta de Beethoven, que se interpretará el sábado en el auditorio Alfredo Kraus, sonará peor si el concierto lo patrocina, por poner un ejemplo, una UTE de empresarios de la construcción?

Aunque a buen seguro pondrán el grito en el cielo «los sátrapas de la cultura» como los denominaba en una entrevista publicada hace unos meses en este periódico Gonzalo Angulo, exconsejero de Cultura del Cabildo de Gran Canaria frente a la renovación que tanto necesita el Festival. Al contrario de lo que afirmarán estos iluminados, si la misma se sustenta en el sentido común y en la realidad pergeñada para este siglo XXI por la crisis económica actual, saldrá revitalizado y fuerte. Claro que para ello, habría que hacer oídos sordos ante los que están acostumbrados a satisfacer sus caprichitos personales con el dinero de todos y que aún se creen la reencarnación del Parsifal wagneriano.

Lo fácil es que todo siga igual. Hasta que la caja común la financiación pública quiebre. Lo heroico (y sensato) es dar un golpe sobre la mesa y renovar lo que languidece.

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