

Secciones
Servicios
Destacamos
Roberto Jiménez (EFE) / Valladolid
Jueves, 1 de enero 1970
Su desmedida vocación, la pasión y gran verdad en todos sus empeños, artísticos y profesionales, han adornado una trayectoria polifacética como bailarina, actriz de cine, teatro y televisión, cantante y presentadora, uno de los rostros más queridos, populares y prolíficos de la escena española durante los últimos 64 años.
Concepción Velasco Varona (Valladolid, 1939) anunció ayer que se «corta la coleta», utilizando una expresión taurina y castiza, pero no despeja del todo las dudas, como los diestros que después de prescindir del postizo han regresado a los ruedos ávidos de sensaciones y del calor de los públicos.
Manuel Marsó, director de cine, de teatro e hijo de la veterana actriz, será el encargado de desprender el añadido a su progenitora, un día antes de que el alcalde de Valladolid, Óscar Puente, le entregue la medalla de la ciudad donde nació, un 29 de noviembre de 1939 en el número 2 de la calle Recondo, hija de una maestra y de un militar.
No se llegó a acostumbrar al frío de la meseta porque hasta los diez años vivió en el Sahara, destino militar de su padre, y de regreso a la península se estableció en Madrid, donde estudió danza clásica y española.
Debutó como bailarina en el Cuerpo de Baile de la Ópera de A Coruña y en la compañía de Manolo Caracol como bailaora flamenca antes de estrenarse como vicetiple en la de Celia Gámez, dentro de unos comienzos que delatan su premeditada formación y exigencia personales.
Ello explica también la gran versatilidad y recorrido de quien atesora dos premios nacionales de teatro (1972 y 2016) y guarda un Goya de Honor para distinguir un itinerario que abrió en el cine con La reina mora (1954) y en las tablas con la revista Ven y ven al Eslava (1959).
Inquieta e inconformista, Concha Velasco no se ha anclado en prototipos ni clichés, ni encallado en cuantos proyectos ha afrontado y que los públicos cuentan y recuerdan por los personajes que representó: una muchachita de Valladolid, la fierecilla domada, la chulapa madrileña o una chica ye-ye.
Desde una prostituta (La colmena) hasta una santa y mística (Teresa de Jesús), la vida de Concha Velasco ha estado cuajada de sobresaltos como empresaria y productora, que ha añadido a los nervios de los estrenos, fatigas de los viajes y achaques de la salud, propios de un oficio que ha brindado hasta a tres generaciones de espectadores.
Su gran variedad de registros prácticamente la hacen única, desde la ópera al flamenco, desde la revista al musical, del teatro clásico y el drama a la comedia, hasta resumir e identificar determinadas épocas, como la que le unió al actor Tony Leblanc y al director Pedro Lazaga en numerosos filmes, más de ochenta a los que al menos añadirá uno más.
«He cumplido 78 años y cada vez me siento más de Valladolid. No me importaría vivir aquí los últimos años de mi vida», reflexionó en una emotiva intervención, a veces soliloquio, donde evocó episodios de infancia como sus tías sombrereras en la plaza Mayor de la capital del Pisuerga. Invocó también a su madre, maestra depurada por el franquismo por sus ideas socialistas, quien después de ser restaurada tras la victoria socialista en las elecciones generales de 1982, dedicó el primer sueldo recobrado a la compra de una cámara de proyección que regaló a su nieto Manuel Marsó.
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.