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Las cifras de la miseria están ahí, galopan y son suficientemente conocidas como para repetir. Las conocemos, las tenemos presentes, las sufrimos, sencillamente porque nos las tropezamos en cada esquina, en cada plaza. No hablemos de todas (paro, desigualdades, desamparo...), sólo recordemos otras anunciadas esta misma semana, 18.000 personas viven bajo el umbral de la pobreza en Las Palmas de Gran Canaria. Son datos del propio Ayuntamiento.
Aunque a decir verdad, ya digo, no hacen falta estadísticas, el terror absoluto del hambre está ahí y lo vemos. A pesar del maquillaje de la macroeconomía, de las tibias mejoras en el cómputo del desempleo, la quiebra social se ahonda y así se instala, como ha escrito Raúl del Pozo, «el hambre secreto, estadístico, políglota, (). Es la nueva e inesperada miseria de la vergüenza, como la de aquellos hidalgos que tomaban una paja y salían por la puerta ‘escarbando entre los dientes que nada entre sí tenían’».
Entretanto, ahí sigue el desfile de variedades de corruptos y casos de corrupción, que no pocos pretenden tapar, como si quisiesen convencernos que vale la pena contentarnos con el yogur caducado.
Entretanto, ahí están también no pocos, miles, de héroes en silencio combatiendo por la supervivencia de los demás, construyendo alternativas frente a la sopa boba con la que algunos pretenden distraer.
Han pasado las navidades, fechas en las que se acostumbra a ser más dadivoso con los semejantes y los gestos conmueven; sin embargo, no sólo de ahora, sino de hace mucho, desde que el hambre empezó a perseguir a miles de parados, son muchos los que aún teniendo poco no dudaron en activarse para compartir lo poco suyo con los que menos o nada tienen. Los ejemplos de solidaridad y entrega que este país está protagonizando cada día son demostración del valor de una ciudadanía que merece todo el reconocimiento y que, al tiempo, aunque no lo diga, pone en evidencia las vergüenzas de un poder al que la entrega de ésta alivia demasiadas incapacidades y negligencias.
Sólo en la provincia de Las Palmas en la última Gran operación kilo del Banco de Alimentos participaron más de 2.000 voluntarios, héroes en silencio, que ayudaron a que España fuese el país de Europa que más toneladas recogió para los más necesitados. Y con ellos, los otros miles de voluntarios de otras muchas organizaciones que, en silencio, siguen estando ahí, cada día, haciendo que los valores humanos se perpetúen, a pesar de los que no les importa apropiarse del dinero de los parados o meter la mano en fondos públicos valiéndose de su condición real y que, además, gozan de buena notoriedad.
De la Casa de Galicia a Cruz Rioja. De Cáritas al Banco de Alimentos. De los comedores sociales a asociaciones vecinales. De los que a pesar de lo mal que está la cosa no dudan en levantar las persianas ayer cerradas de un proyecto fracasado para iniciar otro con bríos y aquí siguen, porque si todos nos marchamos...
Después de navidades, un brindis por los héroes en silencio, que cómo se les ocurra romper el habla...
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