Anomalías
Las prisas suelen ser malas consejeras. Al presidente del Gobierno canario, la ansiedad por salir de su propio laberinto le añade gotas de debilidad, acaso por no haberse percatado a tiempo de la fragilidad de las circunstancias. Tal vez no eligió un buen momento para ponerse a cavar más hondo; apenas tres semanas después de romper con su pasado, lo que se aprecia a simple vista no es una alternativa. Es, simplemente, un agujero que crece con los días.
En las democracias sólidas, un gobierno entrante asume el protagonismo de la gestión cuando convalida sus intenciones en sede parlamentaria. Eso en Canarias no parece tan necesario. La comparecencia del próximo jueves en la Cámara regional no someterá a examen alguno al nuevo equipo de Clavijo, a pesar de los últimos incidentes registrados con los despedidos; se limitará a un debate que deja en la sombra algunas exigencias básicas del ejercicio democrático. Sin nada que votar, la cita resulta un episodio incompleto, limitado, reducido. Una anomalía sin precedentes, porque se quiere simular que lo ocurrido es un simple cambio de nombres en el gabinete, justificado por la necesidad de mejorar el cumplimiento de los objetivos inicialmente trazados, cuando en realidad se está forzando un giro radical en los contenidos y en los repartos. Un salto que esquiva las metas fijadas para abrir nuevas carpetas.
El aplauso fácil de algunos dirigentes empresariales añade confusión al exaltar las bondades de gobernar en minoría, cuando es sobradamente conocido que esa interinidad genera riesgos añadidos para la población afectada. En Madrid, por ejemplo, ya se preparan los cuarteles ante la cita electoral que se avecina, tanto si se aprueban las cuentas pendientes como si no. Porque mientras no se dicte lo contrario, es la mayoría la que decide.
