El Invento del Maligno. Carmen
TVE sólo tiene dos programas que funcionan a pleno pulmón: 'Cuéntame' y 'Mira quién baila'. El concurso de baile para famosos, que ha logrado repetir edición tras edición con un público muy fiel, anda ahora en torno a los 3,5 millones de espectadores, con un 'share' holgadamente superior al 20%. Son datos que apuntan a que 'Mira quién baila' renovará temporada con éxito.
José Javier Esparza
Lunes, 4 de diciembre 2006, 14:07
Con todo, la mayor parte de la información generada por este programa no concierne ni a su desarrollo ni a la fidelidad de su audiencia, sino a una de las concursantes de la presente edición: Carmen Martínez-Bordiú, nieta de Francisco Franco y personaje habitual de la crónica frívola española desde la era Breznev, dicho sea a modo de referencia paleontológica. La cosa llegó al extremo de que Izquierda Unida, quizá por sensibilidad hacia la paleontología, preguntó en las Cortes por el salario que cobra Carmen en Mira quién baila, como si fuera un residuo de la oprobiosa dictadura. Carmen Caffarell, heroica como siempre, contestó que ella "no va a vetar a nadie".
La verdad es que plantear tales cosas treinta años -¡treinta!- después de muerto Franco tiene algo de irracional, como esas grandes venganzas que los antiguos heredaban de generación en generación. La anticruzada de Izquierda Unida evoca aquel episodio bíblico (con perdón) donde se dispone que no ha de haber piedad para los descendientes de Amalek. Lo más curioso es que la protagonista de tanto enredo puede juzgarse de muchas maneras, pero difícilmente como vestigio de la era de Franco, más allá de la continuidad genética. Es fama que los grandes linajes suelen estropearse al llegar a la tercera generación: a partir del primer gran hombre (o mujer), los hijos heredan y los nietos dilapidan. Esto no es así en el caso de la familia Franco, donde la tercera generación es muy numerosa, más rica que sus padres y sus abuelos y, además, muy discreta en lo público; discreción, por cierto, que no ha dejado de contribuir a que España lleve una vida bastante razonable desde 1975 hasta hoy. Pero quizá por eso llama tanto la atención la ambigua figura de Carmen Martínez-Bordiú, una señora que ha hecho de la indiscreción una especie de oficio fijo remunerado, y que objetivamente no representa herencia alguna, pero que desde el punto de vista televisivo entra en el mismo lote que la RENFE o los pantanos.
El mundo de la tele configura una realidad singular, independiente de la realidad fáctica. En esa realidad sui géneris, Carmen bailando en Mira quién baila ocupa el lugar de las archiduquesas que se ganaban la vida danzando en los circos norteamericanos tras la caída de los grandes imperios. Quizás Izquierda Unida haya caído víctima de ese espejismo. Pobre Carmen, nieta de Amalek.