Lo que empezó mal, con la controvertida contratación de Luis Carrión como apuesta para el banquillo para la UD 2024-25, puede acabar de la peor manera, certificando un descenso a Segunda División a semejanza del anterior en 2018, a cámara lenta por el desplome del equipo durante meses. Así se escribe la historia de una temporada en la que el fin más temido se puede hacer realidad devolviendo al club al sótano del fútbol español, con los daños colaterales que implica y cuya onda expansiva lo abarcaría todo.
La entidad tendría que asumir serias restricciones financieras y presupuestarias por la recorte en los ingresos, tanto en lo que atañe en el reparto de los derechos de televisión como en concepto de taquillas y abonados (se estima en 30 millones de euros menos este agravio), así como digerir una desbandada generalizada de jugadores.
Con excepciones aisladas (Kirian, Álex Suárez, Viti, Fuster), serían muy pocos los integrantes de la actual plantilla que sigan. Contratos inasumibles en el nuevo escenario (McKenna, Sandro, McBurnie o Cillessen), pretensiones profesionales de seguir jugando en Primera (Mármol, Marvin, Horkas o Moleiro) o finalización de vínculos (Essugo, Silva, Javi Muñoz, Bajcetic, Pelmard, entre otros) provocarían un éxodo masivo.
Son contadas las alegrías a la hora de hacer una cronología de todo lo que ha sucedido. Más allá del rendimiento de Fábio Silva, convertido en héroe del Gran Canaria por sus goles y rendimiento, la reacción en el arranque con Diego Martínez (cinco triunfos en sus primeros siete encuentros para recuperar las constantes vitales) el memorable triunfo en Montjuic frente al Barcelona (1-2), parar al Madrid de Mbappé en Siete Palmas (1-1) o lo que aconteció a mitad de abril, enganchando victorias frente al Getafe (1-3) y Atlético de Madrid (1-0) que alimentaron una esperanza de salvación ahora desvanecida, hay poco que rescatar a la hora de hilar recuerdos edificantes.
Registros de otra época
Es lo que tiene fracasar en el intento de consolidarse y enraizar en Primera, asignatura pendiente del club desde la década de los ochenta. Porque hay un dato que estremece: desde 1988 solo son siete las temporadas, divididas en tres tramos (2000-2002, 2015-18 y 2023-2025), en las que se ha competido en la élite. Hoy suena a utopía aspirar a aquellas 19 campañas consecutivas (1964-1983) que se enlazaron entre los mejores combinando canteranos de oro de distintas épocas (Aparicio, Germán, Tonono, Guedes, Mamé León, Betancort, Hernández, Juani, Félix, Roque Díaz, Gerardo, Páez, Manolo, Pérez) con incorporaciones de rendimiento deslumbrante (Ulacia, Oregui, Martín Marrero, Gilberto I, Gilberto II, Felipe, Carnevali, Brindisi, Wolff, Morete).
Kirian, entre Brahim y Modric, en la visita del Madrid al Gran Canaria.
Por si fuera poco, tampoco hay noticias en lo que se refiere a la aparición de savia nueva desde filiales. Pezzolesi batió registros de precocidad con su estreno en Primera con 17 años, 10 meses y 6 días, pero se quedó en una aparición anecdótica y no hubo más representación de los meritorios que se cuecen en el Anexo salvando convocatorias sin peso alguno. Saldo del todo insuficiente en la política consolidada de mirar por sistema y convicción a Barranco Seco y que ahora ha brillado por su ausencia.
La recaída de Kirian en el proceso cancerígeno que parecía superado termina por fundir a negro todo. La ausencia del capitán desde inicios de febrero dejó una sensación de orfandad insuperable, por el impacto emocional añadido, y que, con el paso del tiempo, agravó los males propios hasta poder dar con los huesos de la UD en el sitio que nadie quería.
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