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Llegó a la isla con idéntica distancia de los puestos de permanencia y la falta de continuidad a los síntomas de mejoría han llevado a Las Palmas de vuelta al punto de partida. El optimismo logrado a base de meritorios empates se ha diluido con las dos últimas derrotas.
Y esta duele más que la de Vigo, a pesar que aquella llegase en el último minuto. Pero allí al menos se compitió. Contra el Villarreal, ni eso. Y la desesperación invade al técnico. Las ruedas de prensa, tensas siempre, son un fiel reflejo del estado de ánimo de un Jémez que ve como todo su trabajo es en balde. 9 puntos de 33 posibles en sus 11 partidos al frente del equipo. Seis partidos seguidos sin ganar antes de la verdadera final de la próxima jornada ante el Dépor en Riazor.
Un partido que, quitando la desastrosa semana del 4-0 en Mestalla y el 6-0 en Girona, llega en el peor momento de la era Jémez. El profesional lo ha intentado todo y cuando parece que la cosa empieza a funcionar, a la semana siguiente la ilusión termina por los suelos. Ayer probó con dos delanteros, pero el resultado no le gustó. En el descanso hizo dos cambios y el equipo empeoró aún más. Es evidente que no da con la tecla, el tiempo se agota y esta UD huele a Segunda.
Dos triunfos, tres empates y seis derrotas. 7 goles a favor y 19 en contra. Este es el balance que acumula Jémez. Estadísticas que no mejoran a sus antecesores en el cargo y demuestran que el problema está sobre el césped, y no en el banquillo. El equipo evidencia, jornada tras jornada, que con lo que tiene no le basta para pelear en Primera. Y más tras la marcha de Viera. El milagro aún es posible y hay tiempo para reaccionar. Pero con dramas como el de ayer, el descenso se ve como el único destino posible para una UD sin pies ni cabeza.
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