Javi Castellano ejerce de talismán
Fue la sorpresa en el once ante el Numancia y con resultado inmediato, reapareciendo tras un mes sin minutos y habiendo sido su última vez entre los elegidos precisamente en el anterior triunfo, ante el Málaga, que antecedió a la posterior mala racha
No marcó y, probablemente, a ojos de muchos tampoco lució como pudieron hacerlo Araujo, Rafa Mir o Maikel Mesa. Pero para Manolo Jiménez y su cuerpo técnico muchas de las razones que explican el triunfo del pasado sábado ante el Numancia, el que restableció el optimismo en la UD tras varias semanas en caída libre, se localizan en la presencia en el once de Javi Castellano. El gemelo volvió a jugar después de un mes sin minutos.
Su última vez fue en el 1-0 ante el Málaga y regresó para coincidir, de nuevo, con una victoria. Con su perfil discreto, de hombre de la casa, Javi sigue reinventándose y ganando protagonismo pese a que, temporada a temporada, la competencia no para de aumentar. Sin ir más lejos, la confección del nuevo proyecto aparejó la llegada de hasta cuatro centrocampistas, Rivera y Timor de corte más defensivo, y Ruiz de Galarreta y Maikel Mesa como llegadores, lo que le aventuraba un rol reducido.
Pero confiado en su rendimiento y capacidad, lo que llevó a renovar su contrato el pasado mes de junio y por tres temporadas, se ha ido ganando minutos y confianza hasta el punto de ser llamado a filas por el técnico en un partido de máxima trascendencia y en el que no había margen de error.
Así, desplazó a incorporaciones que, en teoría partían con ventaja sobre él, para recuperar su posición de seis y aportarle al colectivo equilibrio y simetría, siendo apoyo de la retaguardia y liberando a Timor y Ruiz de Galarreta de despliegues físicos hacia atrás. El resultado fue óptimo y anticipa continuidad si Jiménez respeta la máxima futbolística de que no se ha de tocar lo que funciona. O lo que es lo mismo, para la visita al Mallorca no parece que vaya a darse el debate de si debe o no seguir apostando por este refuerzo rescatado del famoso fondo de armario.
El técnico de la UD analizó durante la última semana de qué manera atajar los problemas funcionales de su equipo y detectó que uno de los males estaba en la distancia que se abría entre la defensa y la zona de creación, obligando a Timor a bajar a recibir la pelota casi en posiciones de central y abriendo un latifundio con los atacantes. Al no ser Ruiz de Galarreta un futbolista que destaque por la capacidad física y de ocupación de espacios, ahí se generaban unos espacios que terminaban rompiendo la cadena de producción. Y sabiendo que Mir, Araujo y Rubén deben jugar juntos para adquirir automatismos y mezclar como deben, optó por orientar su reforma a la zona ancha. Fue entonces cuando decidió que la solución pasaba por un remedio conocido y que no implicaba sacudidas: incrustar a Javi por delante de la zaga y ubicarlo como ancla, asegurándose coberturas, disciplina posicional y líneas cosidas.
En la dirigencia del club también veían este matiz táctico como el que podía reordenar a un colectivo que pagaba, y muy caras, sus tendencias caóticas y achiques mal gestionados.
«Se necesita algo más en el centro del campo, un jugador de otro perfil que pase la escoba y ayude a mantener el orden a la hora de defender», se oía en la zona noble de manera reiterativa en las últimas semanas, las que han traído goles en contra y derrotas.
En esas tareas específicas, las orientadas a guiar al resto, el canterano es único. Manolo Jiménez se terminó de convencer de que por ahí pasaban las soluciones de la UD cuando ensayó el viernes con el equipo ideado y constató que Javi estaba listo.
El resultado, por encima de un 3-0 terapéutico y muy necesario, se vio en las mayores prestaciones ofrecidas por Timor y Ruiz de Galarreta, de nuevo entonados y que pudieron dinamizar la construcción de juego y lanzar al tridente ofensivo, limitando, además, el papel de Cala y David García en responsabilidades más allá de las propias de centrales marcadores.
Ni más ni menos, se activaron todas las teclas con el dieciocho a los mandos.