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Juan Rodríguez Cazorla. C7
Falso homenaje, una luchada desigual

Falso homenaje, una luchada desigual

Lucha Canaria ·

«Por encima del olvido está el recuerdo, por encima de la ofensa está la defensa, por encima de la apariencia está la verdad. No se puede dejar a un tirano por bueno, a un traidor por salvador...»

Pedro Padilla Quintana

Escritor, profesor y luchador

Martes, 20 de febrero 2024, 11:39

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Por encima del olvido está el recuerdo, por encima de la ofensa está la defensa, por encima de la apariencia está la verdad. No se puede dejar a un tirano por bueno, a un traidor por salvador, a un insensato por justo.

Hay que situar las actuaciones de Luis Benítez de Lugo, Marqués de la Florida, dentro del contexto histórico que vive España, hay que conocer su vinculación con la lucha canaria para entender sus imposiciones y hay que conocer lo vivido y lo sufrido por aquellos que defendieron el agarre tradicional de Gran Canaria: la mano metida o mano arriba, hoy tristemente desaparecida.

La lucha canaria, hasta 1946, era una manifestación deportiva tradicional. Su práctica no obedecía a competiciones reguladas, no tenía un reglamento escrito, pero sus reglas eran conocidas por todos. Se caracterizaban, entre otros aspectos, por la nobleza, por llevar a la arena al contrario sin trampas y por la palabra dada.

No hacían falta árbitros. Era un jurado quien decidía la lucha de difícil resolución y cada luchador podía agarrar a su mano, en función de su procedencia. De ahí nació la expresión: agarre usted como quiera.

Como en aquella época no había tanta variedad de eventos deportivos como en la actualidad, los encuentros de lucha canaria congregaban a muchísimas personas y esa es la razón la que la lucha canaria pasa a ser controlada por la Delegación Nacional de Deportes, un organismo falangista creado por la dictadura del general Franco.

La función de este organismo era la de fiscalizar los eventos y estructuras deportivas relevantes con el objetivo de imponer aquellas normas conforme con las ideas políticas de un régimen impuesto por las armas. De esta forma, en el año 1943, se crea la Federación Regional de Lucha Canaria y, en 1946, las federaciones provinciales de lucha canaria de Tenerife y de Las Palmas.

Luis Benítez de Lugo, Marqués de la Florida, falangista, oficial militar herido en combate durante la Guerra Civil, casado con la Marquesa de Arucas y vinculado al deporte del tenis, había sido elegido representante en Canarias de la Delegación Nacional de Deportes y el encargado de imponer las normas que reglamentaran la práctica de la lucha canaria tras los desacuerdos federativos.

Talante absolutista

En el momento de conversión de un deporte tradicional, arraigado en el pueblo canario tras siglos de tradición a deporte federado, el Marqués de la Florida no solo no tuvo en cuenta las opiniones contrarias a todas aquellas modificaciones que iba a realizar, sino que hizo señalamientos a personas e instituciones deportivas para que se retractaran de sus opiniones que iban en contra de una estructura organizativa propia de un régimen totalitario y que supuso la desaparición de antiguas tradiciones como la del jurado y las distintas formas de agarre del calzón de lucha.

El jurado, compuesto por personas honestas y conocedoras de lucha, era un elemento fundamental, democrático y tradicional desde hacía siglos en los terreros, que chocaba con la concepción autoritaria y absolutista del régimen franquista.

La estrecha amistad del Marqués de la Florida con el presidente de la Federación Regional de Lucha Canaria, el tinerfeño Domingo Cruz Álvarez, representante también de la Delegación Nacional de Deportes de la Falange Española Tradicionalista y de la JONS, y sus simpatías con luchadores del norte de Gran Canaria -fue nombrado presidente de honor de Los Guanches de Arucas - hizo que favoreciera el agarre de mano abajo propio de la isla de Tenerife.

No protegió la riqueza de las distintas formas de agarre que existía en las islas: en la zona sur de Gran Canaria la mano metida o mano arriba, en la isla de El Hierro el agarre a moño y la faja, en Lanzarote el agarre a retorcida, sino que con esta decisión autoritaria condenó al olvido la cultura de un pueblo transmitida de generación en generación durante siglos.

Por encima del Marqués de la Florida, está Juan Mujica Sánchez, caballero de la lucha canaria y defensor a ultranza del agarre de Gran Canaria. Por encima del Marqués de la Florida, están Matías Jiménez El Invencible, Juan Torres, Juan Castro y José Navarro, El Rubio de Telde, también Bartolomé Espino, El Rabioso, y Francisco Díaz Quintana, El Pastor de Ingenio, Cristóbal Méndez, El Gato, Rosendo Hernández, Sebastián Flores y Agustín Méndez de Agüimes, Miguel Cabrera Mandarrias de Gáldar, Francisco y Manolito Marrero, los hermanos Rodríguez Cazorla, Agustín Ramírez El Patarrasa de San José, hombres libres del pueblo que defendieron en el terrero a su pila con el pantalón de mano arriba o mano metida.

Con autoridad moral y legítima homenajeo a Antonio de Viana (s XVII), escritor canario que nos dio a conocer que en las luchas aborígenes existía la figura del Jurado, también a los escritores Rafael Ramírez y Doreste y Grau Bassas, que defendieron la lucha canaria, herencia cultural de nuestros antepasados, al poeta Pedro García Cabrera, perseguido y exiliado por el régimen franquista, que cantó al luchador vencido por arcabuces y sables que por levantada nunca lograrían derribarle; homenajeo a Luis Marrero y Hernández señalado y reprobado por defender desde la prensa la mano arriba, a José Rivero Gómez Pardelera periodista comprometido y defensor de la cultura canaria, homenajeo al luchador y escritor Salvador Sánchez Borito que, a sus 92 años, sigue con la esperanza de que algún día vuelva a verse en los terreros de Gran Canaria agarradas a mano metida.

Por encima de los que intentan aprovecharse de la lucha canaria, están los que amamos este deporte vernáculo, que es una de las formas más nobles de amar a nuestro pueblo, porque este tipo de lucha habla de nuestra cultura, de nuestra gente, del esfuerzo de permanecer vivos, de ser esencia de nuestra historia.

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