Desequilibrios
Si hay algo en lo que la casi totalidad de los que habitan en este archipiélago, si no todos, coinciden, hecho ciertamente extraño en esta tierra, es en que el proyecto de Canarias como unidad de destino, comunidad, región, nacionalidad..., llámenlo como quieran, anda aún renqueante, por no decir que ha fracasado. Ahí están los conflictos territoriales que siguen sin resolverse y que dejan a las claras una sociedad desestructurada, desarticulada, en la que los empeños por vertebrar una realidad fragmentada continúan siendo baldíos.
Es incontestable, pues, que la cohesión interna falla por los cuatro costados, por más que se sucedan los discursos que reiteran que solo la unidad garantiza el futuro. Digan lo que digan se sigue dando pábulo a la carnaza isloteñista, el pleitismo continúa presente y con él la desconfianza entre islas, las denuncias sobre el desequilibro inversor por parte del Gobierno y perduran los afanes hegemónicos de una sobre otra.
La nunca abierta reforma electoral, ahora otra vez de moda con la creación de una comisión de estudios que nace predeterminada por unos nombramientos que dejan a las claras sus pretensiones inmovilistas, o el encorajinado debate sobre el reparto de los fondos del ITE, son solo dos ejemplos muy actuales del fracaso señalado al principio y que demuestra que el problema sigue sin resolverse, sobre todo porque no se ha afrontado con decisión, mientras la solidaridad interinsular continúa siendo uno de los grandes debes que arrastra este territorio archipielágico.
A todo esto hay que sumarle, además, algunos datos que dejan aún más en evidencia el fracaso de este pretendido proyecto en común. Esta misma semana Silvia Fernández publicó en este periódico los datos aportados por el Instituto Canario de Estadística (Istac) sobre el Valor Añadido Bruto (VAB) per cápita en las Islas, o lo que es lo mismo, el indicador de riqueza por persona, y éstos dan cuenta de la profunda brecha y notorias diferencias que existen entre paisanos, según vivan en una isla u otra; hasta el punto que entre lanzaroteños y herreños hay nada más y nada menos que 7.100 euros de diferencia. Aún más, estos últimos tienen una renta de 4.100 euros menos al año que la media de los canarios, lo que, sin duda, resulta alarmante en un territorio tan pequeño como el nuestro.
Es cierto que la estructura económica de cada Isla ha sustentado históricamente algunas diferencias, pero lo que está ocurriendo en estos momentos resulta del todo insostenible y es preciso adoptar medidas que corrijan la situación si realmente seguimos pretendiendo construir un proyecto en común.
Lo sorprendente es que estos datos, a los que habría que añadir el significado despoblamiento que está sufriendo la isla de El Hierro, que en apenas cinco años ha pasado de 11.000 a 6.800 habitantes, y que demuestran la existencia de canarios de primera, segunda y tercera, no parecen motivo de escándalo. Está claro que no hay proyecto en común que valga si no prima la solidaridad con los más necesitados. Y vale para todo y para todos en todas las Islas.
@VicenteLlorca