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¿Para qué servimos?

Sábado, 20 de julio 2013, 01:00

Estos malos tiempos que todos arrastramos están siendo aún más virulentos en los medios de comunicación, pues a la crisis económica se ha unido otra, desatada por la irrupción de Internet, las redes sociales y el añadido culto al gratis total, que ha puesto en cuestión el modelo de hacer periodismo, hasta el punto que no pocos se atreven a preguntar para qué sirven hoy los periodistas, cuando las posibilidades de comunicación son tan inmensas y cualquiera, desde cualquier lugar, puede comunicar, realizar eso que llaman periodismo ciudadano.

Recientemente, José María Izquierdo, veterano y cualificado profesional en esto de contar noticias, editó un pequeño libro que tituló: ¿Para qué servimos los periodistas? (hoy), en el que recoge algunas reflexiones sobre el difícil momento que atraviesa esta profesión.

Es indudable que al actual estado de cosas, al margen del tsunami de las nuevas tecnologías, se ha llegado como consecuencia de bastante mal hacer. Por tanto, caben millones de críticas a cuantos estamos en esto. Y muchas de las acusaciones que se vierten sobre los medios de comunicación, por conniventes con las malas artes de los políticos, por el conchabeo con éstos, por no haber sabido iluminar sobre lo mucho y malo que ha sucedido y ahora sufrimos, son absolutamente justificables.

Sin embargo, aún siendo todo lo anterior verdad, cuidado con el denostamiento generalizado y con confundir comunicación con periodismo. No es lo mismo contar que valorar e interpretar lo que sucede. Si alguna vez dejan de existir los periódicos, en el soporte que quiere que sea, sólo habrá propaganda.

Por eso, sin ánimo de ser petulante, los periodistas son imprescindibles, al margen de los considerandos ideológicos, porque «una sociedad informada es siempre una sociedad más fuerte, más libre, más saludable y, por tanto, se encuentra en mejores condiciones para enfrentarse a la prepotencia del poder».

Una democracia es buena cuando tiene óptimos mecanismos para elegir a sus representantes; pero, será mejor si se dota de instrumentos para relevar a esos designados si contravienen el contrato suscrito con los electores, y para ello es preciso fiscalizar su gestión. A día de hoy tal fiscalización es posible para la mayoría gracias a la labor de vigilancia que la prensa ejerce sobre estos.

Los acontecimientos que estamos viviendo estos días, a cuenta de la publicación de todo cuanto tiene que ver con el caso Bárcenas, como antes lo fue con otros muchos, es un ejemplo de la bondad y necesidad del periodismo. Bendito sea el ruido mediático, en la medida que es un mecanismo de alarma que avisa de los desmanes, tan usuales en esta sociedad.

Así las cosas, como dejó escrito alguien el pasado domingo en twitter, el día en que se publicaron los SMS de Rajoy a Bárcenas: «Está claro que se van a acabar los periódicos de papel. Hoy he tenido que ir a cinco kioscos para encontrar El Mundo».

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